miércoles, 17 de enero de 2018

RECURSOS DIDÁCTICOS.

Pues nada. El otro día, mientras trataba de explicar algo, observé que un alumno no prestaba atención. El resto puede que tampoco, pero en aquel momento yo solo me estaba fijando en quien, sobre no prestar atención, me distraía con cuchicheos en voz baja.
Preguntado el alumno en cuestión acerca del punto que yo acababa de exponer, no fue capaz de dar razón del mismo. Ante mi insistencia no tuvo más remedio que reconocer que no había atendido a mis palabras. Eso sí, añadió en su descargo que lo que le había ocurrido obedecía a que yo no le había impresionado.
Comprendí en el acto que tenía razón el alumno: yo me había concentrado en algunos aspectos como puedan ser los de intentar ser preciso, claro, didáctico, pero no había reparado en la necesidad de ser impresionante.
Voy a intentar utilizar algún recurso con el que pueda impresionar: acceder al aula mediante una escalera de bombero en vez de la vulgar puerta, presentarme vestido con ropas insinuantes (quizá no sea esta buena idea, puede que compruebe que no solo no impresiono sino que produzco risa), extraer de mi cartera una pistola ( simulada, eso sí, para evitar algún accidente no deseado), cantar en vez de hablar para mostrar de ese modo mi voz de bajo wagneriano.
También se me ocurre arrojar caramelos a mis alumnos ( en este sentido los adoquines de Zaragoza vienen pintiparados).
Mis clases serán tan interesantes como hasta ahora ( esto último es una verdad incontrovertible).
Conseguiré impresionar, seré por tanto un profesor impresionista.

Ciertamente no seré un profesor impresionante, pero esto último no lo voy a conseguir nunca dado que está al alcance de muy pocos.