Tengo un papa Noel que, debida y
eléctricamente alimentado, sentado en
una mecedora, se mueve con suave oscilación mientras en su mano izquierda
sostiene una pipa en ademán de fumársela reposadamente, al compás de los
balanceos de la mecedora.
El juguete despliega los movimientos
predeterminados por el fabricante pero a ellos añade uno imprevisto: sea cual
sea la posición en que lo sitúe, el orondo papa Noel va de manera suave y
apenas perceptible girando a su izquierda. Lo he ido situando en distintas
partes de la mesa, he cambiado la posición del mantel así como de la propia mesa:
el resultado es siempre el mismo. Apenas dejo al viejo en una determinada
posición, este se gira obstinadamente hacia su izquierda, de tal manera que si
no corrijo su posición, me da la espalda de la manera menos cortés,
desmintiendo con su actitud la afabilidad de su semblante.
El juguete no me obedece. Nada raro
para mí, acostumbrado a que nadie me haga caso pero sí para un muñeco cuya
única voluntad debiera ser la que le transmitiera su dueño.
¿ Cómo me van a hacer caso los
chavales si un simple juguete me desobedece de la manera más descarada ?
Cuentan de Estanislao Figueras,
primer presidente del Poder Ejecutivo de la primera República que cuando este
se vio aupado al poder supremo, no pudo reprimir su estupefacción al verse
elevado a una posición no deseada por él y que no hacía más que exclamar: ¡Pero
si yo no mando ni en mi casa!
El bueno de don Estanislao se cansó
un día de ejercer el poder o más bien se asustó, sacó un billete de tren para
París y desde ahí dimitió de su cargo, no fuera que no le dejaran hacerlo si lo
tenían a mano.
Yo no voy a hacer lo mismo, ya porque
mi posición nunca ha sido tan elevada, ya porque no tengo otras rentas que las
de mi trabajo, pero con todo, no puedo dejar de pensar en el constante desacato
que mi muñeco me hace y compararlo con la obligación que por profesión tengo de
velar para que un grupo numeroso de personas siga mis instrucciones.
Con todo, no estoy disgustado con mi
papa Noel: si bien no me obedece, por lo menos no me insulta y me mira con
dulzura.
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