No sé quién pudo aconsejar al rey
dirigir la tradicional alocución de Nochebuena desde el salón del trono del
palacio de Oriente. Si la impresión que se quiso transmitir fue la de grandeza
y majestuosidad el resultado estuvo muy lejos de lo que se pretendía.
La imagen del rey, sentado en el
centro de una enorme estancia con grandes espacios daba más bien la sensación
de alguien que en medio de una mudanza decide colocar un sillón en cualquier
parte para descansar un rato. Las paredes estaban lejos del monarca y la imagen
de una mudanza supongo que es la última que una institución como la monarquía
querría transmitir.
El Palacio de Oriente no ha sido
habitado de manera habitual desde el 14 de abril de 1931, cuando Alfonso XIII
abandonó el mismo en coche en dirección a Cartagena para desde ahí embarcar
rumbo al exilio.
Con la proclamación de la República
pasó a ser denominado Palacio Nacional y continuó siendo sede de la Jefatura
del estado bajo la nueva forma de presidencia de la República pero el nuevo
presidente, Niceto Alcalá-Zamora nunca hizo de él su residencia privada y
limitó su uso a actos oficiales.
Manuel Azaña, en 1936 lo ocupó
brevemente, tras el inicio de la guerra y únicamente por motivos de seguridad.
El abandono por parte del gobierno republicano de la capital hizo que no
volviera a ser utilizado como residencia del presidente de la República el
resto de la guerra.
Franco, tras su victoria en abril de
1939 tardó unos meses en trasladar su residencia de Burgos a Madrid y cuando lo
hizo se instaló en un primer momento en el castillo de Viñuelas y ya de forma
permanente en el palacio de El Pardo.
Tras la muerte de Franco en 1975 y la
proclamación de Juan Carlos como nuevo rey este decidió seguir utilizando el
palacio de la Zarzuela, que había sido su residencia en años anteriores.
Muchas veces fue preguntado Juan
Carlos por los motivos que le llevaron a no residir en el palacio de Oriente,
que había sido la tradicional residencia de los reyes de la dinastía Borbón
desde el siglo XVIII, cuando bajo Felipe V ardió el viejo alcázar. El rey Juan
Carlos ha afirmado siempre que aunque el palacio es majestuoso resulta incómodo
para vivir. Su uso se ha limitado a actos oficiales como la entrega de cartas
credenciales por parte de los embajadores acreditados o las cenas de gala para
agasajar a los invitados oficiales.
Un detalle que llama la atención de
Madrid es la diferencia que existe entre el evidente empaque de un edificio
como el palacio de Oriente y la sobriedad, casi pobreza, de otro tipo de
edificios, como es el caso de la Casa de la Villa, tradicional sede del
ayuntamiento hasta que la megalomanía del alcalde Ruiz Gallardón hizo que se
trasladaran muchas dependencias al palacio de Comunicaciones de Cibeles.
Madrid es denominada Villa y Corte
pero en realidad ha sido la corte la que le ha hecho ser ciudad. Cualquier
ciudad importante de España dignifica sus instituciones municipales con
edificios que tratan de plasmar la pujanza y fortaleza de la ciudad. Madrid no.
El palacio de oriente no desmerece en su comparación con otros palacios reales
de Europa. Una anécdota nunca comprobada reseña que cuando Napoleón visitó a su
hermano el rey José en diciembre de 1808 en el palacio de oriente dijo: "
vos estáis mucho mejor alojado que yo, hermano".
En su mensaje de Navidad el rey
Felipe VI quiso enfatizar cómo el palacio puede ser entendido como un compendio
de la historia de España. Se equivocó el monarca. Hay sin duda mucha historia
en ese palacio, pero no toda la historia. Hay mucha historia cortesana, mucha
historia oficial, pero falta lo que en el fondo le ha faltado casi siempre a
Madrid: la sociedad civil.
El palacio de oriente encierra mucha
belleza tras sus muros y la exhibe hacia el exterior. Su posición eminente
facilita que sea visto a gran distancia, sobre todo cuando se accede a la
capital desde la carretera de Extremadura.
Es difícil encontrar algún símbolo
bajo el que pueda reconocerse la grandeza de España. El rey ha ido a buscar
algo que sea de grandeza indiscutible y ha creído encontrarlo en el palacio de
sus mayores: lo que ha encontrado es la grandeza pétrea de un palacio
deshabitado.
No ha hablado desde una casa sino
desde un museo. Su propia figura ha menguado y ha sido engullida por la
grandeza de la sala, pero la grandeza de la historia no ha sido alcanzada.