La
aplicación por parte del gobierno del artículo 155 de la Constitución con el
fin de frenar el proceso independentista catalán y la sorprendente decisión del
presidente del gobierno de convocar elecciones autonómicas para el día 21 de
diciembre (sorprendente por la rapidez de la decisión en contraste con la
habitual parsimonia con que se produce el caudillo de Pontevedra) ha provocado
cierto desconcierto e incierto concierto en las filas de los líderes del
proceso.
Una
primera respuesta fue brindada por las Cup, que decidieron en un primer momento
no participar en los comicios y celebrar en su lugar una paella insumisa. Como
quiera que resulta difícil saber qué es una paella insumisa, la propuesta
decayó y en su lugar propusieron participar en las elecciones, insumisos pero
obedientes.
No
faltó quien defendiera la oportunidad de realizar una gran butifarrada, pero
tal propuesta hirió los sentimientos de los que a la condición de independentistas
añaden la de veganos, de tal manera que las fuerzas liberadoras quedaron
divididas en un sector pro butifarra y un sector anti butifarra. Ante el riesgo
que tal división de fuerzas suponía frente a las huestes centralistas, se
decidió aparcar tales diferencias y pensar en otros platos, descartándose la
tortilla dado que esta se divide en española, hostil, y francesa, siempre
jacobina y centralista.
Así
hemos llegado al actual estado de la cuestión: un gazpacho de propuestas
revueltas, una empanada mental y una diarrea también mental y puede que incluso
real.
¿Qué
se hizo de la famosa y ponderada dieta mediterránea?.
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