Un
diputado ruso ha propuesto regular las peleas de aficionados ultras que se
producen en las inmediaciones de los estadios con la intención de que pierdan
su carácter de lucha caótica y se transformen en un espectáculo perfectamente
organizado.
Según
la ocurrencia de este padre de la patria se trata de organizar en debido modo,
lugar y hora a grupos de veinte aficionados que se darían golpes, palizas,
patadas y demás actividades que requieran tan alto empleo neuronal de tal
manera que los participantes puedan sacudirse entre ellos a más y mejor.
Brillante
es la idea, tanto como la inteligencia del diputado que la propone. No obstante,
puede que a su alta penetración (intelectual) haya escapado alguna que otra
consecuencia.
Entre
las posibles derivaciones no deseadas yo veo la siguiente: si se va a celebrar
una pelea organizada de veinte contra veinte, dudo que el espectáculo no
atraiga a seguidores de cada uno de los bandos, que puede que se peleen de
forma no organizada entre ellos, originando lo que en cierto modo sería una metapelea, que a su vez debería ser
reducida a una nueva organización de veinte contra veinte de entre este segundo
grupo de seguidores. Una vez hecho esto, aparecerían nuevos animadores que a su
vez se verían sometidos a la misma reglamentación y así hasta el infinito.
Sería
la versión a hostia limpia del juego de esas muñecas rusas dentro de las cuales
hay una muñeca más pequeña que, a su vez, contiene otra muñeca más pequeña.
Detrás
de la propuesta del diputado se esconde un profundo desconocimiento de los
procesos al infinito.
Hay
personas que piensan que, dado el caso del choque frontal de dos trenes, puesto
que el primer vagón de cada uno de los trenes recibiría sin duda el más fuerte
impacto, la solución sería suprimir en cada tren el primer vagón. Personas que
desconocen que una cosa es la materialidad de un vagón y otra el orden, en el
cual siempre habrá o un primer vagón o un vagón único.
Larga
vida al diputado ruso.