jueves, 1 de febrero de 2018

LOS VISIONARIOS, BAROJA Y EL LIBRERO DE CÓRDOBA.


En Los visionarios Pío Baroja traza la descripción de un librero de Córdoba:
«Al día siguiente Fermín anduvo a la busca de una librería de lance, y encontró una en la plaza del Salvador.
El librero, hombre de mediana estatura, calvo, con anteojos, vestido con un guardapolvo gris, parecía hombre culto. Le preguntó Fermín si no quedaban libros antiguos en la ciudad. Al parecer no quedaba ninguno, al menos en el comercio. Quizá había bibliotecas importantes, aunque lo dudaba.
En la conversación, el librero citó algunos libros en latín.
-¡Cómo! ¿Sabe usted latín? -le preguntó Acha.
-Sí, un poco.
-¿Es que ha estudiado usted para cura?
-Sí, yo he sido pastor protestante.
-Hombre, ¿qué me dice usted? ¿Y es usted de aquí?
-No; yo soy de Zamora. Mi padre, en la revolución de Septiembre, se convirtió al protestantismo y a mí me hizo pastor, y he estado de pastor y de maestro en Cádiz y luego en Córdoba.
La semejanza de carrera con él le produjo a Fermín gran estimación por el librero. Hablaron largamente».
Baroja habla, aunque sin dar su nombre, de una persona real: Pedro de Vegas Hernández.
Los visionaros de Baroja constituyen un ejemplo de obra a mitad de camino entre la novela y el reportaje. Baroja, al igual que Unamuno, prestó atención al protestantismo español. Los dos vascos se acercaron a este movimiento minoritario a la manera característica de cada uno de ellos: con curiosidad de antropólogo andariego y descreído en el caso de Baroja; con preocupación existencial e interés teológico en el bilbaíno. Unamuno tuvo amistad con el pastor protestante de Salamanca Atilano Coco. La detención de Coco influyó en la decepción y repulsa que Unamuno sintió por un alzamiento militar que en principio suscitó su simpatía y, muy probablemente dicha situación tuvo que ver con el enfrentamiento sonoro que tuvo con las autoridades en el Paraninfo de la universidad el día 12 de octubre de 1936, que se resolvió con su apartamiento de la vida pública y confinamiento de hecho en su domicilio hasta su muerte el último día de ese desgraciado año.
El protestantismo surgió en España en una época más temprana de lo que habitualmente se cree. Los focos luteranos detectados en Valladolid y Sevilla al comienzo del reinado de Felipe II alarmaron a su padre, ya entonces retirado en Yuste. El viejo césar tuvo que contemplar en sus últimos días cómo un movimiento que él creía exclusivo de algunas tierras europeas había brotado también en España e instó a la regente Juana a que tomara las medidas más enérgicas posibles. Miguel Delibes, en El Hereje, describe con mano maestra las vicisitudes  de estos primeros protestantes españoles.
Durante el siglo XIX la imagen de España cambió para los visitantes extranjeros. Del país oscuro dominado por la Inquisición se pasó a ser un país exótico, casi oriental.
El excéntrico viajero inglés George Borrow recorrió España en la época de la primera guerra carlista con la misión de que los españoles leyeran Biblias y difundir el protestantismo en un país con extendido analfabetismo y más preocupado por dirimir sus diferencias a trabucazos que por imponerse en los secretos y misterios del libro sagrado. En Madrid fue conocido como Don Jorgito el inglés. De sus experiencias misioneras dejó constancia en una importante obra, La Biblia en España. La obra, traducida a muchos idiomas, tardó ochenta años en poder leerse en español gracias a una traducción de Manuel Azaña. Azaña  aunque no hablaba inglés, lo leía sin embargo a la perfección y su traducción es una obra maestra en español del gran prosista que sin duda Azaña fue.
Patrocinio Ríos se ha interesado en diversos trabajos por algunas figuras relevantes del protestantismo español. En concreto se ha interesado por la figura de Pedro de Vegas, bien trazada en el aspecto académico por sus investigaciones.
Nació Pedro de Vegas en la localidad zamorana de Villaescusa el 13 de mayo de 1893, hijo de un converso al protestantismo a raíz de la revolución de 1868, la conocida como la Gloriosa, que abrió el periodo conocido por los historiadores como sexenio revolucionario o sexenio democrático, momento convulso pero interesante en el que se sucedieron a ritmo vertiginoso un gobierno provisional, una regencia, una monarquía importada de Italia, una república, un régimen híbrido y dictatorial para finalizar con la Restauración de los Borbones de la mano de Cánovas del Castillo en la persona del joven Alfonso XII, los mismos Borbones de los que uno de los líderes de la revolución, Juan Prim, había afirmado que no regresarían a España "jamás, jamás, jamás".
Bajo el torbellino de tanto cambio la revolución trajo novedades importantes, y una de ellas fue la libertad de cultos. También se abrió paso la posibilidad de asociación para el movimiento obrero.
