jueves, 30 de mayo de 2013

TABACO Y CASINO.

He oído al consejero de sanidad de la Comunidad de Madrid justificar un cambio en la legislación para que se pueda fumar en los locales del gran casino que se va a instalar en Alcorcón.
Uno de sus argumentos se basa en que él cree en la libertad. Compara los daños del tabaco con los que produce el tráfico de vehículos y dice que sería absurdo impedir el tráfico por el hecho de que haya accidentes.
Ilustre consejero: llevo muchos años fumando y supongo que eso dañará mi salud pero desde luego no ha dañado tanto mis neuronas y las tengo en mejor estado que las suyas (debe de ser algo de nacimiento ).
Una muerte por tráfico es un ACCIDENTE. Una muerte por tabaco es una CONSECUENCIA.
No hay relación analítica entre el tráfico y los accidentes ( en condiciones ideales no habría accidentes).
Sí la hay entre el tabaco y sus consecuencias.

Esto lo sabe cualquier persona que sepa razonar. Un consejero de sanidad que dice tales cosas es un indigno.

lunes, 20 de mayo de 2013

En la muerte de Videla


Jorge Rafael Videla
Ha  muerto Jorge Rafael Videla,  presidente de facto de la República Argentina entre 1976 y 1981.
Videla ha sido con toda seguridad el más siniestro de los dictadores que haya tenido la Argentina en el siglo XX y uno más de los infames personajes que ese siglo nos dio.
Con todo, Videla es la culminación, el exponente de una situación que fue común en Argentina desde que en 1930 las fuerzas armadas derrocaran al presidente Hipólito Yrigoyen.
Desde 1930 hasta 1983, con la toma de posesión del Alfonsín, fueron habituales las interrupciones de los procesos constitucionales y la asunción del poder por las fuerzas armadas.

El peronismo, movimiento político extraño, con componentes populistas, nacionalistas e incluso fascistas y movimiento con una gran fuerza sindical, consiguió dar un mensaje que aunado a una legislación de previsión social novedosa para la sociedad argentina, logró calar en amplias capas populares a la vez que provocaba el odio y la crispación tanto de elementos democráticos como de sectores oligárquicos. En 1955 las fuerzas armadas depusieron a Perón, curiosamente un general, e instalaron un régimen militar bajo el nombre de Revolución Libertadora. El hombre más destacado de la nueva situación fue el general Aramburu. Un regreso al régimen constitucional dio paso a la presidencia de Arturo Frondizi, que sin embargo, acabó sucumbiendo a las presiones militares.

Hipólito Yrigoyen

La presidencia de Arturo Illía, en 1963, acabó de manera abrupta con el golpe de Estado del general Juan Carlos Onganía, en 1966, que suprimió las actividades de los partidos políticos y de las centrales sindicales. Este proceso militar fue conocido bajo el nombre de Revolución Argentina. Un fuerte movimiento de oposición popular que tuvo como centro la ciudad de Córdoba y que fue conocido como el “cordobazo”,junto con el secuestro y asesinato del ex presidente Aramburu por la guerrilla peronista de los Montoneros provocó que los propios compañeros de armas de Onganía le retiraran la confianza y que fuera sustituido al frente de la república por el general Levingston en 1970.
Arturo Illía

En 1971, la junta de comandantes en jefe, presidida por el general Alejandro Lanusse, obligó a Levingston a dimitir, siendo sustituido por el propio Lanusse como presidente de la República. Este último decidió convocar elecciones y volver al régimen constitucional. Las elecciones se convocaron para marzo de 1973 y a ellas intentó presentarse en un principio el general Perón, ausente de Argentina durante 17 años y exiliado en Madrid. Para ello regresó a la Argentina a finales de 1972 pero Lanusse, amparándose en excusas de tipo administrativo impidió su candidatura y Perón renunció a favor de su colaborador Héctor Cámpora. Este se presentó bajo las siglas del Frente Justicialista de Liberación y obtuvo una amplia victoria bajo el lema de “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. Cámpora tomó posesión de su cargo el 25 de mayo de 1973. Si bien Cámpora, peronista escorado hacia la izquierda, intentó gobernar de pleno, en seguida se le hizo ver que su función era la de un simple testaferro del general todavía exiliado en Madrid, y tras su dimisión y la de su propio vicepresidente Vicente Solano Lima, hubo que convocar nuevas elecciones a las que, en esta ocasión sí se pudo presentar el general Perón, que las ganó ampliamente, acompañado por su mujer María Estela Martínez de Perón como vicepresidenta. Juan Domingo Perón tomó posesión de su tercer mandato el 12 de octubre de 1973.
Juan Domingo perón
Este último mandato de Perón se vio ensombrecido por sus problemas de salud y por el enfrentamiento dentro de sus filas de dos sectores: un sector izquierdista, los montoneros, y un sector de la extrema derecha encabezado por el siniestro José López Rega, líder de la llamada Triple A (Alianza Anticomunista Argentina ). Perón acabó repudiando a los montoneros, a los que de hecho expulsó de la Plaza de Mayo.

