jueves, 19 de febrero de 2015

FUMADORES.

Siempre estuvo prohibido fumar en los centros escolares pero a finales de los ochenta ninguno de nosotros hacía el menor caso a dicha prohibición. Bien es cierto que en el aula no se fumaba pero en los pasillos sí.
La prohibición también regía por supuesto para los chavales. Cuando sorprendíamos a alguno de ellos fumando por los pasillos le echábamos la bronca mientras apurábamos nuestro cigarrillo ( eso sí que era jerarquía y estatus ).
Después aparecieron por los centros profesores más serios y concienciados, que nos afeaban nuestra conducta hasta que lograron que se nos habilitara una sala especial para nosotros, con lo que se consiguieron dos cosas : que no les molestáramos a ellos con nuestro humo a la vez que nos librábamos nosotros de soportar sus caras de amargados sapos.
Los no fumadores eran más intransigentes que los fumadores, como patentiza el hecho de que a ellos les molestara que nosotros fumáramos en su presencia, cuando a ninguno de nosotros nos molestó jamás que ellos no lo hicieran en la nuestra.
Se logró que ni siquiera dispusiéramos de una sala para nuestro hábito. Con la nueva legislación, el único lugar era la desnuda, intemperante, desolada ( puta en definitiva ) calle.
Allí nos concentrábamos en nuestros ratos libres para dedicarnos a nuestro malsano vicio y para charlar. Al principio éramos unos cuantos, pero poco a poco el número fue disminuyendo.
Ahora somos muy pocos. A veces estoy solo fumando y contemplando las montañas, que están nevadas otra vez, como en los triunfales años cuarenta. Cuando aparece alguien charlo, cuando no pienso en mis cosas. Día habrá en que acabe hablando solo, pero tampoco me importa mucho.


Ya dijo Machado que quien habla solo, espera hablar a Dios un día.

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