Esa libertad de cultos está en el origen de un resurgimiento del protestantismo español. Piénsese que los liberales gaditanos, aún con todas las novedades que aportaron seguían sosteniendo en la Constitución de 1812 que la religión católica era la española, única verdadera, prohibiéndose la práctica de cualquier otra.
El padre de nuestro hombre, Joaquín de Vegas Moya, sería con toda probabilidad uno de esos hombres inquietos amantes de novedades.
En el texto de Baroja el librero indica que fue su padre quien le señaló el camino del pastorado.
Pedro de Vegas contrajo matrimonio con Josefa Martín, teniendo varios hijos.
En 1918 Pedro de Vegas fue nombrado pastor. Con posterioridad  se estableció en Córdoba, donde se hizo cargo de la Iglesia Evangélica, situada en la estrecha calle de Candelaria. Ejerció su labor hasta el año 1929, en que se vio obligado a abandonar la iglesia y buscarse el sustento montando una librería en la plaza del Salvador.
Todo cambió tras el inicio de la guerra.
Su hija Esther refiere: "precisamente en la madrugada del 25 de julio, una partida de falangistas, jóvenes irresponsables, ebrios de lo que ellos suponían su gran triunfo en la vida, rompían a culatazos la puerta de cristales. Entonces se dirigieron a mi padre y le dijeron: «Venimos a recoger todos los libros marxistas que haya". Mi padre sugirió ver el catálogo y retirar los que ellos dijeran, pero argumentaron que no tenían tiempo para ello, así que sin otros miramientos, cada cual se situó delante de una estantería y comenzaron a coger los libros que les parecía y a arrojarlos de cualquier forma a la calle. Los primeros volúmenes arrojados a la calle fueron Los Episodios Nacionales de Dn. Benito Pérez Galdós, que en unión de otros muchos más y pocos o ninguno marxistas pasaron a formar un inmenso montón en medio de la calle. Recuerdo que los libros marxistas tuvimos que destruirlos después nosotros. Al pie de la escalera había una alacena cuyas tablas nos servían de librería, y en ellas teníamos gran cantidad de Biblias. No más fue abrir y verlas se pusieron tan frenéticos que todo hacía suponer habían visto al mismísimo demonio. No titubearon en que pasaran a incrementar el montón de libros que ya estaba en la calle. El 26 de Septiembre, domingo, a la una de la tarde, dos agentes de policía detuvieron a mi padre», y lo llevaron al Gobierno Civil. Las gestiones que llevó a cabo su mujer Josefa ese mismo día y el siguiente lunes no consiguieron aplacar la intolerancia de las autoridades. Pedro de Vegas murió fusilado el día 27 de septiembre.
Miguel Blanco Ferrer.
Hecho curioso, el 27 de septiembre de 1975, 39 años después de esta criminal ejecución fue la última ocasión en que en España se aplicó la pena de muerte.
Los trabajos de Patrocinio Ríos, así como la información proporcionada por Esther, hija de Pedro, nos acercan a un personaje importante del protestantismo español de antes de la guerra. Otra figura importante del protestantismo español de esa época, el pastor Miguel Blanco Ferrer, que conoció a Pedro de Vegas, murió fusilado el 9 octubre de 1936. A este Miguel Blanco, tío carnal de mi madre, le ha dedicado el ayuntamiento de San Fernando (Cádiz) una calle. Yo tuve la satisfacción de poder llevar a mi madre a ver la calle dedicada a su tío, que para ella fue como un padre.
Atilano Coco, el pastor que en Salamanca trabó amistad con Miguel de Unamuno también fue ejecutado.
Pedro de Vegas Hernández.
A veces estudiamos los acontecimientos históricos como algo que nos da simplemente información, puede que una pátina de cultura pero en el fondo nada sustancial.
Una  revolución como la de 1868, conocida como la Gloriosa, la vemos como algo lejano, que apenas puede tener alguna influencia en nuestras vidas. Los trabajos de Patrocinio Ríos me han llevado a meditar acerca del  hecho de que yo naciera en el seno de una familia protestante, el hecho de que simplemente naciera, no se hubiera nunca producido de no ser porque el lejano y desconocido bisabuelo Joaquín decidió explorar otras formas de religiosidad aprovechando el ambiente de mayor tolerancia propiciado por la revolución de septiembre de 1868.
Pedro de Vegas, el barojiano librero, sigue siendo para mí un desconocido, aunque algo menos. La muerte injusta no hace justo al que la padece pero llena de ignominia a quien la propicia.
Poco sabemos de quienes nos precedieron. El paso de los años convierte a nuestros mayores en eslabones de una cadena, perdiéndose los rasgos de su personalidad y quedando reducidos de personas concretas a condiciones necesarias para la existencia de quienes vienen después.
Quedémonos con lo poco que de ellos sabemos, lamentemos su desdichado final, como en el caso de quienes en un lado y otro de la línea de fuego de nuestra guerra perdieron injustamente su vida y callemos lo que no sabemos.
Cualquier otra actitud sólo muestra arrogancia y falta de sabiduría.


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