En julio de 1974 falleció el general Perón y su viuda, María Estela,  Isabelita, accedió a la presidencia de la República. Se apoyó con fuerza en el ministro de bienestar social, José López Rega. Los montoneros pasaron a la clandestinidad y a la lucha armada. Otro grupo, el Ejército Revolucionario del Pueblo, emprendió acciones armadas en la provincia de Tucumán. Los actos terroristas se sucedieron, y junto ellos, la respuesta del ejército. Junto a estos problemas hubo que añadir las consecuencias negativas que para los ahorros tuvo una hiperinflación a la que el gobierno no parecía capaz de hacer frente.
Juan Carlos Onganía
En el ejército preocupaba especialmente la situación en la provincia de Tucumán. Las fuerzas armadas, educadas en la doctrina de la seguridad nacional propia de la guerra fría veían las acciones de la guerrilla como un claro peligro de subversión y se fueron haciendo cada vez más partidarias de erradicar el terrorismo por medios que no tuvieran en cuenta lo que ellas consideraban como cortapisas legales. En 1975 el gobierno de la viuda de Perón emitió un decreto en el que facultaba a las fuerzas armadas a emplear todos los medios necesarios para la erradicación del terrorismo. Este decreto sería utilizado por la dictadura posterior como un intento de justificación de sus acciones.
En agosto de 1975 el comandante en jefe del ejército, general Alberto Numa Laplane, se vio obligado a renunciar a su cargo por las presiones de otros compañeros de armas que lo consideraban en exceso “constitucionalista”. Su sustituto en el cargo fue el general Jorge Rafael Videla.
Los últimos meses del gobierno de Isabelita Perón fueron caóticos en todos los órdenes. Cada vez menos sectores dentro del propio peronismo reconocían su autoridad. La inflación y las acciones terroristas se sucedieron, así como la represión del ejército en la provincia de Tucumán.
La fecha del 24 de marzo de 1976 como la que señalaría el golpe de estado era conocida por la opinión pública. Se hablaba claramente en la prensa de dicha fecha.

