Decía don Niceto Alcalá-Zamora, el
honrado aunque quizá no muy perspicaz presidente de la Segunda República española:
"yo no soy rencoroso pero a mí el que me la hace me la paga".
Me siento identificado con las
palabras del de Priego pues creo que no soy nada rencoroso y tal vez no sea muy
perspicaz pero cuando, como todos los años por estas fechas, me veo obligado a
elaborar ( es un decir) la llamada Programación
didáctica del Departamento, no puedo evitar sentir que si en mi mano
estuviera, haría pagar a los inspectores de educación y demás ralea cuya única
afición conocida es la de dar consejos a los que nunca hemos dejado la tiza
desde su alejamiento y huída de la propia tiza, su saña y obcecación a la hora
de imponernos un lenguaje absurdo, sin sentido y, por supuesto, sin belleza.
Unos ignorantes, parapetados tras la
tranquilidad de su despacho, nos dicen qué hemos de hacer en un medio ( el aula
) que ellos abandonaron y al que nunca volvieron, en una muestra característica
de la vida española: la promoción al revés, o dicho de otra manera, si no vales
para algo, asciendes y das consejo al que se queda haciendo, mal que bien, lo
que el que huyó nunca fue capaz de realizar.
¡ No soy rencoroso pero qué ganas les
tengo!
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