Ayer
me comunicó el director de mi centro que, dado que en estos momentos soy el
profesor de mayor antigüedad en el cuerpo, debo formar parte de la mesa de
votación de las próximas elecciones sindicales.
Privilegios
de la antigüedad y privilegios de la vejez, supongo. También me dijo el
director que la Dirección de Área de Educación ha dejado de conceder unas
medallas que antes se otorgaban a los profesores que habían superado los 30
años de servicio, como es mi caso.
La
medalla no tenía gran valor material pero lo que más me ha enojado es la razón
que da la Dirección de Área: falta de presupuesto.
En
lo personal no me afecta ni mucho ni poco pues nadie es buen juez de sí mismo y
puede que en mi caso particular no me haya hecho acreedor a merecer medalla
alguna. Lo que me irrita es el lado institucional del asunto, el poco aprecio
que merecemos los que, mal que bien, intentamos desarrollar una labor, ante
quienes están en los despachos.
Resumiendo
conceptos: que se metan la medalla por donde les quepa.