Una
vez más, prosiguiendo una costumbre desde hace bastantes años establecida y
sólo interrumpida en el año 2020 debido a la pandemia, nos reunimos para
festejar la graduación de los alumnos de Segundo de Bachillerato. En esta
ocasión nos volvemos a encontrar en este escenario del auditorio Joan Manuel
Serrat del que nos despedimos en mayo de 2019 sin saber que íbamos a estar
ausentes tres años. Es para mí un gran honor poder participar de esta
celebración, y más si cabe dada mi situación como profesor ya retirado desde
hace más de un año de mis labores docentes. El hecho de que a pesar de ello se
siga contando conmigo para esta celebración me ilusiona por lo que ello supone
de afecto a mi persona.
Hoy
despedimos vuestro Bachillerato pero además concluye una etapa más larga para
la mayoría de vosotros de seis años de estancia entre las paredes del
instituto. No todos habéis cursado estos años en el centro pero sea la que sea
vuestra procedencia, en él todos habéis sido acogidos. Allá por septiembre de 2016, siendo todavía
unos niños, la mayoría os incorporasteis a este nuestro centro.
Recuerdo
todavía a algunos de vosotros en el curso de primero de la ESO, vuestras voces
aún infantiles, vuestra energía, en ocasiones difícil de encauzar, vuestra
forma de participar y debatir, sin duda desordenada pero llena de
vitalidad. A otros os conocí en cursos
posteriores de la Eso, a algunos nada más que en el breve tiempo en el que en
el curso pasado me ocupé del primero de Bachillerato. Por último están los que
nunca fueron mis alumnos, éstos sin
duda, los más afortunados de todos.
Muchas
habrán sido vuestras experiencias a lo largo de estos años. De lo que no cabe
dudar es de que no han sido años fáciles, no ya por la dificultad que todo
estudio ofrece, sino por las muy extremas situaciones por las que todos, y
vosotros especialmente, habéis tenido que pasar.
Erais
aún muy niños cuando allá por el año 2008 una crisis financiera internacional
dañó las economías de la mayoría de países de nuestro entorno. Aún cuando no tuvierais
edad para preocuparos de cuestiones financieras o económicas la angustia puede
que estuviera presente en alguno de vuestros hogares. Cuando poco a poco
parecía que aquella crisis iba quedando atrás sucedió lo inesperado: una crisis
sanitaria como ninguno de nosotros había conocido ni podía imaginar. Fue
durante el curso en el que la mayoría de vosotros estudiaba cuarto de la ESO
cuando se suprimieron las clases, al principio por 15 días que puede que más de
uno festejara como unas vacaciones anticipadas pero que se convirtieron en un
confinamiento distópico y en un adiós definitivo a las aulas para el resto del
curso. Nos vimos obligados a trabajar de una manera desconocida, aprendiendo
sobre la marcha diversas técnicas de eso que empezamos a llamar
"teletrabajo" pero que no
podía suplir de manera efectiva el contacto real con el aula. El curso pasado
pudimos recuperar la presencia pero de una manera insuficiente, por días
alternos.
También
parecía estar superándose esta crisis sanitaria cuando otro hecho terrible se
ha mostrado entre nosotros con toda su barbarie: la guerra, una guerra que en
su sinrazón ha renunciado incluso a la hipocresía con la que siempre se intenta
justificar la agresión y se ha impuesto con su cínica demostración de fuerza bruta.
Todas
estas experiencias nos han afectado a todos y especialmente a vosotros, por
cuanto han complicado sobremanera vuestras expectativas.
A
pesar de todas estas adversas circunstancias habéis perseverado y por fin
acabado vuestros estudios de Bachillerato.
Muchas
han sido las materias, muchos los profesores. Vuestro interés se habrá volcado
sin duda más hacia unas asignaturas que hacia otras pero todas ellas han
cumplido su parte en una etapa en la que se ha de intentar dar un enfoque
todavía no especializado.
Tiempo
habéis tenido de observarnos, a cada uno con nuestras características, pequeñas
manías y tiempo habéis tenido para haceros cargo de nuestros defectos y, eso
espero, alguna virtud que en nosotros hayáis podido apreciar.
No
todos habéis tenido a todos los profesores pero muchos de vosotros habréis
podido apreciar distintas virtudes en ellos: la calma y tranquilidad
imperturbable de Raúl, el respeto
infundido por Iván con esa su severa seriedad infundida desde su imponente
"verticalidad", la tranquila energía de David, siempre suave en la
forma pero contundente y certero en el fondo, la actitud humana y humanista de
Concha en la defensa de la cultura clásica con sus viajes a Grecia, esas
excursiones por Madrid de Pablo de las que este año he tenido el gusto de
participar, aprendiendo de su saber y erudición a la vez que mejorando el tono físico al tratar de seguir su marcha a
menudo casi atlética por las calles de Madrid, Arturo con sus clases de arte a
la par que ejerciendo como apóstol de Rafa Nadal en el centro aunque su tenis,
con ser bueno no se pueda equiparar al del mallorquín si bien se asemeja en
algo por lo que a la frecuencia de sus lesiones se refiere. Ha habido lugar
para la risa, el enfado, los nervios, las inquietudes, las ilusiones, los
disgustos.
