jueves, 26 de febrero de 2015

PEPE ISBERT Y RITA BARBERÁ.

Luis García Berlanga nos brindó, a través de un humor más crítico que ácido, una visión certera de la España de los años cincuenta. Uno de los momentos más memorables de su película Bienvenido Mister Marshall es sin duda el discurso que el alcalde, representado por el actor Pepe Isbert, dirige a sus vecinos, en el cual les anuncia su intención y su deber de darles una explicación.



Su famosa y circular arenga: "yo, como alcalde de este pueblo que soy os debo una explicación, y esa explicación que os debo os la voy a pagar" ha       quedado en la memoria de cualquier ciudadano que haya pasado de los cincuenta años.
Recientemente la alcaldesa de Valencia ha ofrecido otro ejemplo de discurso memorable, no por encomiable sino por la hilaridad que el mismo ha suscitado. La alcaldesa, en un idioma que siendo mezcla de valenciano y castellano, no se una síntesis de los mismos pero sí una suma de los disparates que en cualesquiera de dichas lenguas se puedan proferir, ha dado acta del comienzo de las Fallas con un discurso apropiado a tal festividad, esto es, con un discurso de traca.



Los dos alcaldes provocan la risa en sus parlamentos ante sus vecinos, pero con una diferencia, la que va de la ficción a la realidad; la que va del humor inteligente al ridículo irresponsable; la diferencia entre el retrato de Berlanga y la realidad del nivel de la regidora de la tercera ciudad de España.
En el discurso representado por Isbert se ven imágenes de un pueblo pobre, un público todavía aturdido, con el gesto de estupor de todo sobreviviente a una guerra.
En el discurso de la alcaldesa de Valencia lo que más llama la atención es, sin duda, la falta del menor sentido del ridículo de alguien que está acostumbrado a que, haga lo que haga y lo haga como lo haga, va a dar igual, pues siempre le han salido bien las cosas.
La película de Berlanga es un fruto de la capacidad humana de ficción.
El discurso de la alcaldesa de Valencia no es fruto de ninguna ficción, aunque sea un discurso de alucinación.
Siendo un hecho real, se podría haber debido sin dificultad a la imaginación de Almodóvar.
La España de Berlanga era un país pobre, pero que en sus dificultades para sobrevivir mantenía la dignidad que era posible en unos tiempos amargos y terribles.
La España de Almodóvar, que es la de la alcaldesa de Valencia, a pesar de la crisis, no es tan pobre, no es tan analfabeta, pero es en cierto modo más inculta, pues no tiene más cultura que la del dinero fácilmente adquirido y fácilmente malgastado.
El discurso de Isbert era circular por repetitivo, pero en su circularidad era sintácticamente correcto. El discurso de la alcaldesa de Valencia es repetitivo pero sin asomo de sintaxis, por tanto, sin estructura ni orden.
Isbert se esforzaba por argumentar. La alcaldesa sólo mostraba la vaciedad de ideas que han hecho posible que una persona así pueda durante tantos años ser la máxima representación de una ciudad importante.
El discurso de la alcaldesa es un ejemplo de que, por desgracia, no están los mejores en los más altos puestos.
La alcaldesa no es la única responsable. Si está ahí es porque ha sido elegida. Si después de mayo sigue estando ahí habrá que pensar que quizá ya no existe la política ni el pueblo y que su lugar ha sido ocupado por el espectáculo y el público.


miércoles, 25 de febrero de 2015

¿ INCOMPRENDIDOS ?

Hay personas a las que nadie comprende. Tales personas se sienten incomprendidas.

También puede darse el caso de personas a las que nadie comprende porque son sencillamente incomprensibles.

jueves, 19 de febrero de 2015

FUMADORES.

Siempre estuvo prohibido fumar en los centros escolares pero a finales de los ochenta ninguno de nosotros hacía el menor caso a dicha prohibición. Bien es cierto que en el aula no se fumaba pero en los pasillos sí.
La prohibición también regía por supuesto para los chavales. Cuando sorprendíamos a alguno de ellos fumando por los pasillos le echábamos la bronca mientras apurábamos nuestro cigarrillo ( eso sí que era jerarquía y estatus ).
Después aparecieron por los centros profesores más serios y concienciados, que nos afeaban nuestra conducta hasta que lograron que se nos habilitara una sala especial para nosotros, con lo que se consiguieron dos cosas : que no les molestáramos a ellos con nuestro humo a la vez que nos librábamos nosotros de soportar sus caras de amargados sapos.
Los no fumadores eran más intransigentes que los fumadores, como patentiza el hecho de que a ellos les molestara que nosotros fumáramos en su presencia, cuando a ninguno de nosotros nos molestó jamás que ellos no lo hicieran en la nuestra.
Se logró que ni siquiera dispusiéramos de una sala para nuestro hábito. Con la nueva legislación, el único lugar era la desnuda, intemperante, desolada ( puta en definitiva ) calle.
Allí nos concentrábamos en nuestros ratos libres para dedicarnos a nuestro malsano vicio y para charlar. Al principio éramos unos cuantos, pero poco a poco el número fue disminuyendo.
Ahora somos muy pocos. A veces estoy solo fumando y contemplando las montañas, que están nevadas otra vez, como en los triunfales años cuarenta. Cuando aparece alguien charlo, cuando no pienso en mis cosas. Día habrá en que acabe hablando solo, pero tampoco me importa mucho.


Ya dijo Machado que quien habla solo, espera hablar a Dios un día.

martes, 10 de febrero de 2015

LO NUEVO Y LO VIEJO.

Si damos por cierto que el último vagón de un tren es el más peligroso en caso de accidente ( no lo sé pero poco importa al caso ), no sería sagaz la propuesta de suprimir ese último vagón para, de tal modo, evitar el peligro.
Quien tal cosa propusiera estaría confundiendo la materia con la función pensando que al eliminar la primera desaparecería la segunda.
Algo parecido ocurre con lo nuevo y lo viejo. Nuevo y viejo son conceptos relacionales. Lo nuevo lo es respecto de algo viejo y, a su vez, algo queda como viejo ante la irrupción de lo nuevo.
Es refrescante siempre la aparición de algo nuevo. Forma parte de la necesaria renovación sin la que la vida quedaría reducida a la monotonía de lo ya siempre visto. Pero no basta con que lo nuevo sea nuevo. Además debe ser mejor. Si lo nuevo no trae consigo nada aparte de su propia novedad pronto será tan viejo como lo viejo a lo que pretende sustituir.
Lo nuevo no puede quedar reducido simplemente a lo novedoso, pues ello es algo que pronto se agota en sí mismo.
Sobre todo, a lo nuevo hay que exigirle que no aprenda pronto a actuar igual que lo viejo, pues para ese viaje no hacen falta alforjas.
Lo nuevo aparece porque hay una demanda de ello, pero no es suficiente con ocupar el espacio de la demanda.
Lo nuevo frente a lo viejo no es la solución, pero hay que tenerlo en cuenta porque sí es un síntoma.
La enfermedad existe y quienes tienen responsabilidad son quienes no han estado atentos a su progreso.