domingo, 23 de septiembre de 2018

MEDIOCRIDAD Y AUDACIA.


Se supone que lo que caracteriza a una persona dotada de genialidad es el hecho de ser capaz de realizar actos extraordinarios lejos del alcance de las personas más comunes y de menor interés.
Por ello no acabo de entender la polémica suscitada en torno a cursos, doctorados, carreras que, realizados por nuestros próceres, han movido a sospecha por parte de gentes maledicentes que afirman que hay irregularidades en lo que al esfuerzo, diligencia, asistencia regular a clase se refiere por parte de dichos padres de la Patria.
Quienes así se soliviantan no acaban de entender lo que el concepto de genialidad denota.
Que alguien con esfuerzo y tesón consiga una titulación no deja de ser una muestra de mediocridad por parte de quien así se comporta. Es un camino común, trillado y en cierto modo vulgar.
El toque está en conseguir todo lo anterior sin apenas esfuerzo. Eso sí que es digno de admiración y alabanza por cuanto supone de extraordinario.
Como ciudadano español no puedo por menos que sentirme complacido y orgulloso de contar con una tan nutrida representación de hombres y mujeres poco comunes, personas extraordinarias que lejos de dejarse llevar por la vía cómoda y fácil de la rutina, ensayan otras vías, arriesgadas y audaces, novedosas.
¿Qué camino he de aconsejar a los jóvenes?, ¿mediocridad o audacia?
Este país tiene futuro.

sábado, 8 de septiembre de 2018

FORMAS RESPETUOSAS.


Las personas de mi edad solemos recordar el respeto con que recibíamos a nuestros profesores. Un ejemplo de ello lo constituye el hecho de que cuando en el instituto el profesor entraba en el aula, nosotros (y aquí el "nosotros" es estricto puesto que los institutos eran masculinos o femeninos) nos poníamos en pie hasta que el profesor dijera "¡siéntense!".
Poco a poco, con la democratización de las costumbres del país, dejamos de ponernos en pie y permanecíamos sentados mientras el profesor entraba e iniciaba su clase.
He de decir que en lo que a mí respecta, noto cada vez un mayor respeto por parte de mis alumnos e incluso he observado que se va recuperando la costumbre de permanecer en pie, hasta tal punto que cuando entro en el aula, mis alumnos no sólo están en pie sino que no hay manera de que se sienten. Algunos, llevando al extremo sus muestras de respeto, se sitúan incluso encima de las mesas y pese a mis ruegos de que abandonen tan eminente posición, se resisten a hacerlo.
¿Quién dice que se están perdiendo las formas? Alguien mal informado, sin duda.