La
biografía que de Juan Belmonte realizó Chaves Nogales es un impresionante
documento que trasciende el ámbito de la afición a los toros.
Manuel
Chaves Nogales, periodista y buen escritor, de un tipo de periodismo en que no
suponía ninguna rareza ni contradicción aunar ambas condiciones, fue un
republicano liberal, se sintió ciudadano de una república que las
circunstancias extremas de los años treinta no hicieron factible.
En
Juan Belmonte, matador de toros, Chaves,
recogiendo las informaciones y anécdotas que le transmitiera el llamado Pasmo de Triana, transmutó dicho
material en una especie de autobiografía del propio torero, a la que prestó su
bella y precisa prosa de una tal manera que logró que el artificio de la
autobiografía resultara verosímil.
Se
equivocarán quienes, no teniendo afición a los toros, no consideren de interés
este libro. El autor, Chaves, no fue aficionado a los mismos y apenas acudió a
las corridas. Yo tampoco soy ni aficionado ni entendido en toros.
Lo
sugestivo y apasionante en el relato de Chaves Nogales es la manera en la que
asistimos al modo como un hombre de orígenes extremadamente humildes se abre
paso en un ambiente hostil en la más elemental lucha por la vida.
No
es de toros de lo que se nos habla, o no sólo de eso, sino de un ambiente de
miseria sin horizontes en el cual la voluntad se abre paso y triunfa.
Fue
Juan Belmonte hombre complejo, en absoluto hombre de una sola pieza. Poco
amante de las liturgias en una profesión donde el ritual tiene un lugar tan
destacado, le interesaba más el hecho desnudo del toreo que toda la
parafernalia y adorno que rodea al mismo.
Con Belmonte se inicia el llamado toreo moderno con sus clásicos preceptos
de parar, mandar y templar, a los que
Domingo Ortega añadió el de cargar la
suerte. Antes de Belmonte se imponía en la tauromaquia una extraña
geometría según la cual existía un terreno del torero y un terreno del toro.
Belmonte discute tal geometría al sostener que en la lucha entre el hombre y el
toro sólo hay un ser inteligente, que es el hombre, y por tanto, si realiza su
labor de manera correcta sólo debe haber un terreno, que es el del torero.
Fue
Belmonte, al igual que Sánchez Mejías, amigo de intelectuales. En el relato de
Chaves Nogales asistimos a su encuentro con muchos de ellos, siendo inolvidable
la descripción que realiza de sus charlas y diálogos con Valle-Inclán.
Un
aspecto que aparece de manera recurrente en el relato de Chaves Nogales es la
débil complexión física de Belmonte. El matador insiste una y otra vez en
situar en segundo plano la aptitud física a la hora de hacer frente a la lidia.
Para él lo importante es el dominio espiritual, lo que hoy día llamaríamos
fuerza mental. Se torea con la cabeza, no con las piernas.
Algunas
páginas sobrecogen a quien ya sabe cual fue el trágico final del diestro.
Belmonte, a través de Chaves Nogales, habla de sus juegos con la muerte y de la
idea de suicidio.
Juan Belmonte en una actuación como rejoneador. |
Escrito
el relato de Chaves Nogales en los años treinta, un poco antes de la Guerra
Civil, podemos ver a nuestro hombre convertido ya en rico hacendado temeroso de
las convulsiones sociales que atravesaba el campo español en aquellos años,
desde su nueva situación de propietario.
Atraviesa
el relato de Chaves una constante tensión entre la ilusión de la afición y el
desencanto de la profesión. Se nos narran con emoción sus furtivos ensayos de
toreo por las noches acompañado de un grupo de torerillos armados con la sola
fuerza de su ilusión, la emoción del toreo en el campo, la huida ante los
guardas de la dehesa. Poco a poco asistimos a la transformación del joven y
furtivo amante del toreo en figura profesionalmente acreditada y plena de triunfos. Conforme se consolida la
carrera del de Triana se puede percibir en más de una ocasión una cierta
insatisfacción una vez logrado el triunfo profesional. El conocimiento
artesanal del oficio, con el consiguiente dominio parece como si mitigara la
ilusión de los primeros y difíciles momentos. Al cansancio siguen las
retiradas, a las retiradas el tedio y al tedio un robustecido deseo de comenzar
de nuevo.
Retrato de Juan Belmonte por Zuloaga. |
Otro
aspecto que se puede apreciar a través del relato de Chaves Nogales es el del
carácter “artificial” del toro de lidia. Belmonte describe la diferencia entre
su forma de torear y la de matadores de otras épocas y a través de tal
descripción se palpa la evolución que los ganaderos han provocado para obtener
un producto que resulte adecuado a las exigencias de la moderna lidia.
En
este libro se describen unos aspectos de un mundo de hace más de cien años, de
un mundo ya desaparecido, un mundo en el cual la afición a los toros por parte
de los chiquillos no era algo peculiar de su idiosincrasia sino una
consecuencia natural del ambiente. Belmonte es capaz de vaticinar la decadencia
de la fiesta y en algunos momentos incluso su posible desaparición.
Vemos
a nuestro protagonista viajar a América para hacer allí la temporada, sus
visitas a Méjico, a Perú ( donde conoce a su mujer ), a Cuba, Panamá, Estados
Unidos, Argentina. La fama de Belmonte corre incluso en algunos de estos países
en los cuales la fiesta resulta desconocida.
Sabida
es la afición española a oponer a dos personajes frente a frente. En este
sentido la rivalidad de Belmonte con Joselito es legendaria. Como resulta
frecuente en estos casos, la rivalidad generó más odios y antipatías entre los
seguidores de cada uno de los diestros que entre ellos mismos. La actuación
conjunta en muchas corridas, la obligada convivencia y frecuente encuentro en
trenes y viajes, hizo que entre ellos dos surgiera un sincero respeto que se
convirtió en amistad firme y sólida. Uno de los momentos más conmovedores del
relato es aquel en el que se describe la reacción dolorida de Juan Belmonte al
enterarse de la muerte de su rival por un toro en la plaza de Talavera.
Ignacio Sánchez Mejías llora la muerte de Joselito en la enfermería de la plaza de Talavera. |
En
el relato se habla de valor pero sobre todo se habla sin ningún tipo de
complejo del miedo. Juan Belmonte habla del miedo como un viejo conocido suyo
del que nunca ha podido desprenderse. Formula la célebre afirmación de que
antes de torear crece más la barba y llega a calificar el miedo que se siente
antes de la corrida de espantoso. Se describe a continuación cómo ese miedo de
la espera desaparece en el momento concreto de enfrentarse a la bestia, cuando
la absorción de todas las facultades por la concentración provoca que no haya
lugar para el miedo.
Juan
Belmonte se retiró definitivamente de los ruedos en 1936. Esa fecha maldita
también afectó a la trayectoria profesional de Manuel Chaves Nogales.
En
todo caso, después de la guerra todo cambió, en los toros y en todos los
ámbitos, pero eso ya es otra historia.