España
es materialista. No en el sentido en que lo fueron los materialistas franceses
del XVIII. Menos aún en el sentido en que lo fue Marx.
Aquí
somos materialistas en su sentido más literal y mostrenco: podemos comprender
qué es una ladrillo porque lo podemos ver, tocar con las manos y, ya puestos,
arrojárselo a alguien.
Más
de uno me ha preguntado si realmente un director de orquesta hace algo. Eso de
ver a un señor agitando los brazos y asociarlo con la música que está sonando
nos parece que no guarda relación con algo real. Nuestra mente nos da para
entender qué hace un pianista dado que comprendemos la relación entre alguien
que toca unas teclas y el sonido que produce: ahí vemos un contacto físico
directo.
Cualquier
otra cosa nos parece ya magia, ya embeleco.
En
España no creemos en Dios pero sí que podemos captar el sentido de una
escultura de Cristo o de la Virgen, porque somos más dados a la imagen que al
concepto.
Podremos
ser una país de fanáticos pero jamás de teólogos.
De
la filosofía, para qué hablar.
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