sábado, 18 de mayo de 2019

DISCURSO DE GRADUACIÓN 2019.


Un año más nos encontramos aquí, en este auditorio Joan Manuel Serrat, para celebrar el acto de graduación de nuestros alumnos de segundo de Bachillerato. Se cumplen con  este diez años justos desde que en 2009 iniciáramos la costumbre de celebrar aquí tal acontecimiento.
Recuerdo perfectamente cómo en las palabras que dirigí a mis alumnos de aquel año me referí a la dificultad que un evento de estas características ofrece para decir algo novedoso, algo original. Si en aquel momento ya mostraba dicha dificultad el problema ante el que hoy me encuentro se agrava, pues son ya muchas las ocasiones en que he tenido la oportunidad de dedicar a mis alumnos esta última lección y me resulta cada vez más difícil dar con unas palabras que no estén gastadas. He de dirigirme a un público que espera algo especial cuando en realidad me es más difícil hoy que ayer poder aportar alguna novedad interesante. La dificultad a la que me refiero ofrece con todo un lado positivo y uno negativo: el positivo radica en el hecho de que cada año la parte más significativa a la que van dirigidas mis palabras, los alumnos, va cambiando. El lado negativo viene dado por el hecho de que no todos los alumnos son nuevos entre mis oyentes. Algún que otro alumno, no se si llevado por su cariño al centro, ha permanecido en él más tiempo del previsto y puede que haya asistido ya a un acto de graduación.
Donde veo que no tengo escapatoria posible es entre mis compañeros, pues ellos han asistido más de una vez y por tanto considerarán repetitivas mis palabras. A estos últimos, a mis compañeros, quiero tranquilizarles y decirles que sus preocupaciones acabarán pronto pues pocas son ya las ocasiones en que tendré el honor de participar en esta fiesta de graduación.
La gran mayoría de vosotros estuvo con nosotros desde primero de la ESO, cuando erais unos niños. Otros os incorporasteis al centro posteriormente, procedentes de diversos colegios. El hecho de que unos y otros os integrarais sin dificultad muestra el carácter de un centro en el que a nadie se le pregunta de dónde viene.
A algunos de vosotros os he tenido más de un curso, a otros sólo uno y no falta quien nunca me tuvo como su profesor. A los que me tuvieron más tiempo les digo que de todo se consigue salir en esta vida. A los que nunca di clase les digo que si hasta ahora han sido personas con suerte, la misma no tiene por qué no sonreírles en el futuro.
Habéis tenido muchos profesores, cada uno con un estilo diferente pero todos con el mismo empeño de hacer comprender los secretos de sus distintas materias.
A través de la forma de conducirse de los distintos profesores habéis podido tener una lección viva acerca de la diversidad humana: habréis podido apreciar la tranquila energía de David, la bondadosa seriedad de Iván, la capacidad analítica de Alberto, la impetuosidad de Patricia, la sobriedad de Marta, la sabia retranca de Alfredo, la energía de Arturo, en mí habéis tenido oportunidad de observar las oscilaciones volcánicas y tempestuosas de un temperamento no siempre fácil. Cada uno de nosotros, desde nuestra forma de ser y nuestras cualidades, hemos intentado realizar nuestra labor.
Habéis estudiado muchas materias. Algunas puede que con interés, algunas con indiferencia y puede que algunas con poca inclinación. De todas habéis aprendido , aunque a veces cueste reconocer esto.
Algunos de vosotros puede que hayáis buscado el conocimiento. Otros puede que os hayáis guiado más bien por la utilidad.
 En lo que al conocimiento se refiere, todas las materias son caminos diversos para saciar la curiosidad y el afán de saber característico de la especie humana. El instituto intenta dar una visión global y sintética de los distintos ámbitos de la cultura y el conocimiento. Por fuerza habréis tenido que estudiar materias que no vais a seguir estudiando por no corresponder con vuestras inclinaciones pero ello es inevitable en este tramo educativo. Es cierto que en la vida hay que elegir, pero también es necesaria la existencia de una etapa en la cual se pueda tener un mínimo acercamiento a los distintos saberes si no queremos convertirnos en especialistas en algo e ignorantes en todo.
