Nunca
he entendido la fascinación que algunas personas causan sobre otras cuando
dicen palabras gruesas, profieren expresiones maleducadas y afirmaciones
brutales por lo poco matizadas y lo mucho gritadas.
Hay
un cierto tipo de personas, no mayoritarias pero tampoco pequeñas en número,
que cuando oyen hablar a alguien en tales términos afirman, con admiración, que
son personas que van "de frente".
Tal
parece como si el ir "de frente" fuera garantía de autenticidad.
Hay
personas para las que el matiz, el claroscuro, el gris, más que signo de finura
es muestra de debilidad y de poco compromiso.
Personas
que, ante cualquier juicio que uno vierta sobre una materia, más que atender a
las razones, se plantean "de qué lado estás".
Personas
que sólo admiten un pensamiento polarizado: o estás a favor o estás en contra.
Cierto
es que en cuestiones cruciales hay que estar a favor o en contra. No sería
juicioso, por poner un ejemplo, que alguien ante el maltrato hacia las mujeres,
dijera que hay que estudiar cada caso. Con todo, en un gran número de
cuestiones, no es fácil responder con un sí o un no tajantes. Quienes van
"de frente" no alcanzan a comprender, o no quieren, que el hecho de
matizar no es signo de debilidad o cobardía, sino más bien de duda.
¿Qué
sería de la civilización sin la duda? La duda es la madre del conocimiento. No
dudar suele ser signo más bien de tosquedad argumental.
También
se habla últimamente de que hay que ir por la vida "sin complejos",
como si los complejos no formaran parte de cualquier vida humana. Los seres
humanos tenemos complejos porque somos complejos. Lo opuesto a complejo no es
la valentía, es la simplicidad.
Ahí
puede estar la raíz del éxito que últimamente obtienen los mensajes poco
matizados: la falta de complejidad y la simpleza con que los juicios se
vierten, ya sea en las redes sociales o en los medios de comunicación.
No
quiero personas "sin complejos", quiero personas complejas,
difíciles, que duden, que piensen.
Un
fascismo de nuevo cuño se está imponiendo entre nosotros sin que acertemos a
dar respuesta adecuada.
El
exabrupto siempre tiene la ventaja de la inmediatez de su propia brutalidad. Es
llamativo y divierte a algunos. El análisis frío es aburrido, lento, poco
llamativo.
La
sociedad del espectáculo hace tiempo que ha decidido dar facilidades al
exabrupto. Cuando alguien tiene algo que decir de verdad, es rápidamente
censurado puesto que no da ningún "titular".
Vamos
hacia un mundo de enanismo mental. Los que van "de frente" van
ganando. Habrá que hacerles frente.