domingo, 31 de enero de 2016

¡ ZASCA !

Un "zasca" es más o menos lo que en otros tiempos se formulaba con expresiones tales como "¡Toma castaña!","¡chúpate esa!" y demás mandatos o consejos del mismo tenor.
"Zasca" es más breve. No hay sujeto, complemento ni nada que se parezca pero su poca complejidad sintáctica se ve compensada por la densidad casi física que transmite. Es fácil imaginarse al espectador de la discusión llenándose la boca de aire, hinchando los carrillos y diciéndose para sí mismo o para los demás en su caso: ¡Zasca!.
" ¡Toma castaña!" o "¡chúpate esa!" encierran algo más de dificultad. El imperativo no es tan fácil de interpretar como a simple vista parece. No sabemos si realmente nos están mandando que comamos castañas o tal vez nos están aconsejando la ingesta de las mismas. Parecida cosa, aunque algo más compleja sucede con "¡chúpate esa!". Desconocemos si el de chupársela es un mandato o un consejo y respecto del objeto que ha de ser chupado permanecemos en la más completa ignorancia. No se nos manda ni aconseja chupar tal o cual cosa. Se nos insta a que chupemos nada más y nada menos que un demostrativo, no se sabe muy bien si adjetivo o pronombre pues para ser más precisa la expresión sería más exacto decir "chúpate esa cosa" o más bien "chúpate a esa", mandatos o consejos que en todo caso no parecen muy elegantes.
En cualquier caso, "zasca" y expresiones similares no dejan de ser muestras de la firme creencia de que una discusión es una variante por un lado de la pelea y por otro del espectáculo, pues el que dice "zasca","¡toma ya!" y aconseja la toma de castañas o la succión de no se sabe qué es siempre un espectador que, como tal, no participa en la discusión pero es claramente partidario de una de las partes.

La discusión como lucha, agonía en su sentido literal, que tan bien analizó en su momento el gran Rafael Sánchez Ferlosio.

miércoles, 20 de enero de 2016

DEBATES DIVERTIDOS.

Por alguna extraña maldición del destino me resultan con frecuencia aburridas las cosas que a mucha gente  divierten y me interesan cosas que a la mayoría aburren.
El tipo de debate político que triunfa en televisión, donde tertulianos infatigables pasan horas y horas gritando y no respetando jamás un turno de palabra es valorado como algo vivo y dinámico, siendo así que a mí, a la primera interrupción se me embota  la capacidad de concentración.
Aprecio la polifonía en su ámbito más propio y logrado, que es la música. Con varias voces a la vez Bach construía piezas milagrosas, que eran expresión al mismo tiempo de arquitectura y poesía.
Hablando varias personas a la vez la polifonía se convierte en cacofonía y en vez de apreciarse el sentido de lo que dice cada uno lo que se percibe es más bien el ruidoso concierto de varias voces que se desgañitan en una variante televisiva de la darwiniana lucha por la vida en la que se acaba imponiendo el más fuerte.
No hay auténtico debate, con argumentos sólidos. Nada surge que muestre en mínimo grado el ingenio que se requiere para mantener una auténtica discusión.
La artillería se impone a la esgrima y yo, que he sido artillero a pesar mío y en contra de mi voluntad, valoro más la habilidad del practicante de esgrima que la mera imposición física de la superioridad artillera.
También se comparan a veces los debates con imágenes pugilísticas, hablando de cosas tales como que fulanito consiguió acertar directamente en la mandíbula de su contrincante.
Esta forma de debatir se parece demasiado al humor rancio, donde abunda la sal gorda y está ausente la ironía.
Al parecer, el incombustible político italiano Giulio Andreotti pensaba que en la política española faltaba finura (manca finezza).
El grito es expresión física, no intelectual.
Siempre es mejor mostrar que decir.