El 24 de marzo de 1976, María Estela Martínez de Perón, tras acabar su jornada oficial en la Casa Rosada, tomó el helicóptero que, como de costumbre, debía dirigirla hacia su residencia de Olivos, pero en esta ocasión el helicóptero no se dirigió a su habitual destino sino hacia una base militar donde la ya ex presidenta quedó detenida. Se formó una junta militar presidida por el general Jorge Videla en su calidad de Comandante  en Jefe del Ejército y formada además por el almirante Massera como representante de la armada y por el brigadier Agosti como representante de la fuerza aérea. El nuevo régimen de tipo militar se calificó a sí mismo como Proceso de Reorganización Nacional y el general Videla asumió rápidamente, junto a la presidencia de la junta la de la República, convirtiéndose en un nuevo presidente de facto.
María Estela Martínez de Perón ,Isabelita
Quedaron suspendidas las actividades de los partidos políticos y centrales sindicales y se disolvió el cuerpo legislativo.
El nuevo gobierno fue bien recibido por un sector de la opinión pública preocupado por el progresivo desorden público y por la inflación. También el golpe fue bien recibido por el sector empresarial y por la jerarquía de la iglesia católica.
La represión, que ya se había iniciado bajo el gobierno constitucional adquirió una intensidad inusitada. Empezaron los secuestros por fuerzas de la seguridad del estado de aquellas personas consideradas como subversivas. La práctica de la tortura se hizo habitual, especialmente en la Escuela de mecánica de la armada. En la provincia de Tucumán el ejército actuó sin ningún tipo de limitación.
Cada vez fue más frecuente no tener noticias de las personas secuestradas por las propias fuerzas de seguridad del estado. Empezó el fenómeno de los desaparecidos.
El general Videla pretendía defender ante la opinión internacional su proceder como un intento de reorganización del estado para que se acabara definitivamente con los movimientos pendulares entre gobiernos constitucionales débiles y gobiernos militares fuertes, pero sus explicaciones no convencían a la comunidad internacional. Los desaparecidos pesaban ante cualquier intento de justificación y los exiliados empezaron a llegar a Europa.
Junto a la represión meramente militar, también se produjo una regresión cultural. Se llegó a considerar como peligrosas cosas como la manera de vestir de los jóvenes e incluso ciertos contenidos educativos como las matemáticas en el aspecto de la teoría de conjuntos.
Se volvió a una exaltación de los valores de tipo tradicional.
En cuanto a la política económica, el ministro de economía Martínez de Hoz se aplicó a una política ultraliberal para la cual no tuvo que hacer frente a ninguna oposición efectiva dada la represión de las actividades sindicales.
El nuevo régimen, ante las acusaciones de graves violaciones de los derechos humanos, buscó la complicidad de la opinión pública utilizando para ello un nacionalismo siempre presente en gran parte de la sociedad argentina. Como ejemplo de ello, muchos automovilistas llevaban en sus vehículos pegatinas con la leyenda “Los argentinos somos derechos y humanos”. Tampoco se dudó en instrumentalizar a los alumnos de la escuela secundaria, a los que no se dudó en lanzar a las calles con canciones en cuyas letras se hacían burlas de los derechos humanos.
Una ocasión que no fue desperdiciada por el régimen para su propia propaganda fue la celebración en 1978 del campeonato mundial de fútbol. La selección argentina logró alzarse con el trofeo tras vencer a Holanda, pero siempre quedará la duda del partido de clasificación contra Perú en el que la selección de Argentina venció por 6 a 0, justo el tanteo que necesitaba para clasificarse. La entrega de la copa de campeona del mundo por parte de Videla al capitán de la selección, Passarella, quedó como uno de los momentos de mayor gloria del régimen.
La situación de los desaparecidos no era desconocida por la mayor parte de la opinión, pero se impuso un ambiente de silencio y cuando se hacían comentarios eran frecuentes frases del tipo de “algo habrá hecho” o “no te metas”.
Un grupo de madres de desaparecidos empezó a dar vueltas de forma silenciosa a la plaza de Mayo. Fueron conocidas como las madres de la plaza de Mayo. Su actitud fue calando como una lluvia fina en la sociedad argentina. Poco a poco surgieron activistas como Adolfo Pérez Esquivel, que recibió el premio Nobel de la paz.
En 1978 Videla fue sustituido como comandante en jefe del ejército y jefe de la junta militar por el general Viola, pero permaneció en su cargo de presidente de la República de facto.
Los años de Videla al frente de la Nación fueron los más duros en lo que respecta a la represión. Se ha llegado a hablar de cifras próximas a los treinta mil desaparecidos. El propio Videla reconoció la existencia de desaparecidos, pero lo vio siempre como una consecuencia inevitable de la guerra contra la subversión.
En la segunda mitad de los años 70, en eso que de forma tan fea se ha llamado el cono sur, hubo un momento determinado en que sólo dos países mantuvieron un régimen constitucional: Venezuela y Colombia, si bien en el caso de este último país siempre había que recurrir a leyes de excepción.
Videla fue un exponente claro de la doctrina de la seguridad nacional, que en los años de la guerra fría justificaba las actividades de cualquier régimen, por despótico que fuera, como un mal necesario en la lucha contra el comunismo.
El proceso militar argentino, a diferencia del de Chile con Pinochet, siempre estuvo regido por la institucionalidad militar más que por el protagonismo personal. Videla acumuló los cargos de presidente de la República y jefe de la junta militar entre 1976 y 1978. En este último año fue sustituido al frente del ejército por el general Viola. En 1981 Videla abandonó la presidencia de la República a favor del propio Viola.

El llamado proceso de reorganización nacional continuó con los presidentes Galtieri y Bignone.
Leopoldo Galtieri
Galtieri, en una aventura mal calculada, precipitó el fin de la dictadura militar al invadir las islas Malvinas previendo que el Reino Unido no lucharía por recuperarlas. Ignoraba que el gobierno de la dama de hierro no se conformaría con asistir impávido ante este hecho. La derrota de Argentina en la guerra contra el Reino Unido precipitó la caída de Galtieri, que fue sustituido por el general Cristino Nicolaides al frente del ejército y por el general Bignone como presidente de la República. Este último dio fin a la experiencia militar con un llamamiento a elecciones de las que resultó vencedor Raúl Alfonsín, de la Unión Cívica Radical, que tomó posesión de la presidencia de la República en diciembre de 1983.
Alfonsín dio pasos encaminados a juzgar las actividades de las tres primeras juntas militares y Videla, junto con sus compañeros de armas fue juzgado y condenado a cadena perpetua. Posteriormente, el gobierno del peronista de derecha Menem promulgó las conocidas como leyes de punto final y obediencia debida, que exoneraron de la condena a Videla y otros militares.

