jueves, 23 de agosto de 2018

DE VIEJAS RADIOS Y TRASTOS.


Tienen los viejos y ya inútiles aparatos domésticos una peculiar belleza como resultado de su liberación de la finalidad a la que, tanto en diseño como en su mecanismo estaban destinados.
Una vez cumplido su fin, acabada su vida útil, pasan a ser de simples utensilios a muebles, y admiramos en ellos más lo peculiar de su diseño que su eficacia, ya agotada.
Entre dichos aparatos siempre me llamaron la atención las viejas radios. Con suficiente edad como para poder recordarlas antes de la definitiva irrupción del transistor, me llamaba en especial la atención su contundente presencia diseñada para ocupar un lugar preferente en el salón antes de que el televisor, más voluminoso entonces pero más vulgar en su aspecto, se adueñara del principal rincón de cualquier salón.
La radio, no poseída por todo el mundo y escuchada en muchas ocasiones de forma comunitaria, fue durante muchos años, el medio de comunicación más importante. Reflejo de su época, en estos aparatos se transmitía de manera regular la información a través del diario hablado de Radio Nacional de España. También ocupaba el centro de la programación un sinnúmero de radionovelas y consultorios femeninos.
Recientemente, con motivo de una limpieza de cajones para deshacerme de papeles ya caducados y objetos inservibles, he recuperado una vieja radio que apareció por la casa de mi madre en Córdoba allá por los años cincuenta. Todavía se enciende, eso sí, con el uso de un alternador pues sigue utilizando la vieja corriente de 125. La he colocado en lugar preferente en mi estudio. Ahí luce, señorial e inútil, aristocrática en suma.
El dial promete escuchar emisoras de Burdeos, Lyon, París, Londres, Barcelona, Madrid, Bruselas, Estrasburgo, Budapest,  Florencia...aunque en aquellos aparatos lo único que se podía escuchar era la emisora local.
Siempre me excitó la imaginación el recorrido a través del dial por el nombre de esas ciudades, por más que la experiencia cotidiana desmintiera la promesa que en esos nombres se encontraba inscrita.
No me atrevería nunca a calificar como mendaz la aparición del nombre de esas variopintas ciudades ya que si bien la realidad desmentía siempre la indicación del dial, otra realidad menos tangible pero no menos real se mostraba: la de la capacidad de sugestión y de incitación a la imaginación que la radio tenía, capacidad que la televisión, con la contundencia de la imagen, nunca pudo superar.
La belleza de un objeto puede ser pretendida, cuando este es el fin directo de la producción, pero puede ser también la consecuencia no pretendida por el productor pero sí surgida de la pérdida de la utilidad a la que el objeto estaba destinado en su planteamiento inicial. La caducidad de un utensilio lo hace por definición inútil pero precisamente por ello resalta rasgos que en su vida útil quedaban ocultos ante la finalidad inmediata para la que estaba pensado.
El lugar que ahora ocupa mi vieja radio no hará que sirva para transmitir la actualidad pero sí que servirá como recuerdo de su importante preponderancia en una época en la que se constituyó en la más importante ventana al mundo para muchas familias. Una ventana que al no ser visual forzaba necesariamente al ejercicio de una imaginación que no sé si hoy por hoy está embotada ante la profusión instantánea de todo tipo de imágenes.


martes, 7 de agosto de 2018

BILINGÜISMO EN LAS AULAS.


Hace ya unos cuantos años me comentaba un compañero que una amiga inglesa que hablaba el español con soltura entendía sin la menor dificultad los giros de cualquier conversación con una excepción: no había manera de hacerle comprender el significado de la expresión "que si quieres arroz, Catalina". Cada vez que alguien recurría a esa frase hecha, la inglesa no hacía más que preguntar si a esa Catalina le gustaba mucho el arroz, o tenía hambre o qué era lo que le hacía demandar constantemente tal alimento.
No quiero pensar lo que la amiga inglesa habría pensado de oír expresiones tales como "lagarto, lagarto" u otras similares.
Viene esto a cuenta del empeño que desde hace años muestran las autoridades educativas por imponer el llamado bilingüismo en las aulas. La idea es fácil de vender a los padres: el uso del inglés en las aulas como primera lengua hará que los alumnos aprendan el segundo idioma con facilidad. Para ello se recurre a habilitar a profesores españoles para que den su materia en inglés.
No dudo yo de la competencia en tal lengua de quienes en ella se habilitan pero la competencia en un idioma no hace a nadie auténticamente bilingüe. El bilingüismo puro es un fenómeno no habitual. Un buen dominio del inglés capacita para quien lo posee a dar una buena conferencia, pero no una clase.
En una clase, y más si se trata de una materia humanística, es fundamental el juego con las palabras.
Dicho de otra forma: la verdadera lengua es aquella en la que se insulta.
Hay que dar clase en la lengua con la que se insulta. Otra cosa no es más que puro engaño, embeleco.

jueves, 2 de agosto de 2018

EL QUE MANDA Y EL QUE OBEDECE.


La fotografía está tomada el 21 de marzo de 1933. Corresponde a la inauguración del Reichstag, celebrada en la iglesia de la guarnición de Potsdam.



El canciller recibe al Presidente del Reich. El antiguo soldado viste una muy burguesa levita y se adelanta para saludar al viejo mariscal de campo.
La sensación que se obtiene, si no supiésemos ya de sobra el final de la historia, es la de sumisión del despectivamente llamado "cabo bohemio" hacia el viejo militar que así lo denominaba en sus círculos de confianza.
Hitler da la mano al presidente Hindenburg mientras efectúa una inclinación de cabeza en señal de respeto. El contraste entre la apariencia de gris funcionario del canciller y la imponente planta estatuaria del presidente no puede ser más llamativo. Si sólo supiésemos de estos dos personajes por esta instantánea deberíamos concluir que la persona de la izquierda claramente obedece y la de la derecha manda.
La fotografía y la ceremonia en sí son totalmente engañosas en lo que representan. En aquel momento el canciller se estaba apoderando apresuradamente de todos los resortes de mando en representación de lo que se creía una nueva Alemania y el presidente, un anciano, había quedado reducido a un símbolo que lo unía más a la desaparecida Alemania imperial que al nuevo orden que entonces estaba dando sus primeros pasos.
La fotografía es una obra maestra de la propaganda. Hitler adopta, por una vez, de forma deliberada, el aspecto de un político civil joven que se inclina ante el prestigio militar. Se trataba de buscar una imagen que estableciera una unión entre el nuevo sistema y las viejas tradiciones.
Posteriormente, en el interior de la iglesia el mariscal dirigió un saludo hacia el palco vacío del kaiser. Extraña república aquella en la que su presidente rendía honores a un jefe de estado ya desposeído.
Poco más de un año después el anciano presidente fallecía y Hitler incorporaba sus funciones de jefe de estado a las que ya ejercía como canciller.
El atuendo de civil fue desapareciendo de su vestuario y con él el disimulo del que esta instantánea es un ejemplo supremo.