También
nosotros, los profesores, os hemos podido observar y tratar. Con algunos
habremos acertado, con otros no habremos podido concitar su interés, es algo
inevitable cuando se trabaja con grupos humanos tan amplios.
Vuestros padres también habrán vivido de forma
intensa estos años asistiendo a esa vuestra transformación, viendo en algunos
casos cómo poco a poco el niño que creían poseer se iba convirtiendo en un ser
a veces ensimismado, a veces esquivo, puede que difícil de trato en ocasiones,
en un proceso inevitable pero que, como todo cambio, estaba lleno de
dificultades de no fácil solución.
Quizá
debido a la edad casi bíblica a la que me voy acercando también pienso en los
que tenéis aún la suerte de disfrutar de vuestros abuelos. Estos, los viejos,
bien mirado son los más jóvenes pues en años más jóvenes y tempranos que los
nuestros nacieron. Nos pueden enseñar más cosas de las que suponemos, no
ciertamente en innovaciones tecnológicas pero sí en experiencia y sabiduría.
Una sociedad que no respeta a sus mayores es una sociedad que se priva
voluntariamente de aprender de quienes antes que nosotros abrieron camino.
Estos
años han sido también muy importantes en un aspecto que, aunque relacionado con
vuestros estudios, tiene que ver sobre todo con vuestro desarrollo personal.
Los años del instituto deben ser, y así espero que haya sido, los años del
aprendizaje de la libertad personal. En la escuela erais niños y como a niños
se os trataba. En vuestros futuros estudios o en la vida laboral seréis
adultos. En el tiempo que habéis compartido en el instituto habéis transitado
de la niñez a la edad adulta. Habéis pasado de una etapa en que la mayor parte
de vuestros pasos era guiada por una autoridad externa a una de mayor
autonomía, de mayor libertad. La libertad, cuando se habla de ella sin
superficialidad, no es fácil, a veces nos asusta y nos resulta incómoda. Es
cómodo ser menor de edad, como ya nos enseñó el viejo Kant, pero el precio de
esa comodidad es el de una eterna inmadurez. La libertad nos permite hacer uso
de nuestra razón. Nadie, salvo quien tenga alma de esclavo, puede desear ser un
eterno menor de edad y estoy convencido que vosotros tampoco.
Muchos
sois ya mayores de edad y los que todavía no lo sois estáis ya próximos a
serlo. Es de desear que esa mayoría de edad legal se ajuste a una madurez real
ejercida tanto en el estudio como en la vida laboral. También como ciudadanos
alcanzáis la plenitud de derechos que se ha de concretar en vuestra actitud
como tales. Hay mucho ruido en la sociedad actual. Hemos dado por normal el
insulto como forma de participar en el debate que afecta a nuestro modo de
vivir. No, el insulto es siempre un fracaso de la razón. El grito es un abuso
por el que se pretende sustituir el mejor argumento, asunto este de la razón,
con la mayor potencia física con la que el grito se profiere. Dentro de esa
madurez de la que he hablado, sería mi deseo que en adelante seáis ciudadanos
capaces de argumentar con respeto y no seres gritones y enfadados.
Si el
insulto es un fracaso de la razón, la guerra es la máxima expresión del
insulto. Ahora tenemos la guerra aquí en Europa. No todos tienen la misma
responsabilidad ante una catástrofe así, de eso no hay duda. Con todo, si ya es
sabido que una guerra civil se suele calificar de guerra entre hermanos,
deberíamos pensar que, siendo uno el género humano, toda guerra es en el fondo
una guerra civil, la de la humanidad consigo misma, y como dijo una importante
figura durante nuestra última guerra civil, no debemos olvidar que al fin y al
cabo "todos somos hijos del mismo sol y tributarios del mismo
arroyo", Ojalá vosotros seáis capaces de alumbrar un mundo sin guerras.
Siempre
ha habido guerra, es cierto. También lo es que nunca debió haberla. Siempre ha
habido injusticias, quizá siempre las habrá, pero nunca las debería haber. No
es lícito el paso de lo que es a lo que debe ser. Hay personas que ante
cualquier injusticia dicen "es lo que hay". Por fortuna también ha
habido personas que ante esto no se resignaron. Aquella mujer que en los años
cincuenta en EEUU se negó a ceder su asiento a un hombre blanco se negó a su
vez a ceder a lo que había y con su valiente gesto dio un paso importantísimo
para elevar la dignidad de todos. No deis por bueno eso de "es lo que hay".