Una acción judicial iniciada en España por el juez de la audiencia nacional García Castellón y posteriormente retomada por el juez Garzón consiguió establecer una jurisdicción universal de acuerdo con la cual los delitos de lesa humanidad son universalmente perseguibles y no prescriben. Esto, junto con la nueva actitud del presidente Kirchner hizo que se reactivaran los procedimientos contra Videla. Junto a las causas por desaparecidos se añadieron las de secuestros de niños de madres que estaban en cautividad.
Videla en sus últimos años
Videla fue condenado por estos hechos y volvió a ingresar en prisión, donde ha fallecido el pasado día 17 de mayo.
La figura física de Videla era la de un hombre enjuto. Su forma de hablar era pausada y fría. Su proceder corresponde al de alguien que está convencido de que su actuación es la correcta. Jamás mostró arrepentimiento por sus decisiones. Su crueldad no era la del hombre sanguinario sino la del funcionario que piensa que está realizando una acción correcta a favor de la defensa de la sociedad y de la civilización.
Recuerda bastante su figura y proceder a lo que Hannah Arendt denominó como la banalidad del mal.
En las entrevistas que concedió a medios y televisiones extranjeros aparecía siempre como un hombre reposado, educado y con cierta tendencia didáctica a la hora de explicar las intenciones que le movían tanto a él como a su régimen.
En vano buscaremos en sus gestos nada parecido a la fanfarronería ni al exabrupto.
Eso sí, no le recuerdo en ninguna de esas entrevistas nada parecido a una sonrisa.





viernes, 17 de mayo de 2013

DISCURSO PARA LOS GRADUADOS DE BACHILLERATO.


Un año más llegamos al día tan deseado por muchos de vosotros de la graduación.
Es un día de sentimientos encontrados, en el que debe primar sin ninguna duda la alegría pero en el que también se dan las lógicas frustraciones de quienes no han conseguido todavía superar el objetivo deseado de aprobar completamente sus estudios. Las felicitaciones a los primeros deben ir acompañadas del ánimo dirigido a los segundos para que se sobrepongan a lo que en este momento quizá vivan con incomprensión y rabia, pero que debe servirles como impulso para la superación y no como barrera para su progreso.
También es día de sentimientos encontrados por cuanto hoy se aúnan la fiesta y la despedida. Mi primer encuentro con vosotros fue en Segundo de la ESO, cuando todavía no os daba clase y por tanto no había aún ningún motivo para generar en vosotros odio. Fue con motivo de una representación de teatro que tuvo lugar en este escenario y en la que participé junto a alguno de vosotros y algún profesor. Aquí veo a Don Quijote con sus saltos desenfrenados, a Sancho tratando de contenerlo, a Segismundo clamando su incomprensión, a mí mismo como Quevedo en actitud de insultar a Góngora e incluso la aparición a última hora de la Razón con una peluca al estilo de las que se usaban en la segunda mitad del siglo XVIII, tal como las que gastaban Haydn y Mozart y con un curioso parecido a un también bastante razonable profesor de matemáticas.  Han sido seis años durante los cuales habéis convivido con los mismos compañeros y os habéis familiarizado con bastantes de los profesores. Son seis años pero que marcan el paso de la infancia a la juventud. De 12 a 18 años el cambio en cada uno de vosotros no necesita de mucha explicación. Habéis tenido tiempo sobrado de conoceros en vuestras  virtudes y defectos. También habéis podido conocer de sobra las virtudes que cada uno de nosotros, los profesores, podamos atesorar, pero desde luego lo que habéis conocido y escudriñado a fondo son nuestros defectos y nuestras manías. Es momento de invertir la relación normal entre alumno y profesor y pediros que no seáis muy severos con nosotros y tengáis un poco de indulgencia con los defectos que todos, y yo el primero, tenemos.
En estos años hemos convivido en el centro personas de distintos países e incluso continentes. Tienen especial mérito aquellas personas que un día, dejando atrás amistades y familiares, vinieron a nuestro país en busca de un futuro mejor. De ahora en adelante la situación se va a volver a producir, pero en este caso van a ser algunos de nuestros compatriotas los que acudan a otros países en busca de una buena condición laboral. Para ello va a ser necesario extremar el esfuerzo y la preparación, así como abrir la mente para estar dispuestos a conocer otros horizontes. Aunque a todo el mundo le liga un sentimiento especial de cariño hacia su lugar de origen, no debemos olvidar que, aunque con frecuencia tengamos la costumbre de hablar de nuestras raíces, la imagen no es del todo adecuada, porque el ser humano no es una planta y por tanto no tiene raíces. Tiene piernas y se desplaza y camina, y es normal que uno camine allá donde sus talentos puedan ser valorados.

