En Los visionarios Pío Baroja traza la descripción de un librero de
Córdoba:
«Al día siguiente Fermín anduvo a la
busca de una librería de lance, y encontró una en la plaza del Salvador.
El librero, hombre de mediana
estatura, calvo, con anteojos, vestido con un guardapolvo gris, parecía hombre
culto. Le preguntó Fermín si no quedaban libros antiguos en la ciudad. Al
parecer no quedaba ninguno, al menos en el comercio. Quizá había bibliotecas
importantes, aunque lo dudaba.
En la conversación, el librero citó
algunos libros en latín.
-¡Cómo! ¿Sabe usted latín? -le
preguntó Acha.
-Sí, un poco.
-¿Es que ha estudiado usted para
cura?
-Sí, yo he sido pastor protestante.
-Hombre, ¿qué me dice usted? ¿Y es
usted de aquí?
-No; yo soy de Zamora. Mi padre, en
la revolución de Septiembre, se convirtió al protestantismo y a mí me hizo
pastor, y he estado de pastor y de maestro en Cádiz y luego en Córdoba.
La semejanza de carrera con él le
produjo a Fermín gran estimación por el librero. Hablaron largamente».
Baroja habla, aunque sin dar su
nombre, de una persona real: Pedro de Vegas Hernández.
Los visionaros de
Baroja constituyen un ejemplo de obra a mitad de camino entre la novela y el
reportaje. Baroja, al igual que Unamuno, prestó atención al protestantismo
español. Los dos vascos se acercaron a este movimiento minoritario a la manera
característica de cada uno de ellos: con curiosidad de antropólogo andariego y
descreído en el caso de Baroja; con preocupación existencial e interés
teológico en el bilbaíno. Unamuno tuvo amistad con el pastor protestante de
Salamanca Atilano Coco. La detención de Coco influyó en la decepción y repulsa
que Unamuno sintió por un alzamiento militar que en principio suscitó su
simpatía y, muy probablemente dicha situación tuvo que ver con el enfrentamiento
sonoro que tuvo con las autoridades en el Paraninfo de la universidad el día 12
de octubre de 1936, que se resolvió con su apartamiento de la vida pública y
confinamiento de hecho en su domicilio hasta su muerte el último día de ese
desgraciado año.
El protestantismo surgió en España en
una época más temprana de lo que habitualmente se cree. Los focos luteranos
detectados en Valladolid y Sevilla al comienzo del reinado de Felipe II
alarmaron a su padre, ya entonces retirado en Yuste. El viejo césar tuvo que
contemplar en sus últimos días cómo un movimiento que él creía exclusivo de
algunas tierras europeas había brotado también en España e instó a la regente
Juana a que tomara las medidas más enérgicas posibles. Miguel Delibes, en El Hereje, describe con mano maestra las
vicisitudes de estos primeros
protestantes españoles.
Durante el siglo XIX la imagen de
España cambió para los visitantes extranjeros. Del país oscuro dominado por la Inquisición
se pasó a ser un país exótico, casi oriental.
El excéntrico viajero inglés George
Borrow recorrió España en la época de la primera guerra carlista con la misión
de que los españoles leyeran Biblias y difundir el protestantismo en un país
con extendido analfabetismo y más preocupado por dirimir sus diferencias a
trabucazos que por imponerse en los secretos y misterios del libro sagrado. En
Madrid fue conocido como Don Jorgito el
inglés. De sus experiencias misioneras dejó constancia en una importante
obra, La Biblia en España. La obra,
traducida a muchos idiomas, tardó ochenta años en poder leerse en español
gracias a una traducción de Manuel Azaña. Azaña aunque no hablaba inglés, lo leía sin embargo
a la perfección y su traducción es una obra maestra en español del gran
prosista que sin duda Azaña fue.
Patrocinio Ríos se ha interesado en
diversos trabajos por algunas figuras relevantes del protestantismo español. En
concreto se ha interesado por la figura de Pedro de Vegas, bien trazada en el
aspecto académico por sus investigaciones.
Nació Pedro de Vegas en la localidad
zamorana de Villaescusa el 13 de mayo de 1893, hijo de un converso al
protestantismo a raíz de la revolución de 1868, la conocida como la Gloriosa,
que abrió el periodo conocido por los historiadores como sexenio revolucionario o sexenio
democrático, momento convulso pero interesante en el que se sucedieron a
ritmo vertiginoso un gobierno provisional, una regencia, una monarquía
importada de Italia, una república, un régimen híbrido y dictatorial para
finalizar con la Restauración de los Borbones de la mano de Cánovas del
Castillo en la persona del joven Alfonso XII, los mismos Borbones de los que
uno de los líderes de la revolución, Juan Prim, había afirmado que no
regresarían a España "jamás, jamás, jamás".
Bajo el torbellino de tanto cambio la
revolución trajo novedades importantes, y una de ellas fue la libertad de
cultos. También se abrió paso la posibilidad de asociación para el movimiento
obrero.
