Un
año más nos encontramos aquí, en este auditorio Joan Manuel Serrat, para
celebrar el acto de graduación de nuestros alumnos de segundo de Bachillerato.
Se cumplen con este diez años justos
desde que en 2009 iniciáramos la costumbre de celebrar aquí tal acontecimiento.
Recuerdo
perfectamente cómo en las palabras que dirigí a mis alumnos de aquel año me
referí a la dificultad que un evento de estas características ofrece para decir
algo novedoso, algo original. Si en aquel momento ya mostraba dicha dificultad el
problema ante el que hoy me encuentro se agrava, pues son ya muchas las
ocasiones en que he tenido la oportunidad de dedicar a mis alumnos esta última
lección y me resulta cada vez más difícil dar con unas palabras que no estén
gastadas. He de dirigirme a un público que espera algo especial cuando en
realidad me es más difícil hoy que ayer poder aportar alguna novedad
interesante. La dificultad a la que me refiero ofrece con todo un lado positivo
y uno negativo: el positivo radica en el hecho de que cada año la parte más
significativa a la que van dirigidas mis palabras, los alumnos, va cambiando.
El lado negativo viene dado por el hecho de que no todos los alumnos son nuevos
entre mis oyentes. Algún que otro alumno, no se si llevado por su cariño al centro,
ha permanecido en él más tiempo del previsto y puede que haya asistido ya a un
acto de graduación.
Donde
veo que no tengo escapatoria posible es entre mis compañeros, pues ellos han
asistido más de una vez y por tanto considerarán repetitivas mis palabras. A
estos últimos, a mis compañeros, quiero tranquilizarles y decirles que sus
preocupaciones acabarán pronto pues pocas son ya las ocasiones en que tendré el
honor de participar en esta fiesta de graduación.
La
gran mayoría de vosotros estuvo con nosotros desde primero de la ESO, cuando
erais unos niños. Otros os incorporasteis al centro posteriormente, procedentes
de diversos colegios. El hecho de que unos y otros os integrarais sin
dificultad muestra el carácter de un centro en el que a nadie se le pregunta de
dónde viene.
A
algunos de vosotros os he tenido más de un curso, a otros sólo uno y no falta
quien nunca me tuvo como su profesor. A los que me tuvieron más tiempo les digo
que de todo se consigue salir en esta vida. A los que nunca di clase les digo
que si hasta ahora han sido personas con suerte, la misma no tiene por qué no
sonreírles en el futuro.
Habéis
tenido muchos profesores, cada uno con un estilo diferente pero todos con el
mismo empeño de hacer comprender los secretos de sus distintas materias.
A
través de la forma de conducirse de los distintos profesores habéis podido
tener una lección viva acerca de la diversidad humana: habréis podido apreciar
la tranquila energía de David, la bondadosa seriedad de Iván, la capacidad
analítica de Alberto, la impetuosidad de Patricia, la sobriedad de Marta, la
sabia retranca de Alfredo, la energía de Arturo, en mí habéis tenido
oportunidad de observar las oscilaciones volcánicas y tempestuosas de un
temperamento no siempre fácil. Cada uno de nosotros, desde nuestra forma de ser
y nuestras cualidades, hemos intentado realizar nuestra labor.
Habéis
estudiado muchas materias. Algunas puede que con interés, algunas con
indiferencia y puede que algunas con poca inclinación. De todas habéis
aprendido , aunque a veces cueste reconocer esto.
Algunos
de vosotros puede que hayáis buscado el conocimiento. Otros puede que os hayáis
guiado más bien por la utilidad.
En lo que al conocimiento se refiere, todas
las materias son caminos diversos para saciar la curiosidad y el afán de saber
característico de la especie humana. El instituto intenta dar una visión global
y sintética de los distintos ámbitos de la cultura y el conocimiento. Por
fuerza habréis tenido que estudiar materias que no vais a seguir estudiando por
no corresponder con vuestras inclinaciones pero ello es inevitable en este
tramo educativo. Es cierto que en la vida hay que elegir, pero también es
necesaria la existencia de una etapa en la cual se pueda tener un mínimo
acercamiento a los distintos saberes si no queremos convertirnos en
especialistas en algo e ignorantes en todo.
