jueves, 11 de septiembre de 2014

ARTUR MAS Y CHAPLIN.

Todo el mundo tiene en su cabeza la escena en la que Chaplin hace a su personaje en Tiempos Modernos encabezar por error una manifestación obrera cuando recoge del suelo un trapo caído y es alcanzado por unos manifestantes ante los que aparentemente aparece como su líder.



Artur Mas, a semejanza del personaje de Chaplin, se ha colocado también a la cabeza de una manifestación que no es la suya, pero a diferencia de aquél, lo ha hecho voluntariamente. Los suyos, jugadores tradicionales de la ambigüedad, no lo acaban de reconocer. Los otros, que sí saben a lo que juegan, están encantados de que se coloque al frente, pues si la cosa se pone fea, será el primero en recibir los palos, y si la manifestación tiene éxito, lo echarán de su lado como  a un limón exprimido.
De un hombre así se podrán decir muchas cosas, pero no que sea un líder. Es un pelele vocacional. Sólo puede perder tanto si gana como si pierde: si gana, el éxito lo cosecharán los genuinos defensores de la causa. Si pierde, será el ejemplo del fracaso.
El personaje de Chaplin suscita ternura. El de nuestro hombre, desprecio.



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