A lo largo de mi carrera como
profesor de instituto ( 1988. 2020) he tenido muchos compañeros y compañeras.
Con la mayoría de ellos mi relación ha sido correcta. Con unos pocos mi
relación lo ha sido de amistad, También, hay que reconocerlo, he tenido que
trabajar con auténticos canallas, aunque, por fortuna, estos han sido los
menos, aunque su daño en la profesión ha sido notable y, por ellos, muchas
veces ha existido la tentación de juzgarnos a los demás.
Entre los mejores, sin ningún
género de dudas, figura David, el profesor de matemáticas del Ies Al Satt,
Cuando lo conocí, en septiembre de 2005, este profesor tenía 26 años, muy
jovencito para la responsabilidad de enfrentarse a un aula con tipos y personalidades
de lo más variopinto. En seguida me llamó la atención su energía y
personalidad. David, pese a su juventud, desempeñaba su tarea con gran
personalidad y con gran energía. Desprendía autoridad, que no autoritarismo,
pero todo ello desde una energía tranquila. Yo, que por edad podría haber sido
perfectamente su profesor, no dejaba de admirar su tranquilo saber hacer. Sin
necesidad de gritos y gestos de autoridad conseguía lo que quería pues su
autoridad no era la enfática del que se sabe en una posición de poder sino la
auténtica de quien sabe lo que hay que hacer y cómo hacerlo.
Como compañero lo tuve en los
turnos de guardia y me entendía a las mil maravillas con él, desdramatizando en
lo posible nuestras actuaciones. Solíamos hacer bromas y creo que él también
apreciaba mi forma de ser. Cuando había que entrar en un aula sin profesor yo
le decía “espera que prepare la cara de estúpido para entrar”. Cuando por fin
yo consideraba que había alcanzado el suficiente nivel de estupidez en mi
expresión entraba en el aula y profería todo tipo de amenazas que por supuesto
no pensaba cumplir. Eso lo hacíamos con los críos más pequeños, evidentemente.
Cuando estábamos en clase o bien él
o bien yo, a través de los ventanales hacíamos gestos de broma intentando
descomponer la figura que en ese momento estaba dando clase.
Siendo profesor de matemáticas, su
orientación, básicamente humanista, hacía que se interesara por otros temas,
como por ejemplo la música, compartidos por mí.
Ahora se va. Junto con su mujer, se
traslada a León. Es su deseo y por mi parte espero que le vaya bien pero el Al
Satt pierde a uno de esos profesores que hacen que ese instituto ya sea otro.
David es un buen ejemplo del lema
“suaviter in modo, fortiter in re”, es decir, suave en la forma pero fuerte,
serio y contundente en lo real.
Que tengas mucha suerte y fortuna
en tu nuevo destino.
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