Comienza
un nuevo curso. Es la vigésimo novena vez que inicio un año escolar.
El
primer año, cuando impartía los cursos del COU mi diferencia de edad con
respecto a los alumnos era de unos siete años aproximadamente. Por edad podría
haber sido el hermano mayor. Poco a poco fueron transcurriendo años y cursos.
Los alumnos siempre tenían la misma edad pero yo no. Un buen día, sin apenas
advertirlo, me di cuenta de que ya no podría ser por edad el hermano mayor sino
más bien el padre.
Así.
poco a poco, ha ido transcurriendo el tiempo hasta llegar al día de hoy, en el
que casi que podría ser el abuelo de más de uno.
Anímicamente
también se fue operando en mí un cambio. Los primeros años me sentía inseguro.
A base de experiencia y oficio me fui haciendo con la situación, procurando
marcar mi territorio para afianzar mi autoridad, mostrándome más como padre
severo que como "colega" de mis alumnos, una posición que siempre me
he negado a asumir.
Sabido
es que los abuelos consienten a sus nietos lo que nunca hubieran permitido a
sus hijos. Yo también me he vuelto, con el tiempo, más condescendiente con
algunos aspectos a los que antes daba mucha importancia y que hoy apenas
suscitan mi atención.
Al
principio, joven como era, los alumnos me trataban de usted. Hoy, que ya voy
teniendo una edad respetable, me llaman de tú. Ello tiene que ver con un uso
social que se ha impuesto en todos los ámbitos. No creo que me respeten por
ello menos que antes, quizá lo mismo, es decir, más bien poco.
Al
principio asistía al comienzo de un nuevo curso con nerviosismo pero también
con ilusión. Ahora ya ha desaparecido el nerviosismo pero me temo que quizá también la ilusión.
Tengo
la sensación de que en los ámbitos dirigentes ya no se desea que haya
profesores, que dicha figura resulta molesta. Me parece que se pretende si
acaso hacer de nosotros instructores,
o tal vez adiestradores.
Cuando
era un joven profesor, mi opinión era escuchada, así como la de mis compañeros.
Hoy día no es que no sea escuchada, es que ni siquiera hay ocasión de
manifestarla.
En
los centros escolares la convivencia no es mala pero tampoco buena porque hay
poca vida en ellos. Se han convertido en la "fábrica",
que era la manera en que Alfredo Di Stéfano solía referirse al campo de fútbol.
Siempre
hubo normas en los centros, como no puede ser de otro modo tratándose de instituciones
complejas, pero ellas eran la base de la organización y no el fin último y
obsesivo de nuestras actividades. Eran lo que debe ser toda norma, un
instrumento y no un fin.
Las
plantillas estaban mejor dotadas y cuando venía un profesor nuevo era acogido
con amabilidad. Hoy apenas prestamos atención a quien llega por primera vez,
pues son muchos, cada año en un sitio distinto, de modo que sin darnos cuenta,
se han creado dos tipos de profesores, los "nómadas" y los "sedentarios".
Cada
gobierno lleva en su mochila una nueva ley de enseñanza que trata de aplicar
amparándose en cada caso en informes de "expertos" que nadie sabe
nunca quiénes son, pues a mi modo de ver experto es el que tiene experiencia de
algo, y en el caso de la enseñanza no hay nadie que tenga experiencia salvo los
profesores, que son quienes están en el aula, pero estos nunca son consultados.
Sus quejas, en lugar de ser atendidas como las manifestaciones de alguien que
sabe de lo que habla, son despreciadas precisamente por ello mismo,
considerándose que manifiestan un punto de vista parcial. Se entiende, por
tanto, que el punto de vista objetivo sólo lo puede proporcionar la sosegada
racionalidad que se alcanza desde la tranquilidad de un despacho.
Los
inspectores redactan unas directrices que denotan un claro desconocimiento no
ya de la realidad de las aulas, sino del idioma castellano, pues están
redactadas en una jerga que no resiste el menor análisis acerca del contenido
de las mismas.
Esta
es la situación que se nos plantea y a la que debemos responder.
Parece
ser que Bismarck afirmaba que España era el país más fuerte de Europa pues
llevaba siglos tratando de destruirse a sí misma sin conseguirlo. Si ello es
cierto, su sistema educativo es sin duda uno de los pilares fundamentales de
dicha fortaleza.
Debemos
continuar, pese a todo, porque a pesar del desinterés general, tenemos la
obligación de no abandonar.