martes, 26 de septiembre de 2017

PERSEGUIDOS POR LA CAUSA.

Sufrir persecución o incluso ir a la cárcel por defender unas convicciones es algo que ha sucedido más de una vez. En principio es loable la coherencia de quien, en aras a unas ideas que piensa que deben ser defendidas, es capaz de arrostrar tales peligros.
Con todo, el mérito de quienes así se han comportado radica en la firmeza de las convicciones, no en el deseo de ser perseguido.
Ha habido mucha gente que ha ido a la cárcel por sus ideas, pero es de suponer que tal hecho fue para esas personas una consecuencia, no un motivo de sus acciones.
Hay otros tipos que lo que buscan es ir a la cárcel para de este modo realzar su acción o, lo que es peor, realzarse a sí mismos. Conocí a un tipo, cuando yo era estudiante, que mostraba un especial empeño en lograr que alguien lo persiguiera. Era un profesional de la protesta. Al cabo de los años me lo he ido encontrando, no en la calle, sino a través de la televisión, detrás de todo tipo de pancartas. Cada vez más indignado, cada vez más gordo. El colmo fue hace años, cuando en una información sobre protestas de estudiantes no admitidos en medicina, lo pude ver a él, con su rotunda presencia y voz inconfundible, tras una pancarta, cuando ni estudió medicina jamás ni mostró nunca el menor indicio de interés por tan científicos estudios.
Años después volví a escuchar su voz por la radio, con motivo de su insumisión al servicio militar. En aquella ocasión estuvo a punto de cumplir sus deseos e ingresar en prisión, pero, mártir impenitente y frustrado, a última hora el juez aplazó la decisión y nuestro hombre se encontró sin cárcel. Poco después se encontró sin causa pues Aznar suprimió el servicio militar.
Estuvo años intentando ingresar en prisión sin conseguirlo.
Ahora hay más de uno que, como no ordenen su ingreso en prisión, va a sufrir un soponcio. Quizá les pase como a nuestro hombre. Quizá sería lo más inteligente que se pudiera hacer, quién sabe.

No todo el mundo es Mandela.

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