En la escuela el maestro estaba muy encima de vosotros. En el Instituto, aunque el profesor también ha estado pendiente, ha habido una mayor libertad, necesaria para alcanzar la madurez. Esto no es un colegio. Es necesario que el alumno se acostumbre a la libertad, si quiere progresar como persona, aunque puede que a alguno esa libertad le haya provocado dificultad porque el ejercicio de la libertad no es fácil pero es imprescindible si no queremos ser unos eternos menores de edad. El instituto es en definitiva el puente que debe conduciros de un ámbito escolar a uno académico. Por ello el Instituto debe ser un centro abierto.
Sin duda habrá muchos aspectos del centro que no os hayan resultado satisfactorios. Habréis podido notar defectos en cada uno de nosotros que os han resultado difíciles de sobrellevar. Ello es así en toda convivencia. Nunca la convivencia es fácil. Lo intenso siempre está lleno de dificultades. Sólo lo indiferente no ofrece dificultad.
Aunque a lo largo de estos años hayáis estado cansados de muchos aspectos del instituto, el nuevo camino os hará ver con nuevos matices estas experiencias vividas con nosotros.
Estos años que habéis vivido son muy distintos a cualquier otra edad humana. La diferencia que hay entre una persona de 12 años y una de 18 es abismal. La diferencia que va entre un niño y una persona muy joven pero ya adulta. Ese cambio lo vive cada uno de manera distinta, quien de forma tormentosa, quien de forma más sosegada. Vuestros padres han tenido que ver, a veces con inquietud y perplejidad, cómo iba difuminándose el niño que creían tener y pasaba a convertirse en un ser que, en busca de su propia identidad, se les volvía a veces extraño y problemático. En ningún otro momento de la vida el cambio es tan significativo. Habéis hecho amistades, establecido y roto relaciones, habéis tenido momentos de alegría pero también habréis sufrido periodos de dificultad en los que no veíais claro cuál debía ser vuestro camino. No ha faltado quien sufriera el aldabonazo de la enfermedad superada con valentía y tesón. Todas estas experiencias formarán ya parte del caudal de vuestras vidas.
Algunas de las amistades hechas se conservarán pero en muchos casos las distintas trayectorias vitales harán que perdáis el contacto entre muchos de vosotros.
Hoy os despedís no sólo del instituto. En cierto modo os despedís de algo de vosotros mismos.
Lo que viene a partir de hoy se ajustará más a vuestros intereses más inmediatos pero como experiencia vital difícilmente superará la de estos años que dejáis atrás. Los años del instituto son los que más se recuerdan. Uno es, como decía un profesor que tuve en la Facultad, de donde ha hecho el Bachillerato. Yo todavía mantengo amistad con algunos de los compañeros que tuve en el Instituto. Espero que si dentro de 40 años, cuando con toda seguridad yo ya no esté, recordáis vuestra estancia en este centro lo podáis hacer en compañía de alguno de vuestros amigos. También espero y deseo que el tiempo, que decanta lo bueno y lo malo, os permita apreciar lo que de bueno tuvo esta experiencia.
El fin del Bachillerato coincide con el inicio de la mayoría de edad. Muchos ya sois mayores de edad y los que todavía no la han alcanzado pronto lo harán. Alcanzáis el estado de plena ciudadanía. Los problemas de la sociedad no os deben ser indiferentes porque os afectan de pleno. No os deben ser ajenas las cuestiones de la política, pues como ciudadanos que sois, debéis estar informados.
Recientemente se han celebrado en España unas elecciones legislativas en las que alguno de vosotros puede que haya ejercido por primera vez el derecho al voto. Con independencia de cuál sea el sentido del voto y la orientación política de cada cual, lo importante es el hecho de que, al votar, se muestra un interés por cuál sea el curso que deban seguir los acontecimientos colectivos.