En
la escuela el maestro estaba muy encima de vosotros. En el Instituto, aunque el
profesor también ha estado pendiente, ha habido una mayor libertad, necesaria
para alcanzar la madurez. Esto no es un colegio. Es necesario que el alumno se
acostumbre a la libertad, si quiere progresar como persona, aunque puede que a
alguno esa libertad le haya provocado dificultad porque el ejercicio de la libertad
no es fácil pero es imprescindible si no queremos ser unos eternos menores de
edad. El instituto es en definitiva el puente que debe conduciros de un ámbito
escolar a uno académico. Por ello el Instituto debe ser un centro abierto.
Sin
duda habrá muchos aspectos del centro que no os hayan resultado satisfactorios.
Habréis podido notar defectos en cada uno de nosotros que os han resultado
difíciles de sobrellevar. Ello es así en toda convivencia. Nunca la convivencia
es fácil. Lo intenso siempre está lleno de dificultades. Sólo lo indiferente no
ofrece dificultad.
Aunque
a lo largo de estos años hayáis estado cansados de muchos aspectos del
instituto, el nuevo camino os hará ver con nuevos matices estas experiencias vividas
con nosotros.
Estos
años que habéis vivido son muy distintos a cualquier otra edad humana. La
diferencia que hay entre una persona de 12 años y una de 18 es abismal. La
diferencia que va entre un niño y una persona muy joven pero ya adulta. Ese
cambio lo vive cada uno de manera distinta, quien de forma tormentosa, quien de
forma más sosegada. Vuestros padres han tenido que ver, a veces con inquietud y
perplejidad, cómo iba difuminándose el niño que creían tener y pasaba a
convertirse en un ser que, en busca de su propia identidad, se les volvía a
veces extraño y problemático. En ningún otro momento de la vida el cambio es
tan significativo. Habéis hecho amistades, establecido y roto relaciones,
habéis tenido momentos de alegría pero también habréis sufrido periodos de dificultad
en los que no veíais claro cuál debía ser vuestro camino. No ha faltado quien
sufriera el aldabonazo de la enfermedad superada con valentía y tesón. Todas
estas experiencias formarán ya parte del caudal de vuestras vidas.
Algunas
de las amistades hechas se conservarán pero en muchos casos las distintas
trayectorias vitales harán que perdáis el contacto entre muchos de vosotros.
Hoy
os despedís no sólo del instituto. En cierto modo os despedís de algo de
vosotros mismos.
Lo
que viene a partir de hoy se ajustará más a vuestros intereses más inmediatos
pero como experiencia vital difícilmente superará la de estos años que dejáis
atrás. Los años del instituto son los que más se recuerdan. Uno es, como decía
un profesor que tuve en la Facultad, de donde ha hecho el Bachillerato. Yo
todavía mantengo amistad con algunos de los compañeros que tuve en el
Instituto. Espero que si dentro de 40 años, cuando con toda seguridad yo ya no
esté, recordáis vuestra estancia en este centro lo podáis hacer en compañía de
alguno de vuestros amigos. También espero y deseo que el tiempo, que decanta lo
bueno y lo malo, os permita apreciar lo que de bueno tuvo esta experiencia.
El
fin del Bachillerato coincide con el inicio de la mayoría de edad. Muchos ya
sois mayores de edad y los que todavía no la han alcanzado pronto lo harán.
Alcanzáis el estado de plena ciudadanía. Los problemas de la sociedad no os
deben ser indiferentes porque os afectan de pleno. No os deben ser ajenas las
cuestiones de la política, pues como ciudadanos que sois, debéis estar
informados.
Recientemente
se han celebrado en España unas elecciones legislativas en las que alguno de
vosotros puede que haya ejercido por primera vez el derecho al voto. Con
independencia de cuál sea el sentido del voto y la orientación política de cada
cual, lo importante es el hecho de que, al votar, se muestra un interés por
cuál sea el curso que deban seguir los acontecimientos colectivos.