Hace seis años vuestras ilusiones, preocupaciones, enfados, peleas eran los propios de los niños. Ahora las mismas ilusiones y preocupaciones van a ser las propias de hombres y mujeres jóvenes. Aquí tampoco puedo evitar la mención a los sentimientos encontrados que hoy nos dominan. Siempre una celebración como esta es ocasión de dirigirse a los jóvenes para hablarles de su inmediato futuro y a nadie escapará que desde hace ya demasiados años es la juventud uno de los segmentos de población que más dificultades está encontrando a la hora de encaminar su vida laboral y profesional. No sois los únicos porque esta crisis no está respetando a nadie, porque es una crisis especialmente irrespetuosa y maleducada, que a la vez que cierra caminos abronca a los que son víctimas de la misma. Por primera vez en muchos años se nos habla de la posibilidad cierta de que las nuevas generaciones vivan peor de como lo han hecho las anteriores, es decir, se nos habla claramente de retroceso. Ante este hecho, está claro que  no queda más solución que luchar y trabajar para conseguir que tan pesimistas previsiones no se cumplan. Aquí quizá no esté de más apelar al pesimismo de la inteligencia y al optimismo de la voluntad.
Si miramos con la frialdad propia de la inteligencia, lo que vemos no nos anima lo más mínimo en aras a hablar del futuro de los jóvenes. Pero no sólo con inteligencia y análisis se conforman nuestras vidas. También está la determinación con que cada uno de vosotros se disponga a afrontar estos próximos años, y esta determinación, todavía joven y vigorosa, es la que puede vencer el pesimismo y resignación que últimamente nos invaden.
Toda generación, en sus primeros años, se ha encontrado con tareas urgentes a las que ha debido dar respuesta. Nosotros tuvimos que calafatear el barco viejo, en el que ya no queríamos hacer ninguna singladura, que ya no nos servía. Las reparaciones también envejecen, Quizá vuestra tarea sea construir un barco nuevo, eso yo ya no lo sé, pero en todo caso, algo tendréis que hacer para no ser víctimas de la falta de horizontes y perspectivas.
En estos años de convivencia en el Centro habéis podido estudiar materias de muy distinto tipo, y de todas ellas puede que hayáis podido obtener algo positivo. También es posible que no, que muchas de esas materias las hayáis cursado simplemente porque estaban en el programa y nada más. Habéis estudiado de muy distinta manera: algunos memorizando, algún otro puede que tratando de ampliar por su cuenta. Otros habéis utilizado las inmensas posibilidades que brindan las nuevas tecnologías, unos de forma lícita, para informarse mejor, otros de otra forma: imitando la manera medieval de transmitir en los monasterios la cultura, o dicho de otra manera, haciendo de copistas, copiando. Allá cada cual con sus métodos: el profesor debe impedir esto último pero cada vez el virtuosismo del copista está más perfeccionado, lo cual muestra que talento e imaginación no faltan. Sólo puedo invitar desde aquí a utilizar esos talentos de una manera más profunda e interesante.
La pregunta por la utilidad de lo que habéis estudiado tampoco faltará en esta hora de balances y recuentos. Resulta obvio que no se debe abogar por la enseñanza de cosas inútiles, pero, ¿qué es lo útil? Aquello que es buen instrumento para conseguir otra segunda cosa de la cual a su vez también cabría preguntar el para qué, su utilidad. Y así, hasta el infinito.
Del mismo modo podríamos preguntarnos por lo que es importante. Son todas ellas cuestiones muy difíciles de resolver.
Puede que más de uno, al ver que soy profesor de filosofía, materia esencialmente inútil mirada con criterios inmediatos, piense que de ahí se deriva por mi parte una defensa de la inutilidad. No es así, ni mucho menos, pero tampoco un centro de enseñanza media debe convertirse en una academia para la aplicación inmediata de saberes concretos y delimitados. Hablamos de Bachillerato y Bachillerato debiera ser igual a cultura, en sus dos ramas, humanística y científica, entre las cuales tampoco debiera pensarse que hay un muro infranqueable. El filólogo riguroso, el historiador serio, aplican sin duda métodos científicos a sus investigaciones. El físico y el matemático profundos no se pueden abstraer del ambiente cultural e histórico en el que realizan sus avances. El buen médico ha de ser también un médico bueno y ver en sus pacientes a seres humanos y no simplemente a casos o ejemplos médicos.
Un médico español, el doctor Letamendi, solía afirmar que el médico que solo sabe de medicina ni siquiera de medicina sabe. Del mismo modo se podría predicar de cualquier otro saber. Eso no está reñido, por supuesto, con la necesaria especialización que la acumulación de conocimientos requiere.
Hay muchas materias que, en el momento de estudiadas, no les vemos una utilidad inmediata, pero más tarde sí. En todo caso, si es verdad el dicho que afirma que cultura es aquel poso que queda cuando se ha olvidado lo que hemos aprendido, no sería mala idea intentar tener algo que olvidar. Si no hay nada que podamos olvidar, ¿qué es lo que hemos tenido? También deberéis estar atentos a las informaciones y conocimientos que los más expertos transmiten, pero siempre con espíritu crítico y con una sana dosis de escepticismo, pues cuántos expertos no han errado en sus cálculos y previsiones. Aun recuerdo yo, a título de ejemplo, cómo en noviembre de 1989, en la víspera de la caída del muro de Berlín, sesudos analistas nos explicaban que la reunificación alemana requeriría como mínimo de 20 años. Hay que escuchar, estar dispuestos a aprender pero sin renunciar nunca a nuestra propia capacidad de análisis si queremos avanzar en los distintos ámbitos del conocimiento.
Sin duda, en estos seis años muchos serán los aspectos del centro que no os han gustado o que os han parecido insuficientes. Es difícil la convivencia en los centros, nunca ha sido fácil, pero la dificultad se ha visto incrementada desde hace unos cuantos años al incorporar a los institutos a parte de la población escolar que antiguamente estaba en los colegios hasta los 14 años. Es compleja la tarea de aunar criterios a la hora de llevar un centro con diferencias de edad tan amplias: aquí conviven niños y jóvenes, con una dinámica muy distinta. Lo que debemos intentar en los centros es acostumbrar a los alumnos a realizar la transición entre un orden escolar ,que es el característico de los colegios y un orden académico, que es el propio de la enseñanza de nivel superior.
A partir de ahora iniciáis un nuevo camino. Poco a poco irán quedando atrás los años de instituto. Algunos de vosotros volveréis al principio a girar alguna visita, pero poco a poco, dejaréis de venir. Así ha sido siempre.
Con todo, los años de instituto son los que con más cariño se recuerdan. Lo que viene a continuación está más relacionado con vuestros intereses concretos, pero ya vais a estar en un marco puede que más profesional pero también más frío.
Como la felicidad no se puede garantizar y no siempre el que la merece la alcanza, por lo menos intentad cumplir con las enseñanzas del viejo Kant en lo que en vuestra mano esté de tal modo que, sea lo que sea lo que el futuro os depare, podáis cada uno de vosotros deciros con claridad que habéis sido dignos de ser felices.