Debéis expresar en esta nueva vida de adultos vuestra opinión, pero las opiniones hay que intentar fundamentarlas siempre en razones.
Hay mucho ruido en nuestra sociedad y poco razonamiento. El debate político en el que como jóvenes vais a estar inmersos debe dirigirse siempre más a lo racional que a lo visceral. No siempre lo más llamativo y ruidoso es lo más auténtico.
Se cumplen en este año treinta desde la caída del muro de Berlín. Recuerdo perfectamente aquel día de noviembre de 1989. Era yo entonces profesor en el instituto Felipe II de Madrid. Las conversaciones con mis compañeros estaban marcadas por la ilusión y la esperanza de que una nueva era de paz y progreso era llegada. Las esperanzas no se han cumplido. La casa común europea de la que en aquellos años se nos hablaba se vio sometida al poco a tensiones y la guerra civil en un país europeo, Yugoslavia, nos hizo ver, con estupor, que el fantasma de la guerra, que creíamos desterrado de Europa, resurgía de forma cruenta y cruel.
Nuevos muros nos amenazan, algunos físicos y otros mentales. A vosotros os corresponde derribar esos muros, y la piqueta más eficaz y única es la de la razón.
También este año se cumplen ochenta desde el final de nuestra guerra civil. No ha sido fácil la historia de la convivencia de los españoles. También entre nosotros ha habido muros y en más de una ocasión nos hemos dejado llevar más por la llamada de la tribu que por la sobria convivencia entre ciudadanos. Con todo, cuando a veces los ecos del enfrentamiento parecen evocar el odio de otras épocas debemos darnos cuenta que estamos condenados a convivir y entendernos y deberíamos recordar las palabras que un importante personaje público pronunció en 1938 pues al fin y al cabo "todos somos hijos del mismo sol y tributarios del mismo arroyo".
Ya para finalizar me voy a permitir evocar un acontecimiento personal: cuando en el pasado mes de diciembre se celebraron las elecciones sindicales el director se dirigió a mí para comunicarme que debía presidir la mesa electoral dado que era en esos momentos el funcionario más antiguo en el cuerpo de profesores de este centro. Ello me puso ante los ojos de forma instantánea el largo tiempo transcurrido desde que siendo joven me incorporé a lo que entonces era conocido como Cuerpo de Profesores Agregados de Bachillerato. También me hizo ver con claridad que ya el final de mi carrera como profesor está próximo. Nunca lo logrado coincide con lo pretendido y sin duda he cometido bastantes errores a lo largo de estos años, como es propio de la humana condición. En lo que a mí respecta, voy a invertir los papeles tradicionales que rigen entre profesor y alumno y os voy a pedir que no seáis muy severos y no me tengáis en cuenta las intemperancias y brusquedades con las que a veces me he podido conducir con vosotros.
Creo poder hablar en nombre de mis compañeros si os digo que cada uno de nosotros ha intentado hacer las cosas lo mejor que podía y sabía, a veces con mayor receptividad por parte de los alumnos, en ocasiones con menos pues también los grupos y promociones son distintos y no siempre se acierta.
Como debe ser, a la hora de despedirnos, creo que interpreto correctamente el sentir de mis compañeros al desearos que de ahora en adelante os acompañe el éxito: éxito en vuestros futuros estudios, éxito en vuestra vida laboral y familiar.
También os deseo felicidad, en la medida en que ello sea posible aunque sabido es que no siempre la felicidad está en nuestra mano. Lo que sí está en nuestro poder es el hecho de merecerla, de ser dignos de ella, como nos enseñó el viejo maestro Kant. Por tanto, se cumplirían mis mayores deseos si todas las personas que traten con vosotros pueden decir que sois hombres y mujeres de ley, dignos y honestos.
¡Larga vida a la promoción 2013-2019!
Hasta siempre.