Debéis
expresar en esta nueva vida de adultos vuestra opinión, pero las opiniones hay
que intentar fundamentarlas siempre en razones.
Hay
mucho ruido en nuestra sociedad y poco razonamiento. El debate político en el
que como jóvenes vais a estar inmersos debe dirigirse siempre más a lo racional
que a lo visceral. No siempre lo más llamativo y ruidoso es lo más auténtico.
Se
cumplen en este año treinta desde la caída del muro de Berlín. Recuerdo
perfectamente aquel día de noviembre de 1989. Era yo entonces profesor en el
instituto Felipe II de Madrid. Las conversaciones con mis compañeros estaban
marcadas por la ilusión y la esperanza de que una nueva era de paz y progreso
era llegada. Las esperanzas no se han cumplido. La casa común europea de la que
en aquellos años se nos hablaba se vio sometida al poco a tensiones y la guerra
civil en un país europeo, Yugoslavia, nos hizo ver, con estupor, que el fantasma
de la guerra, que creíamos desterrado de Europa, resurgía de forma cruenta y
cruel.
Nuevos
muros nos amenazan, algunos físicos y otros mentales. A vosotros os corresponde
derribar esos muros, y la piqueta más eficaz y única es la de la razón.
También
este año se cumplen ochenta desde el final de nuestra guerra civil. No ha sido
fácil la historia de la convivencia de los españoles. También entre nosotros ha
habido muros y en más de una ocasión nos hemos dejado llevar más por la llamada
de la tribu que por la sobria convivencia entre ciudadanos. Con todo, cuando a
veces los ecos del enfrentamiento parecen evocar el odio de otras épocas
debemos darnos cuenta que estamos condenados a convivir y entendernos y deberíamos
recordar las palabras que un importante personaje público pronunció en 1938
pues al fin y al cabo "todos somos hijos del mismo sol y tributarios del
mismo arroyo".
Ya
para finalizar me voy a permitir evocar un acontecimiento personal: cuando en el
pasado mes de diciembre se celebraron las elecciones sindicales el director se
dirigió a mí para comunicarme que debía presidir la mesa electoral dado que era
en esos momentos el funcionario más antiguo en el cuerpo de profesores de este
centro. Ello me puso ante los ojos de forma instantánea el largo tiempo
transcurrido desde que siendo joven me incorporé a lo que entonces era conocido
como Cuerpo de Profesores Agregados de Bachillerato. También me hizo ver con
claridad que ya el final de mi carrera como profesor está próximo. Nunca lo
logrado coincide con lo pretendido y sin duda he cometido bastantes errores a
lo largo de estos años, como es propio de la humana condición. En lo que a mí
respecta, voy a invertir los papeles tradicionales que rigen entre profesor y
alumno y os voy a pedir que no seáis muy severos y no me tengáis en cuenta las
intemperancias y brusquedades con las que a veces me he podido conducir con
vosotros.
Creo
poder hablar en nombre de mis compañeros si os digo que cada uno de nosotros ha
intentado hacer las cosas lo mejor que podía y sabía, a veces con mayor
receptividad por parte de los alumnos, en ocasiones con menos pues también los
grupos y promociones son distintos y no siempre se acierta.
Como
debe ser, a la hora de despedirnos, creo que interpreto correctamente el sentir
de mis compañeros al desearos que de ahora en adelante os acompañe el éxito:
éxito en vuestros futuros estudios, éxito en vuestra vida laboral y familiar.
También
os deseo felicidad, en la medida en que ello sea posible aunque sabido es que
no siempre la felicidad está en nuestra mano. Lo que sí está en nuestro poder
es el hecho de merecerla, de ser dignos de ella, como nos enseñó el viejo
maestro Kant. Por tanto, se cumplirían mis mayores deseos si todas las personas
que traten con vosotros pueden decir que sois hombres y mujeres de ley, dignos
y honestos.
¡Larga
vida a la promoción 2013-2019!
Hasta
siempre.
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