jueves, 13 de julio de 2017

UN POEMA DE NIEMÖLLER.



"Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,


Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,

,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar".



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Este es un poema muy famoso, sin título y sin una versión clara, pues su transmisión fue básicamente oral.
Lo más curioso del texto es su atribución. Muy citado en cualquier circunstancia donde alguien se sienta perseguido, se le suele adjudicar sistemáticamente al dramaturgo alemán Bertolt Brecht. El único problema de tal atribución es que Brecht jamás escribió tal poema.
El verdadero autor del célebre y problemático texto es Gustav Emil Martin Niemöller, un pastor protestante. Como muchos de los miembros de la iglesia evangélica alemana, Niemöller no vio con disgusto el acceso de Hitler al poder en 1933, dada la fuerte oposición y temor que muchos miembros del protestantismo alemán sentían hacia los socialdemócratas y, por supuesto, a los comunistas. Poco a poco su actitud hacia la tiranía nazi fue evolucionando de la aprobación a la decepción para culminar en franca oposición.
El texto se ha citado con añadidos y supresiones. En Estados Unidos es frecuente la omisión de la referencia a los comunistas. Por otro lado, en alguna versiones aparece una referencia a los católicos que parece que no estaba en la intención de Niemöller.
¿Por qué casi todo el mundo cita esta palabras como pertenecientes a Brecht? Probablemente por la misma razón que muchos ponen en boca de Don Quijote la expresión "con la Iglesia hemos topado", que jamás pronunció el hidalgo manchego.
Dejando aparte la cuestión de la autoría, el texto es en sí demoledor. Es un mensaje que recalca la superioridad de la humanidad respecto de la tribu.
Ningún sufrimiento nos debe resultar ajeno, por lejanos que nos podamos sentir hacia quienes en un determinado momento sufren.


lunes, 3 de julio de 2017

CONTUNDENCIAS Y DEBILIDADES.


Me dan miedo las opiniones rotundas, no por falta de compromiso sino por sobra de dudas.
No soy tibio pero sí escéptico. Tengo tanta tendencia a ponerme en lugar de los demás que al final, de tanto intentar comprender las razones de los otros, acabo por no estar seguro de las mías propias.
Me atraen más las personalidades angustiadas y poco seguras que las cinceladas con rasgos diáfanos y bien trazados. Me inclino más a Erasmo que a Lutero, más a Cicerón que a Augusto.

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Erasmo de Rotterdam
Montaigne es el maestro con quien más me identifico.
La contundencia  que observo en algunas opiniones vertidas en las redes me resulta ajena. A veces me siento fuera de lugar.
No soy hombre de iglesia, ni de la oficial ni de las otras.
Más aprecio la esgrima que la lucha libre. El insulto, reprobable pero comprensible en una situación vital concreta, me parece que está de más en la red. Cuando se tiene tiempo para pensar, insultar es tanto como reconocer incapacidad para razonar.

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Michel de Montaigne.


Me parece que la crítica es efectiva cuando muestra injusticia, no cuando lo que muestra es desahogo personal de quien escribe.
Por último, incluso lo que acabo de afirmar sobre el poco aprecio a las verdades rotundas me parece demasiado rotundo.
La duda es mi medio natural.

No sé.