jueves, 9 de mayo de 2013

La agonía de Francia según Chaves Nogales

Manuel Chaves Nogales

Quien lea el pequeño gran libro del periodista Chaves Nogales  “La agonía de Francia” podrá asistir a un testimonio sobrio e inapelable acerca de cómo ese gran pueblo fue derrotado en 1940 por las armas hitlerianas porque en realidad ya estaba derrotado antes de combatir.
Los franceses perdieron no porque su ejército estuviera mal equipado o mal organizado ( en aquel tiempo los alemanes temían a la gran maquinaria bélica francesa ) sino porque una actitud defensiva y derrotista les hizo ver la contienda que se avecinaba no como una lucha contra la irracionalidad nazi sino como una pesada e inconveniente interrupción de sus aficiones y placeres cotidianos.
Las batallas se pierden por inferioridad material pero también por inferioridad “espiritual”. Chaves, con escritura apasionada y precisa a la vez nos enseña que en 1940 gran parte de la opinión francesa consideraba que en realidad el futuro pertenecía a un enemigo del que sospechaba que era más eficaz en su organización.
Muchos en Francia pensaron que la Tercera República había vivido por encima de sus posibilidades.
Ya se sabe que la historia no toca dos veces exactamente la misma partitura pero el color orquestal se parece al de estos tiempos nuestros.

jueves, 2 de mayo de 2013

VIDA PARLAMENTARIA



No es de ahora, de estos días de crisis, de donde viene el desinterés del público por la discusión parlamentaria. Esta falta de interés se produjo ya desde poco después que en España se volviera a instalar el régimen parlamentario.
En contra de la idea generalmente aceptada, España se incorporó pronto a la evolución constitucional del siglo XIX. Dejando a un lado esa revolución in vitro que supuso el movimiento constitucional en Cádiz culminado en 1812 y tempranamente abortado, a partir de 1834 con el Estatuto Real de Martínez de la Rosa, la idea de un régimen en el que la deliberación es fundamental para forjar la ley se consolidó. Cosa distinta es la veracidad y profundidad con que las asambleas se establecían, pero el principio básico de la deliberación se mantuvo a lo largo del siglo XIX. Con dicho principio también quedó establecido el de la publicidad de las deliberaciones.

Rafael del Riego
Cuando hacia la mitad del siglo XIX un hombre como Bravo Murillo pretendió con sus reformas constitucionales cercenar dichos principios provocó la oposición clara y contundente en todos los sectores, desde los más abiertamente demócratas hasta los liberales más moderados, incluído un hombre como Narváez.
Si bien el sufragio estaba restringido y falseado, lo cual no permitía una representación auténtica, la vida parlamentaria era bastante agitada y apasionada. Había que tener grandes dotes como parlamentario para poder abrirse paso en una carrera política, y entre esas dotes figuraba en primer lugar el don de la palabra. Las discusiones requerían capacidad oratoria para poder articular un discurso y agilidad para la respuesta. El uso de papeles para leer era siempre un signo de debilidad y una confesión de falta de cualidades para la acción parlamentaria.

