domingo, 14 de febrero de 2016

NO ME CONSTA, NO ME CONSTA, NO ME CONSTA.


He aquí la monótona respuesta esgrimida cada vez que alguien es acusado de algún escándalo, ya sea por acción o por omisión.
Quien con total e inmutable dureza facial responde de ese modo a las acusaciones pretende hacer un juego de prestidigitación consistente en dar como explicación a un hecho real o posible un estado de conciencia: que le conste o no algo.
El problema permanece porque de la no constancia no se deriva la inexistencia de algo. Tampoco, ciertamente, su existencia.
De continuar con tal forma de argumentar, algún día va a haber un terremoto y al afectado se le va a caer la casa encima mientras que con absoluta pachorra va a decir: el caso es que no me consta que haya habido un terremoto.

Cuando alguien tiene responsabilidades no puede decir "NO ME CONSTA". Tiene que decir "ME CONSTA QUE NO", y defender con contundencia tal punto o "ME CONSTA QUE SÍ" y por tanto desaparecer de la escena, aunque NO ME CONSTA que tal comportamiento se vaya a producir.

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