Cuando penséis que lo que hay no es satisfactorio nunca dejéis de luchar para
cambiarlo.
Espero
que en esta nueva madurez no os abandone nunca el deseo de seguir aprendiendo.
Nunca se deja de aprender si uno está abierto a lo que el mundo ofrece. Si os
vale de algo mi experiencia, puedo decir que a pesar de haber finalizado mi
etapa como profesor me he ido con la sensación de que hasta el último día debía
seguir aprendiendo y que había aspectos de mi trabajo que no había logrado
realizar bien. No me refiero a los hechos evidentes, como que nunca aprendí a
escribir bien en la pizarra, sino a la sensación de que en el fondo hubo muchas
facetas que podría haber realizado de otra manera y que no conseguí lograrlo.
Quizá lo que más insatisfacción me causó es el no haber conseguido dar siempre
el paso de lograr que el alumno pasara de saberse
algo a saberlo, es decir, de ser
capaz de reproducir para un examen unos conocimientos a asimilarlos de una
forma menos mecánica y más creativa. Estuve muchos años dando vueltas a este
problema y me marché con la sensación de no haber sabido solventarlo. Es esa
insatisfacción por lo no logrado la que os debe guiar en vuestro camino
siempre. Como pensemos que algo ya lo sabemos de forma suficiente habremos
perdido mucho de nosotros mismos.
Hoy
es día de despedida, alegre sin duda pero siempre con la sombra de tristeza que
toda despedida conlleva. Es en cierto modo la despedida de una primera juventud
lindante con la adolescencia, difícil pero llena de ilusión y el paso a una
juventud ya más marcada por las inquietudes de eso que llamamos el
"ganarse la vida". Muchos seguiréis estudiando pero ya con la vista
centrada en la profesión a la que vayáis a dedicar vuestras vidas. No han sido
fáciles estos años de estudio en el instituto pero a partir de ahora a la
dificultad se añadirá quizá una mayor frialdad, un mayor cálculo y la urgencia
por abrirse paso a la vida laboral en un mundo poco acogedor.
A
partir de hoy vuestros caminos se separan. Muchas de las amistades hechas puede
que perseveren. En otros casos la distancia y las distintas ocupaciones harán
que vayáis perdiendo el contacto. Iréis
viendo que la vida es un continuo despedirse. También el centro, con sus
experiencias y recuerdos, irá poco a poco difuminándose. De vez en cuando
vuestros recuerdos os harán volver a él pero la urgencia de los quehaceres de
la vida irá dejando estos años en el ámbito de un recuerdo que espero que sea
grato. También nosotros, los que fuimos vuestros profesores, iremos
desvaneciéndonos poco a poco en vuestros recuerdos. Con todo, cuando pasen los años y volváis alguna vez vuestra
mirada a estos años de instituto, desearía que esa no fuera una mirada de
nostalgia pues el pasado no vuelve nunca y recordar algo con agrado no debe
confundirse con el deseo de que algo permanezca. Es el carácter único y fugaz
de cada instante lo que le da a su vez su trascendencia del mismo modo que la
vida en su finitud la adquiere con el valor de algo único. Tengo la esperanza de que en ese recuerdo
sobrevuele un pensamiento simple pero certero: aquellos años no estuvieron mal,
merecieron la pena.
Yo
también tuve que dar paso en su día a mi despedida como profesor y pude vivir
ese carácter por un lado satisfactorio de pensar que realicé mi labor si no de
manera perfecta espero que sí de manera digna pero comprendiendo que era
necesario que otros hombres, otras mujeres, con más juventud y energía, con
nuevos métodos, prosiguieran con las tareas de un trabajo no siempre bien
apreciado pero necesario.
En
lo que a mí concierne, sé que más de una vez mis decisiones fueron equivocadas
pero siempre las tomé convencido de que eran las mejores para mis alumnos. El
error, la equivocación, forman parte de la humana condición y en este sentido
yo he sido plenamente humano, como estoy seguro que también lo fueron los que
durante años fueron mis compañeros. Hablo por mí y creo que también por mis
antiguos compañeros si afirmo que hemos intentado en nuestras clases dar lo
mejor de nosotros mismos y, hablando ahora
por mí, si no lo hice mejor es porque no supe más.
Os
deseo a todos éxito en vuestros distintos caminos y que seáis dignos de
alcanzar la felicidad en la medida en que ello sea posible en esta vida.
¡
Larga vida a la promoción 2016-2022!
Hasta
siempre.