Francisco Martínez de la Rosa
¿Cómo se explica que con un sufragio falseado y restringido la actividad parlamentaria tuviera con todo vivacidad y fuera seguida con pasión?
Es difícil dar una respuesta exacta pero probablemente la debilidad de los partidos políticos explique la importancia que cada diputado por sí mismo tenía y por tanto el interés con que cada intervención particular era seguida.
Los partidos políticos no eran organizaciones tal cual las conocemos hoy día, eran más bien agrupaciones de notables que trataban de representar a distintos sectores de la opinión.
Desde la época de Cádiz se fueron formando los partidos en este sentido y desde un principio se habló de un partido liberal y de un partido servil.
En 1820, cuando se volvió a implantar el régimen constitucional tras el alzamiento de Riego surgió una primera división en las filas liberales entre los llamados doceañistas ,es decir, los hombres que habían destacado en Cádiz y los exaltados, partidarios de una radicalización del proceso constitucional. Tras la muerte de Fernando VII, cuando la reina regente María Cristina se vio obligada a apoyarse en los elementos liberales para asegurar el trono de su hija Isabel II, estos sectores doceañistas y exaltados dieron paso a la nueva división dentro del liberalismo entre moderados y progresistas.
Cada uno de estos partidos buscó a una figura del ejército que lo liderara, dando lugar a la aparición de los espadones, generales del ejército que ejercían el liderazgo de un partido, y los pronunciamientos ,es decir, intervenciones militares de dichos generales para hacerse con el poder, pero en nombre de un partido, todavía no como intervención corporativa del estamento militar.
Los partidos, poco organizados, tenían por fuerza que apoyarse en sus figuras individuales pues su carácter de partidos era más resultado de la suma de dichas individualidades que no organización previa dentro de la cual esas individualidades se destacaran. En tales circunstancias era el parlamentario como tal el que debía buscar los apoyos concretos para poder desarrollar una carrera política y si quería sobrevivir en la misma debía destacar en el uso del arma característica de una asamblea: la palabra.
A las anteriores consideraciones hay que añadir que la extracción social del parlamentario facilitaba que éste se volcara en el uso de la palabra como instrumento primordial. La mayor parte de parlamentarios procedía o bien del ámbito del derecho, donde eran decisivas las habilidades forenses, o bien de un ambiente cultural literario donde el uso de la palabra escrita acostumbraba al cuidado de la exposición oral en el discurso.
Un dogma fundamental del  parlamentarismo moderno es el de que el representante en una asamblea lo es de toda la nación y por tanto no puede estar ligado por mandato imperativo alguno. Este principio, inscrito en toda constitución, facilitaba en una época en la cual los partidos no estaban férreamente organizados, que la disciplina de voto fuera muy laxa. También con ello se facilitaba que el resultado de un debate no estuviera previamente decidido: aunque había partidos era necesario convencer, persuadir, se podía intentar cambiar la intención de voto y con ello el debate, con las limitaciones que se quiera, era real, no una simple representación. Es significativo al respecto que cuando se sospechaba que había un acuerdo previo antes de que el debate se produjera se veía ello como una adulteración de la práctica parlamentaria y se censuraba por la opinión dicho pacto con el término peyorativo de pasteleo.
Los grandes oradores brillaron bajo estas condiciones. Fue no obstante la época del llamado Sexenio Revolucionario, aquella en la que de una manera más impactante destacó la oratoria. Emilio Castelar se alzó como el orador por excelencia. Sus intervenciones causaban expectación en todos y admiración en sus seguidores y oponentes.

Emilio Castelar

Con la Restauración de Cánovas del Castillo, los partidos se organizaron con mayor claridad pero con todo siguieron girando más alrededor de las grandes personalidades que en la organización. Las elecciones se hacían siempre con manipulación, pero los que salían elegidos debían destacar con las mismas dotes que tradicionalmente se exigían a un parlamentario.

Antonio Cánovas del Castillo
El panorama fue cambiando con la irrupción de los llamados partidos de masas y con la ampliación del sufragio. En España el proceso fue lento pero la fundación del partido socialista hizo que en política empezara a actuar un tipo de organización política en la que lo primero que se cuidaba era el desarrollo y fortalecimiento del propio partido. Aunque este partido no estuvo carente de personalidades destacadas como Pablo Iglesias, Julián Besteiro, Francisco Largo Caballero e Indalecio Prieto, no obstante se presentaba como un movimiento anclado en unas bases estables. La organización era más importante que las personalidades. Con todo, el progreso electoral del partido socialista fue muy lento y en los parlamentos españoles de la primera mitad del siglo XX siguieron destacando las distintas personalidades, que debían ser capaces de dominar el arte de la oratoria. Hubo parlamentarios brillantes como Francisco Silvela, Antonio Maura, Moret y el conde de Romanones.
Entre los socialistas Prieto destacaba por un don natural, a falta de instrucción superior, para el uso de la palabra. Las intervenciones parlamentarias eran ágiles y se seguían con interés. No era raro que los periódicos de información general transcribieran completos algunos de los discursos que se pronunciaban.
La dictadura implantada por el general Primo de Rivera en 1923 supuso una interrupción de las actividades del parlamento. La dictadura estableció una censura de prensa y aunque en un primer momento fue recibida con cierto alivio por sectores importantes de la opinión, sus torpezas y persecuciones poco inteligentes, entre las cuales la más destacada fue la que sufrió Miguel de Unamuno, hicieron que se enajenara el apoyo de los sectores más formados de la opinión.


