La
obligación por parte de las autoridades educativas de transmitir las clases
semipresenciales a través de una cámara es una de las mayores estupideces que
se le han podido ocurrir a quienes sin tener idea de lo que es una clase se
dedican a dar todo tipo de hipócritas instrucciones con tal de salvar su cara,
dando la impresión de que se puede continuar realizando con normalidad lo que
en realidad es imposible.
Una
clase no es una conferencia. En una clase hay momentos alegres, momentos de
enfado, risas, broncas, explicaciones serias, momentos de relajación, bromas
que, fuera de contexto, pueden ser mal interpretadas.
Nuevas
tecnologías dicen que son, pero más bien suponen una vuelta atrás, al pasado.
Por
fortuna me he librado justo a tiempo de tener que pasar por semejante tortura.
Si para hablar he de estar ante una cámara, más que una clase me parece que
estoy dando un telediario.
En
fin, métanse las cámaras por donde les quepa.