Un
año más tengo el honor de dedicar unas palabras a los alumnos que hoy se
gradúan como bachilleres. Siempre es para mí grato este momento en que imparto
en cierto modo la última lección que vais a recibir.
Hoy,
en esta ceremonia no estamos todos, falta alguien. Un trágico accidente hizo
que vuestra compañera Alejandra nos dejara antes de tiempo y puso ante nuestros
ojos lo absurdo, lo inexplicable que la vida tiene a veces con su esencial
fragilidad. Vaya nuestro recuerdo más sentido hacia ella.
No
todos os incorporasteis al instituto desde un principio. Algunos lo hicisteis
en primero de Bachillerato, procedentes de otros centros. Los hay que se
incorporaron este mismo curso. Para todos van dedicadas mis palabras, y el
hecho de que , sea cual sea el momento de vuestra incorporación ello no haya
sido obstáculo para vuestra integración es una muestra de que este es un centro
donde la convivencia es grata y un alumno se siente acogido ya haya sido alumno
del centro desde un principio, ya se haya incorporado más tarde.
Algunos
me habéis tenido como profesor más de una vez. Otros, por el contrario, nunca
me tuvieron como su profesor. Unos y otros podéis sacar una conclusión positiva
de esta circunstancia. Los que nunca me tuvieron como profesor pueden meditar
sobre el hecho de que en este mundo no todo es negativo, se da también la buena
fortuna y la suerte. Los que sí habéis sido mis alumnos podéis pensar que si, a
pesar de haber sido vuestro profesor, habéis podido salir adelante, no habéis
perdido el deseo de estudiar y vuestro cerebro no ha quedado dañado, podréis
lograr lo que os propongáis en un futuro.
Es
esta ocasión en la que vienen a mí recuerdos de estos seis años en que la mayor
parte de vosotros habéis permanecido como alumnos de nuestro centro. Lo cierto,
con todo, es que a la mayoría os conocí a una edad muy temprana, siendo unos
niños, en segundo de la ESO, dando la asignatura de Ciudadanía.
Recuerdo
aún la voz nueva, aguda y chillona de alguno de mis alumnos antes de que, con
la edad, se tornara en una voz grave y bien timbrada. También recuerdo a un
niño inquieto que leía siempre en un libro electrónico mientras yo desarrollaba
mi explicación. Mi obligación era llamarle la atención, y así lo hacía, pero en
el fondo me alegraba de que alguien quisiera leer, por más que lo hiciera en
momento no oportuno. Si en esas lecturas sacó más provecho del que pudiera
obtener de mis palabras, bienvenida sea su desobediencia.
También
recuerdo a una niña que discutía todo lo que yo proponía y que nunca estaba
conforme. A veces tenía la sensación de estar ante una futura fiscal. A otro
niño le hacía gracia, no sé por qué, la palabra "casuística",
empleada por mí para evitar que los debates se centraran en asuntos
excesivamente particulares. Repetía la palabra como si de un sortilegio se
tratara. Hubo un alumno que durante un año entero en segundo de la Eso fue para
mí un simple nombre en la lista pues nunca estaba presente. Al año siguiente se
incorporó con regularidad y me proporcionó una experiencia no frecuente en mi
labor como profesor: ¡me escuchaba con atención!.
Habéis
cursado todo tipo de asignaturas y os las han impartido profesores de muy
distinta personalidad. En física os habrá dado clase Marga, siempre corriendo
de una parte a otra, despidiéndose en el segundo piso, bajando por una escalera
para, acto seguido verla aparecer subiendo por la otra escalera, con gesto de
estar a punto de perder el AVE o de que le cerraran el vuelo.
Ahí tenéis al departamento de Historia, con
sus "chicos de la motocicleta": Arturo y Alfredo. Arturo, poniendo
todo su empeño en desentrañar los misterios de la Historia del Arte. Alfredo,
con esas preguntas de examen tan raras, rebuscadas, complicadas en su
redacción, yendo a sorprender claramente, del estilo de la Segunda República,
la Segunda Guerra Mundial, la dictadura de Primo de Rivera, el Sexenio
Democrático, en fin, cosas que todo el mundo sabe que no se encuentran con
facilidad en los epígrafes del libro.
Todos
habéis cursado filosofía. Aquí me he encontrado con frecuencia con alumnos
apasionados e interesados en hacerme todo tipo de preguntas, aunque tales
preguntas se podrían resumir básicamente en dos: "para qué sirve" y
"¿a qué hora acaba esta clase?".
Cuando
entro en el aula y veo la pizarra escrita puedo adivinar con facilidad qué
profesor ha impartido clase con
anterioridad. Si aparecen los nombres de Kornilov, Kerensky o Lenin es Pablo
quien ahí ha estado luchando por desentrañar las vicisitudes y complicaciones
de la Revolución Rusa. Si veo fórmulas
extrañas alguno de los muchos de matemáticas.
