Cualquier
persona que en España supere los cincuenta años recordará sin duda las burlas y
befas que tenían que soportar los populares "hombres del tiempo" a
cuenta de los estrepitosos errores de sus predicciones.
Tengo
en mi memoria a dos de ellos en especial: Mariano Medina y Eugenio Martín
Rubio. El primero de ellos era un hombre de aspecto poco imponente, como de
jefe de negociado de una oficina de los años cincuenta y de voz que traslucía
un carácter apocado y acomplejado. Con un puntero y un mapa de escuela rural
iba señalando borrascas y marejadas a la par que formulaba sus pronósticos. El
segundo, Eugenio Martín Rubio, lucía un característico bigote de la época. Su
aspecto delataba una mayor seguridad.
Las
predicciones de ambos se recibían con rechifla generalizada, de tal manera que
cuando anunciaban sol todo el mundo se juramentaba para no olvidar el paraguas
y si de frío y lluvia hablaban la tentación era la de ir al armario y sacar la
manga corta.
Recuerdo
una ocasión en la que Eugenio Martín Rubio alertó a los bomberos de Madrid ante
el riesgo inminente de lluvias e inundaciones: hizo un día de sol radiante y de
una temperatura inmejorable.
Hoy
día las predicciones son muy acertadas. La meteorología dispone de instrumentos
que la han hecho una ciencia muy fiable.
El
papel de aquellos viejos hombres tan poco afortunados lo ocupan hoy día los
especialistas en vaticinios y análisis políticos. Cuando hacen una predicción
casi que se podría apostar a que el resultado va a ser opuesto a lo que ellos,
sesudamente, vaticinan. Sucedió con el "Brexit", con el proceso de
paz de Colombia y, ahora, con la victoria de Trump.
Se
parecen también a los viejos hombres del tiempo en lo acertado de sus análisis
sobre lo que ya ha sucedido. Con el mismo aplomo con que aquellos hombres se
dedicaban a describir con toda exactitud la cantidad de litros por metro
cuadrado que habían caído en Calahorra durante las últimas 24 horas, los analistas
de ahora comentan lo ya sucedido y señalan con toda exactitud causas y motivos
para explicar lo que, según ellos, se veía venir pero que ninguno de ellos vio.
No
es nueva esta capacidad de los analistas de explicar el pasado y darlo por
inevitable. Recuerdo perfectamente cómo en noviembre de 1989 todos hablaban
acerca de la unificación alemana como de un asunto que llevaría años. Al día
siguiente de la caída del muro de Berlín, todos ellos veían como un suceso
inevitable lo que ninguno de ellos se atrevió a vaticinar.
Está
claro que así como la meteorología sí ha entrado en el seguro camino de la
ciencia, el análisis político y su capacidad predictiva están aún en la misma
etapa que las predicciones de Mariano Medina.
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