domingo, 18 de agosto de 2013

Juan Belmonte según Chaves Nogales.

La biografía que de Juan Belmonte realizó Chaves Nogales es un impresionante documento que trasciende el ámbito de la afición a los toros.


Manuel Chaves Nogales, periodista y buen escritor, de un tipo de periodismo en que no suponía ninguna rareza ni contradicción aunar ambas condiciones, fue un republicano liberal, se sintió ciudadano de una república que las circunstancias extremas de los años treinta no hicieron factible.
En Juan Belmonte, matador de toros, Chaves, recogiendo las informaciones y anécdotas que le transmitiera el llamado Pasmo de Triana, transmutó dicho material en una especie de autobiografía del propio torero, a la que prestó su bella y precisa prosa de una tal manera que logró que el artificio de la autobiografía resultara verosímil.
Se equivocarán quienes, no teniendo afición a los toros, no consideren de interés este libro. El autor, Chaves, no fue aficionado a los mismos y apenas acudió a las corridas. Yo tampoco soy ni aficionado ni entendido en toros.
Lo sugestivo y apasionante en el relato de Chaves Nogales es la manera en la que asistimos al modo como un hombre de orígenes extremadamente humildes se abre paso en un ambiente hostil en la más elemental lucha por la vida.
No es de toros de lo que se nos habla, o no sólo de eso, sino de un ambiente de miseria sin horizontes en el cual la voluntad se abre paso y triunfa.
Fue Juan Belmonte hombre complejo, en absoluto hombre de una sola pieza. Poco amante de las liturgias en una profesión donde el ritual tiene un lugar tan destacado, le interesaba más el hecho desnudo del toreo que toda la parafernalia y adorno que rodea al mismo.
 Con Belmonte se inicia el llamado toreo moderno con sus clásicos preceptos de parar, mandar y templar, a los que Domingo Ortega añadió el de cargar la suerte. Antes de Belmonte se imponía en la tauromaquia una extraña geometría según la cual existía un terreno del torero y un terreno del toro. Belmonte discute tal geometría al sostener que en la lucha entre el hombre y el toro sólo hay un ser inteligente, que es el hombre, y por tanto, si realiza su labor de manera correcta sólo debe haber un terreno, que es el del torero.


Fue Belmonte, al igual que Sánchez Mejías, amigo de intelectuales. En el relato de Chaves Nogales asistimos a su encuentro con muchos de ellos, siendo inolvidable la descripción que realiza de sus charlas y diálogos con Valle-Inclán.
Un aspecto que aparece de manera recurrente en el relato de Chaves Nogales es la débil complexión física de Belmonte. El matador insiste una y otra vez en situar en segundo plano la aptitud física a la hora de hacer frente a la lidia. Para él lo importante es el dominio espiritual, lo que hoy día llamaríamos fuerza mental. Se torea con la cabeza, no con las piernas.
Algunas páginas sobrecogen a quien ya sabe cual fue el trágico final del diestro. Belmonte, a través de Chaves Nogales, habla de sus juegos con la muerte y de la idea de suicidio.

Juan Belmonte en una actuación como rejoneador.
Escrito el relato de Chaves Nogales en los años treinta, un poco antes de la Guerra Civil, podemos ver a nuestro hombre convertido ya en rico hacendado temeroso de las convulsiones sociales que atravesaba el campo español en aquellos años, desde su nueva situación de propietario.
Atraviesa el relato de Chaves una constante tensión entre la ilusión de la afición y el desencanto de la profesión. Se nos narran con emoción sus furtivos ensayos de toreo por las noches acompañado de un grupo de torerillos armados con la sola fuerza de su ilusión, la emoción del toreo en el campo, la huida ante los guardas de la dehesa. Poco a poco asistimos a la transformación del joven y furtivo amante del toreo en figura profesionalmente acreditada  y plena de triunfos. Conforme se consolida la carrera del de Triana se puede percibir en más de una ocasión una cierta insatisfacción una vez logrado el triunfo profesional. El conocimiento artesanal del oficio, con el consiguiente dominio parece como si mitigara la ilusión de los primeros y difíciles momentos. Al cansancio siguen las retiradas, a las retiradas el tedio y al tedio un robustecido deseo de comenzar de nuevo.

Retrato de Juan Belmonte por Zuloaga.
Otro aspecto que se puede apreciar a través del relato de Chaves Nogales es el del carácter “artificial” del toro de lidia. Belmonte describe la diferencia entre su forma de torear y la de matadores de otras épocas y a través de tal descripción se palpa la evolución que los ganaderos han provocado para obtener un producto que resulte adecuado a las exigencias de la moderna lidia.
En este libro se describen unos aspectos de un mundo de hace más de cien años, de un mundo ya desaparecido, un mundo en el cual la afición a los toros por parte de los chiquillos no era algo peculiar de su idiosincrasia sino una consecuencia natural del ambiente. Belmonte es capaz de vaticinar la decadencia de la fiesta y en algunos momentos incluso su posible desaparición.
Vemos a nuestro protagonista viajar a América para hacer allí la temporada, sus visitas a Méjico, a Perú ( donde conoce a su mujer ), a Cuba, Panamá, Estados Unidos, Argentina. La fama de Belmonte corre incluso en algunos de estos países en los cuales la fiesta resulta desconocida.
Sabida es la afición española a oponer a dos personajes frente a frente. En este sentido la rivalidad de Belmonte con Joselito es legendaria. Como resulta frecuente en estos casos, la rivalidad generó más odios y antipatías entre los seguidores de cada uno de los diestros que entre ellos mismos. La actuación conjunta en muchas corridas, la obligada convivencia y frecuente encuentro en trenes y viajes, hizo que entre ellos dos surgiera un sincero respeto que se convirtió en amistad firme y sólida. Uno de los momentos más conmovedores del relato es aquel en el que se describe la reacción dolorida de Juan Belmonte al enterarse de la muerte de su rival por un toro en la plaza de Talavera.

Ignacio Sánchez Mejías llora la muerte de Joselito en la enfermería de la plaza de Talavera.
En el relato se habla de valor pero sobre todo se habla sin ningún tipo de complejo del miedo. Juan Belmonte habla del miedo como un viejo conocido suyo del que nunca ha podido desprenderse. Formula la célebre afirmación de que antes de torear crece más la barba y llega a calificar el miedo que se siente antes de la corrida de espantoso. Se describe a continuación cómo ese miedo de la espera desaparece en el momento concreto de enfrentarse a la bestia, cuando la absorción de todas las facultades por la concentración provoca que no haya lugar para el miedo.
Juan Belmonte se retiró definitivamente de los ruedos en 1936. Esa fecha maldita también afectó a la trayectoria profesional de Manuel Chaves Nogales.

En todo caso, después de la guerra todo cambió, en los toros y en todos los ámbitos, pero eso ya es otra historia.