Se
está difundiendo por el espacio mágico y virtual de la red una afirmación que
sostiene que las personas inteligentes a menudo tienen mala letra.
La
afirmación no permite sostener que toda persona que tenga mala letra sea
inteligente. Sólo señala lo habitual de que una cosa vaya unida a la otra.
En
lo que a mí se refiere, mi mala letra ha quedado acreditada ante toda persona
que se haya visto en la obligación de leerla, o más bien interpretarla. Ello no
me da crédito como persona inteligente, como ya ha quedado claro.
En
mis primeros años de profesor, en el transcurso de una evaluación estábamos comentando el caso de un chico del
que casi ninguno de los presentes tenía nada positivo que decir. Eran aquellos
tiempos en los que no se hablaba con la corrección y circunspección hoy
habitual. En determinado momento, mientras mis colegas seguían ponderando las
carencias del alumno en cuestión, yo saqué unas notas que llevaba escritas. Una
compañera que estaba sentada a mi lado vio el papel y, creyendo que se trataba
de un escrito del alumno del que estábamos hablando dijo con voz totalmente
audible: "y, además, basta ver la letra de este chico para darse cuenta
que es la letra de un anormal". "Elvira, esta letra es la mía",
le dije. "¡Qué tonta estoy, verás, es que no me he puesto las
gafas!". Sí, sí, las gafas, pensé yo. Lo dicho, dicho está.
Resulta
evidente que mi compañera no estaba del todo de acuerdo con la idea de asociar
la mala letra a la inteligencia. Puede que en lo que a mí se refiere acertara
en el diagnóstico, aunque fuera por razones equivocadas.
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