Luis García Berlanga nos
brindó, a través de un humor más crítico que ácido, una visión certera de la
España de los años cincuenta. Uno de los momentos más memorables de su película
Bienvenido Mister Marshall es sin
duda el discurso que el alcalde, representado por el actor Pepe Isbert, dirige
a sus vecinos, en el cual les anuncia su intención y su deber de darles una
explicación.
Su famosa y circular arenga:
"yo, como alcalde de este pueblo que soy os debo una explicación, y esa
explicación que os debo os la voy a pagar" ha quedado en la memoria de cualquier ciudadano que haya pasado de
los cincuenta años.
Recientemente la alcaldesa
de Valencia ha ofrecido otro ejemplo de discurso memorable, no por encomiable
sino por la hilaridad que el mismo ha suscitado. La alcaldesa, en un idioma que
siendo mezcla de valenciano y castellano, no se una síntesis de los mismos pero
sí una suma de los disparates que en cualesquiera de dichas lenguas se puedan proferir,
ha dado acta del comienzo de las Fallas con un discurso apropiado a tal
festividad, esto es, con un discurso de traca.
Los dos alcaldes provocan la
risa en sus parlamentos ante sus vecinos, pero con una diferencia, la que va de
la ficción a la realidad; la que va del humor inteligente al ridículo
irresponsable; la diferencia entre el retrato de Berlanga y la realidad del nivel
de la regidora de la tercera ciudad de España.
En el discurso representado
por Isbert se ven imágenes de un pueblo pobre, un público todavía aturdido, con
el gesto de estupor de todo sobreviviente a una guerra.
En el discurso de la
alcaldesa de Valencia lo que más llama la atención es, sin duda, la falta del
menor sentido del ridículo de alguien que está acostumbrado a que, haga lo que
haga y lo haga como lo haga, va a dar igual, pues siempre le han salido bien
las cosas.
La película de Berlanga es
un fruto de la capacidad humana de ficción.
El discurso de la alcaldesa
de Valencia no es fruto de ninguna ficción, aunque sea un discurso de
alucinación.
Siendo un hecho real, se
podría haber debido sin dificultad a la imaginación de Almodóvar.
La España de Berlanga era un
país pobre, pero que en sus dificultades para sobrevivir mantenía la dignidad
que era posible en unos tiempos amargos y terribles.
La España de Almodóvar, que
es la de la alcaldesa de Valencia, a pesar de la crisis, no es tan pobre, no es
tan analfabeta, pero es en cierto modo más inculta, pues no tiene más cultura
que la del dinero fácilmente adquirido y fácilmente malgastado.
El discurso de Isbert era
circular por repetitivo, pero en su circularidad era sintácticamente correcto.
El discurso de la alcaldesa de Valencia es repetitivo pero sin asomo de
sintaxis, por tanto, sin estructura ni orden.
Isbert se esforzaba por
argumentar. La alcaldesa sólo mostraba la vaciedad de ideas que han hecho
posible que una persona así pueda durante tantos años ser la máxima
representación de una ciudad importante.
El discurso de la alcaldesa
es un ejemplo de que, por desgracia, no están los mejores en los más altos
puestos.
La alcaldesa no es la única
responsable. Si está ahí es porque ha sido elegida. Si después de mayo sigue
estando ahí habrá que pensar que quizá ya no existe la política ni el pueblo y
que su lugar ha sido ocupado por el espectáculo y el público.