He aquí la monótona respuesta
esgrimida cada vez que alguien es acusado de algún escándalo, ya sea por acción
o por omisión.
Quien con total e inmutable dureza
facial responde de ese modo a las acusaciones pretende hacer un juego de
prestidigitación consistente en dar como explicación a un hecho real o posible
un estado de conciencia: que le conste o no algo.
El problema permanece porque de la no
constancia no se deriva la inexistencia de algo. Tampoco, ciertamente, su
existencia.
De continuar con tal forma de
argumentar, algún día va a haber un terremoto y al afectado se le va a caer la
casa encima mientras que con absoluta pachorra va a decir: el caso es que no me
consta que haya habido un terremoto.
Cuando alguien tiene
responsabilidades no puede decir "NO ME CONSTA". Tiene que decir "ME
CONSTA QUE NO", y defender con contundencia tal punto o "ME CONSTA
QUE SÍ" y por tanto desaparecer de la escena, aunque NO ME CONSTA que tal
comportamiento se vaya a producir.
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