A
veces veo frases como "Pablito invitó a café a María". Bueno es
saberlo, me digo, pero tras leer tan interesante información leo también
conceptos como morfema, lexema, sintagma, un día seguros para mí pero con el
transcurso de los años, ya un poco olvidados.
De
mis clases procuro no dejar nada escrito en la pizarra. Siempre he tenido claro
que no conviene dejar rastros del crimen.
Esas
huellas en el encerado también me llevan a comprender con facilidad que hoy por hoy más de uno de mis colegas me
suspendería con toda claridad.
Habéis
hecho amistades. Han surgido noviazgos. Algunos, especialmente los alumnos de
sección, os conocéis desde vuestra primera infancia. Hoy vuestros caminos se
separan inevitablemente. Algunas amistades se conservarán. En otros casos, las
urgencias de la vida cotidiana os irán separando.
También
se acaba vuestra relación con el centro. De vez en cuando vendréis para
realizar alguna gestión o puede que para visitarnos pero poco a poco vuestras
visitas se irán espaciando hasta que un día os deis cuenta de que ya no
podréis volver al centro. Permanecerá el edificio pero ya no habrá ningún
compañero al que visitar, algunos profesores, los más viejos, ya no estaremos.
Otros se habrán trasladado. Un centro no es sólo el edificio, es un recuerdo,
un ambiente, unas situaciones. Nada hay que venza el paso inexorable del
tiempo. Todo es caduco y perecedero.
Pero
hay otra forma de volver al centro: echar la vista atrás, recordar vivencias.
El recuerdo suele ser benévolo y suele tener más presente los buenos momentos
que aquellos de dificultad.
Cuando
alguna vez echéis la vista atrás, quiero creer que vuestra memoria guardará un
recuerdo grato de estos años.
También puede que algo bueno recordéis de nosotros.
También puede que algo bueno recordéis de nosotros.
Tenemos
defectos, como es inevitable dada la humana condición, pero alguna virtud puede
que veáis en nosotros.
En
mi caso, un temperamento a veces volcánico me ha hecho daño. No voy a
justificar lo que no deja de ser una deficiencia en mi manera de ser pero, con
todo, si bien mis estallidos son tormentosos, no son duraderos y, aunque no
recomendables, por lo menos son expresión de que no hay en mí indiferencia
hacia lo que no considero correcto.
Los
seis años anteriores, tanto por parte de los que los habéis cursado en el
centro como por parte de los que os incorporasteis más tarde son años que os
marcarán para siempre. Cursáis muchas materias. A veces no le veis sentido a
muchas de ellas, pero es necesario que exista una etapa de estudio previa a la
especialización profesional, que sólo se puede dar en los estudios superiores.
Las
materias son muchas, sin duda, en comparación con lo que uno va a hacer de su
vocación y de su profesión, pero ello es necesario si no queremos que el
resultado de los estudios sea la formación de especialistas en una materia que
sean ignorantes de todo aquello que no tenga que ver con sus intereses
inmediatos. Ciertamente a una persona no le pueden interesar con la misma
intensidad todos las ámbitos del saber. Esto nos pasa a todos, pero es
necesario tener una mínima noción de todos ellos. Muchas de las cosas
aprendidas las olvidaréis pero ello no debe confundirnos y llevarnos a pensar
que no ha servido de nada lo aprendido. Hay una diferencia abismal entre no
saber y haber olvidado. Si nada sabemos nada tendremos que olvidar pero nuestra
mente es más rica si no recuerda que si no sabe.
Ahora
también vais a dar comienzo a vuestra vida como ciudadanos activos. No son
buenos los ejemplos que algunos de quienes dirigen la vida pública nos dan,
pero de esos malos ejemplos también debéis extraer buenas conclusiones y no
dejaros llevar por una indiferencia que lejos de resolver los problemas de la
vida pública los incrementa. Hacen falta ciudadanos críticos, atentos,
informados.
Con
frecuencia se oyen en los medios de comunicación, por parte de periodistas y
políticos, expresiones del tipo: " esta es la juventud más preparada de la
historia de España". No lo pongo en duda. Es cierto que en muchos aspectos
tenéis más preparación que la que alguno de nosotros tenía a vuestra edad.
Habéis viajado más que lo que lo hicimos nosotros cuando ocupábamos los
pupitres, tenéis mejor formación en idiomas que la que teníamos nosotros y
habéis dispuesto de unos medios que
algunos de nosotros, los más viejos, no podíamos ni imaginar. Con todo, como
los años me han vuelto no sé si cínico, pero sí receloso, la expresión
"preparado" se me ha tornado sospechosa. Siempre pensé que se trataba
de un simple adjetivo, pero repetida constantemente por políticos he llegado a
pensar si con ello, más que un adjetivo sin más misterio, no se refieren a una
palabra compuesta del prefijo "pre", es decir, "antes de",
y "parado", es decir, "sin trabajo". De acuerdo con esta
sospechosa interpretación, "preparado" querría decir estudiante
previo a estar parado. Sea de ello lo que fuere, si no queréis estar
"preparados" vais a tener que estar muy preparados.
