miércoles, 25 de abril de 2018

FUEGO AMIGO.


Parece ser que el viejo canciller alemán Konrad Adenauer solía decir que en política existen en orden ascendente de peligrosidad adversarios, enemigos y compañeros de partido, siendo estos últimos los más peligrosos y de quienes más había que cuidarse.
Un ex ministro español todavía vivo, Rodolfo Martín Villa, solía gritar: "¡cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!".
Algo de cierto expresan estas prevenciones. Adolfo Suárez, en sus años finales, sufrió la acometida de los socialistas(comprensible al ser la oposición natural) pero quienes realmente acabaron con él fueron gentes de su mismo partido orientadas más a la derecha de lo que lo estaba su presidente.
Algo de esto le ha ocurrido a la señora que hasta hoy ha presidido la Comunidad de Madrid. Ella sola ha sido la protagonista de los hechos que le han llevado a dimitir pero el "fuego amigo" de gentes de su mismo partido ha ayudado sin duda.
Desde su retiro en su casa de Madrid, una señora en otro momento implacable y hoy entrañable abuelita tiene que estar partiéndose de risa.
Como decía el conde de Romanones: " ¡Joder, qué tropa!".

martes, 24 de abril de 2018

MALA LETRA.


Se está difundiendo por el espacio mágico y virtual de la red una afirmación que sostiene que las personas inteligentes a menudo tienen mala letra.
La afirmación no permite sostener que toda persona que tenga mala letra sea inteligente. Sólo señala lo habitual de que una cosa vaya unida a la otra.
En lo que a mí se refiere, mi mala letra ha quedado acreditada ante toda persona que se haya visto en la obligación de leerla, o más bien interpretarla. Ello no me da crédito como persona inteligente, como ya ha quedado claro.
En mis primeros años de profesor, en el transcurso de una evaluación  estábamos comentando el caso de un chico del que casi ninguno de los presentes tenía nada positivo que decir. Eran aquellos tiempos en los que no se hablaba con la corrección y circunspección hoy habitual. En determinado momento, mientras mis colegas seguían ponderando las carencias del alumno en cuestión, yo saqué unas notas que llevaba escritas. Una compañera que estaba sentada a mi lado vio el papel y, creyendo que se trataba de un escrito del alumno del que estábamos hablando dijo con voz totalmente audible: "y, además, basta ver la letra de este chico para darse cuenta que es la letra de un anormal". "Elvira, esta letra es la mía", le dije. "¡Qué tonta estoy, verás, es que no me he puesto las gafas!". Sí, sí, las gafas, pensé yo. Lo dicho, dicho está.
Resulta evidente que mi compañera no estaba del todo de acuerdo con la idea de asociar la mala letra a la inteligencia. Puede que en lo que a mí se refiere acertara en el diagnóstico, aunque fuera por razones equivocadas.