Según las últimas
informaciones, el incendio que está afectando a la isla de La Palma tiene como
causa inmediata a un ciudadano alemán que, apremiado por una necesidad natural,
satisfizo la misma en pleno monte y, educado él, decidió quemar el papel higiénico
de que se había servido para no dejar expuesta semejante inmundicia.
Ignoramos
si el ciudadano en cuestión segregó mucha o poca materia fecal, pero en todo
caso la consecuencia no es otra que una gran cagada cósmica.
No
sabemos si habrá quedado satisfecho. Si la satisfacción es la resultante entre
el empeño puesto y el logro obtenido, sin duda el esfuerzo realizado por
nuestro hombre ( no sabemos si mucho o poco) se ha visto compensado.
De
no ser porque un monte se ha quemado y una vida humana se ha perdido, el caso
se prestaría a la burla y al escarnio.
En
ocasiones se nos olvida que las cosas son reales, no virtuales. No todo marcha
por medio de wifi. La mierda es la mierda, el fuego es el fuego, el viento es
el viento y la estupidez es la estupidez.
A
veces da la sensación de que vivimos en un mundo de dibujos animados, donde
alguien cae desde siete pisos, ve unas cuantas estrellas y en la siguiente
escena ya está recompuesto como si nada hubiera ocurrido.
Sólo
cuando algo irreparable ocurre nos percatamos de una de las pocas evidencias
que tenemos: la irreversibilidad del tiempo, que hace que una catástrofe pueda
ser lamentada pero nunca aniquilada, como si no hubiera sucedido.
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