Un "zasca" es más o menos
lo que en otros tiempos se formulaba con expresiones tales como "¡Toma
castaña!","¡chúpate esa!" y demás mandatos o consejos del mismo
tenor.
"Zasca" es más breve. No
hay sujeto, complemento ni nada que se parezca pero su poca complejidad
sintáctica se ve compensada por la densidad casi física que transmite. Es fácil
imaginarse al espectador de la discusión llenándose la boca de aire, hinchando
los carrillos y diciéndose para sí mismo o para los demás en su caso: ¡Zasca!.
" ¡Toma castaña!" o "¡chúpate
esa!" encierran algo más de dificultad. El imperativo no es tan fácil de
interpretar como a simple vista parece. No sabemos si realmente nos están
mandando que comamos castañas o tal vez nos están aconsejando la ingesta de las
mismas. Parecida cosa, aunque algo más compleja sucede con "¡chúpate esa!".
Desconocemos si el de chupársela es un mandato o un consejo y respecto del
objeto que ha de ser chupado permanecemos en la más completa ignorancia. No se
nos manda ni aconseja chupar tal o cual cosa. Se nos insta a que chupemos nada
más y nada menos que un demostrativo, no se sabe muy bien si adjetivo o
pronombre pues para ser más precisa la expresión sería más exacto decir
"chúpate esa cosa" o más bien "chúpate a esa", mandatos o
consejos que en todo caso no parecen muy elegantes.
En cualquier caso, "zasca"
y expresiones similares no dejan de ser muestras de la firme creencia de que
una discusión es una variante por un lado de la pelea y por otro del
espectáculo, pues el que dice "zasca","¡toma ya!" y aconseja
la toma de castañas o la succión de no se sabe qué es siempre un espectador
que, como tal, no participa en la discusión pero es claramente partidario de
una de las partes.
La discusión como lucha, agonía en su
sentido literal, que tan bien analizó en su momento el gran Rafael Sánchez
Ferlosio.