Esa libertad de cultos está en el
origen de un resurgimiento del protestantismo español. Piénsese que los
liberales gaditanos, aún con todas las novedades que aportaron seguían
sosteniendo en la Constitución de 1812 que la religión católica era la española,
única verdadera, prohibiéndose la práctica de cualquier otra.
El padre de nuestro hombre, Joaquín
de Vegas Moya, sería con toda probabilidad uno de esos hombres inquietos
amantes de novedades.
En el texto de Baroja el librero
indica que fue su padre quien le señaló el camino del pastorado.
Pedro de Vegas contrajo matrimonio
con Josefa Martín, teniendo varios hijos.
En 1918 Pedro de Vegas fue nombrado
pastor. Con posterioridad se estableció
en Córdoba, donde se hizo cargo de la Iglesia Evangélica, situada en la
estrecha calle de Candelaria. Ejerció su labor hasta el año 1929, en que se vio
obligado a abandonar la iglesia y buscarse el sustento montando una librería en
la plaza del Salvador.
Todo cambió tras el inicio de la
guerra.
Su hija Esther refiere: "precisamente
en la madrugada del 25 de julio, una partida de falangistas, jóvenes
irresponsables, ebrios de lo que ellos suponían su gran triunfo en la vida,
rompían a culatazos la puerta de cristales. Entonces se dirigieron a mi padre y
le dijeron: «Venimos a recoger todos los libros marxistas que haya". Mi
padre sugirió ver el catálogo y retirar los que ellos dijeran, pero
argumentaron que no tenían tiempo para ello, así que sin otros miramientos,
cada cual se situó delante de una estantería y comenzaron a coger los libros
que les parecía y a arrojarlos de cualquier forma a la calle. Los primeros
volúmenes arrojados a la calle fueron Los Episodios Nacionales de Dn. Benito
Pérez Galdós, que en unión de otros muchos más y pocos o ninguno marxistas
pasaron a formar un inmenso montón en medio de la calle. Recuerdo que los
libros marxistas tuvimos que destruirlos después nosotros. Al pie de la
escalera había una alacena cuyas tablas nos servían de librería, y en ellas
teníamos gran cantidad de Biblias. No más fue abrir y verlas se pusieron tan
frenéticos que todo hacía suponer habían visto al mismísimo demonio. No
titubearon en que pasaran a incrementar el montón de libros que ya estaba en la
calle. El 26 de Septiembre, domingo, a la una de la tarde, dos agentes de
policía detuvieron a mi padre», y lo llevaron al Gobierno Civil. Las gestiones
que llevó a cabo su mujer Josefa ese mismo día y el siguiente lunes no
consiguieron aplacar la intolerancia de las autoridades. Pedro de Vegas murió
fusilado el día 27 de septiembre.
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Miguel Blanco Ferrer. |
Hecho curioso, el 27 de septiembre de
1975, 39 años después de esta criminal ejecución fue la última ocasión en que
en España se aplicó la pena de muerte.
Los trabajos de Patrocinio Ríos, así
como la información proporcionada por Esther, hija de Pedro, nos acercan a un
personaje importante del protestantismo español de antes de la guerra. Otra
figura importante del protestantismo español de esa época, el pastor Miguel
Blanco Ferrer, que conoció a Pedro de Vegas, murió fusilado el 9 octubre de
1936. A este Miguel Blanco, tío carnal de mi madre, le ha dedicado el
ayuntamiento de San Fernando (Cádiz) una calle. Yo tuve la satisfacción de
poder llevar a mi madre a ver la calle dedicada a su tío, que para ella fue
como un padre.
Atilano Coco, el pastor que en
Salamanca trabó amistad con Miguel de Unamuno también fue ejecutado.
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Pedro de Vegas Hernández. |
A veces estudiamos los
acontecimientos históricos como algo que nos da simplemente información, puede
que una pátina de cultura pero en el fondo nada sustancial.
Una
revolución como la de 1868, conocida como la Gloriosa, la vemos como
algo lejano, que apenas puede tener alguna influencia en nuestras vidas. Los
trabajos de Patrocinio Ríos me han llevado a meditar acerca del hecho de que yo naciera en el seno de una
familia protestante, el hecho de que simplemente naciera, no se hubiera nunca
producido de no ser porque el lejano y desconocido bisabuelo Joaquín decidió
explorar otras formas de religiosidad aprovechando el ambiente de mayor
tolerancia propiciado por la revolución de septiembre de 1868.
Pedro de Vegas, el barojiano librero,
sigue siendo para mí un desconocido, aunque algo menos. La muerte injusta no
hace justo al que la padece pero llena de ignominia a quien la propicia.
Poco sabemos de quienes nos
precedieron. El paso de los años convierte a nuestros mayores en eslabones de
una cadena, perdiéndose los rasgos de su personalidad y quedando reducidos de
personas concretas a condiciones necesarias para la existencia de quienes vienen
después.
Quedémonos con lo poco que de ellos
sabemos, lamentemos su desdichado final, como en el caso de quienes en un lado
y otro de la línea de fuego de nuestra guerra perdieron injustamente su vida y
callemos lo que no sabemos.
Cualquier otra actitud sólo muestra
arrogancia y falta de sabiduría.