martes, 10 de febrero de 2015

LO NUEVO Y LO VIEJO.

Si damos por cierto que el último vagón de un tren es el más peligroso en caso de accidente ( no lo sé pero poco importa al caso ), no sería sagaz la propuesta de suprimir ese último vagón para, de tal modo, evitar el peligro.
Quien tal cosa propusiera estaría confundiendo la materia con la función pensando que al eliminar la primera desaparecería la segunda.
Algo parecido ocurre con lo nuevo y lo viejo. Nuevo y viejo son conceptos relacionales. Lo nuevo lo es respecto de algo viejo y, a su vez, algo queda como viejo ante la irrupción de lo nuevo.
Es refrescante siempre la aparición de algo nuevo. Forma parte de la necesaria renovación sin la que la vida quedaría reducida a la monotonía de lo ya siempre visto. Pero no basta con que lo nuevo sea nuevo. Además debe ser mejor. Si lo nuevo no trae consigo nada aparte de su propia novedad pronto será tan viejo como lo viejo a lo que pretende sustituir.
Lo nuevo no puede quedar reducido simplemente a lo novedoso, pues ello es algo que pronto se agota en sí mismo.
Sobre todo, a lo nuevo hay que exigirle que no aprenda pronto a actuar igual que lo viejo, pues para ese viaje no hacen falta alforjas.
Lo nuevo aparece porque hay una demanda de ello, pero no es suficiente con ocupar el espacio de la demanda.
Lo nuevo frente a lo viejo no es la solución, pero hay que tenerlo en cuenta porque sí es un síntoma.
La enfermedad existe y quienes tienen responsabilidad son quienes no han estado atentos a su progreso.

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