A
vosotros nadie os va a regalar una titulación, nadie os va a regalar un grado,
lo tendréis que obtener con vuestro esfuerzo en el estudio y, con el esfuerzo
económico de vuestras familias.
Los
asuntos públicos no os deben dejar indiferentes, no porque sean apasionantes
sino porque os afectan directamente.
En
este 2018 se cumplen cuarenta años desde la promulgación de la actual Constitución
de 1978. No son pocas las constituciones que han tratado de regir la
convivencia entre los españoles: 1812, 1837, 1845, 1869, 1876, 1931. No cito
algún que otro estatuto, alguna que otra Constitución que no llegó a entrar en
vigor, algunas leyes fundamentales que mejor olvidar. Tanta fecha es muestra de
que nuestra historia no ha sido fácil. Sin duda, toda obra humana es
perfectible pero todo cambio debe estar bien meditado y es a vosotros de manera
principal a quienes os toca tratar de mejorar los acuerdos de convivencia.
A
veces se critica a los protagonistas de la Transición porque sólo hicieron lo
que pudieron. Los que, como yo, éramos entonces jóvenes, nos quejábamos con
frecuencia ante lo que nos parecía excesiva lentitud en los cambios. La
juventud y la prudencia no siempre son buenas compañeras. Tampoco ahora se
podrá hacer lo que se quiere y desea sino lo que se pueda hacer. Hacer lo que
no se puede es olvidar que la política se rige por una ética de responsabilidad.
Puede que aquella obra de la Transición no fuera el modelo de perfección que
los que la protagonizaron tendieron a trasmitir pero tampoco fue una farsa.
Esta España de hoy es mejor que la de hace cuarenta años. Vosotros la tendréis
que hacer aún mejor.
A
comienzo de este año en Primero de ESO, no recuerdo por qué motivo, me surgió
la necesidad de hablar de ETA. Un niño me preguntó: ¿qué es ETA?. Jamás una
demostración de desconocimiento por parte de un alumno me ha causado más
contento. De tratarse de una alumno de más edad me habría irritado su
ignorancia pero tratándose de un niño de doce o trece años rápidamente vinieron
a mi mente las imágenes de aquellos años de plomo. Hay que pasar adelante, cómo
no. Hay que pasar página, se suele decir. Claro que hay que pasar página, pero
una vez bien leía, estudiada y aprendida la página anterior, para que la
sinrazón, el espíritu de tribu, no atente una vez más a nuestra convivencia.
También
este año hemos podido constatar cómo la mujer, de manera clara, rotunda, ha
dicho no. No a la discriminación, no al abuso. Ese "no" desmiente el
significado negativo de un simple adverbio . Ese "no" es un
"sí" a la dignidad, un "sí" a la igualdad.
Este
año también se cumple un aniversario de nula importancia para el Centro, de
poco interés para vosotros pero sí significativo para mí: dentro de apenas dos
meses se cumplirán treinta años desde que yo aprobara la oposición para
profesor de instituto, en aquel momento Profesor Agregado de Bachillerato.
Unido a una experiencia anterior como docente y a otra experiencia como
profesor durante un año en el Ejército, más de la mitad de mi vida llevo ya en
las aulas. Ello no me hace más sabio, por supuesto. He cometido errores y en el
tiempo que me queda los seguiré cometiendo. Es inevitable por más que uno se
esfuerce. Tengo ya más pasado que futuro en este trabajo. Me cuesta ya seguir
el derrotero por donde discurre la enseñanza. Lo que se exige hoy de un
profesor es distinto a lo que se le exigía en 1988, cuando ingresé como
profesor en la enseñanza secundaria, entonces no obligatoria. Otros hombres y
mujeres, otras generaciones, con otros métodos, con otras técnicas, con más
frescura, con nuevas ideas, vendrán para mantener la labor de la enseñanza,
poco valorada, como suele pasar con las cosas en verdad importantes.
Estoy
convencido de que cada uno de nosotros ha intentado hacer su trabajo como mejor
ha sabido y podido.
Creo
que interpreto bien los sentimientos de mis compañeros si os deseo de todo
corazón que en este nuevo camino, tanto en lo personal como en lo profesional,
tengáis éxito. Éxito en el estudio, éxito en el trabajo, felicidad , en cuanto ello
es posible en esta vida; y si alguien no alcanzara esa felicidad, que por lo
menos nadie pueda decir que no la haya merecido, aunque no la haya encontrado.
¡Larga
vida a la promoción 2012- 2018! ¡ Hasta siempre!