Tras la caída de la dictadura, en 1930, y a falta todavía de un parlamento, la palabra se trasladó a la calle, a las plazas y a los grandes espacios públicos. Los hombres interesados en la cosa pública volvieron a hablar, pero ahora no hablaban en el recinto cerrado del parlamento sino que lo hacían ante un gran público. Se fue originando un nuevo tipo de orador: el orador de mitin, quizá no tan cuidadoso con la expresión literaria pero más directo y eficaz en sus mensajes.
Cuando se abrieron en julio de 1931 las Cortes Constituyentes de la República, el parlamento estaba en su mayoría formado por hombres nuevos, aunque algunas de las figuras importantes de la nueva situación, como por ejemplo el presidente del gobierno provisional de la República, Niceto Alcalá Zamora, seguían siendo ejemplo vivo de la vieja escuela de oradores.

Indalecio Prieto
El orador más característico del nuevo tiempo parlamentario fue Manuel Azaña. De sólida formación jurídica y literaria, su palabra supuso un cambio en la manera de entender lo que era un gran parlamentario. Frente al lenguaje florido y con pretensiones literarias de los viejos parlamentarios, Azaña aportó un nuevo estilo de discurso: igual de cuidado que el de sus antecesores pero apoyado más en la fuerza discursiva y la inteligencia que en la búsqueda directa de efectos. Lo curioso es que ese lenguaje más sobrio conseguía a su vez interesar y apasionar a la audiencia. Azaña era el hombre que hablaba con facilidad pero centrándose desde un primer momento en las cuestiones que eran objeto de debate.

Manuel Azaña

Los partidos políticos de la República estaban más organizados, pero con todo no habían sofocado la individualidad del diputado. También la propia fragmentación en la composición de las cortes obligaba a que las votaciones no estuvieran prefijadas y a que fuera menester convencer a la propia mayoría para imponer un criterio. El debate, por tanto, fue vivo en estos años, y la actividad del parlamento fue seguida con interés.
La guerra civil y la larga dictadura posterior provocaron la mayor interrupción de régimen parlamentario habida en España. Entre 1936 y 1977 no hubo en España elecciones generales en el sentido en que tradicionalmente se entiende esto en los sistemas democráticos.
Franco, al crear una nueva legalidad, intentó a su vez constituir órganos representativos de esta nueva legalidad. En 1942 se elaboró la Ley Constitutiva de las Cortes, pero la asamblea que resultó de dicha ley distaba mucho de poder ser homologada con cualquier parlamento. Los partidos políticos quedaron prohibidos y en su lugar la representación se organizó de manera corporativa a través de las que se entendían como unidades naturales: familia, municipio y sindicato. Los parlamentarios, ahora denominados Procuradores en Cortes, eran todos ellos hombres afectos al nuevo régimen, y las Cortes, como tales, tenían más el carácter de una representación que el de un verdadero foro de discusión.

Santiago Carrillo
Entre la muerte de Franco en 1975 y la celebración de las primeras elecciones en 1977  las Cortes derivadas de la legislación franquista siguieron existiendo pero los nuevos gobiernos estaban dando pasos para cambiar el sistema institucional. En estos meses se produjo una curiosa reactivación de la vida parlamentaria dado que los procuradores, acostumbrados a una función subalterna, se vieron obligados a tomar posición ante unos proyectos con los que muchos de ellos no estaban de acuerdo. Dado que tales procuradores no estaban agrupados ni en partidos ni en grupos parlamentarios, tuvieron que situarse por fuerza bajo el amparo de personalidades del antiguo régimen que al hablar, quizá por primera vez, expresaban puntos de vista que consideraban vitales para sus intereses. Se pudo asistir así por primera vez a debates intensos, especialmente cuando se abordó el importante punto de la legalización de los partidos políticos y cuando se discutió el proyecto de ley para la reforma política.

Dolores Ibárruri, Pasionaria
Tras las elecciones celebradas el 15 de junio de 1977 la renovación del cuerpo legislativo fue total. Personas que habían estado en el exilio como Santiago Carrillo, Dolores Ibárruri Pasionaria y Rafael Alberti ocupaban escaño como diputados. También tenían importante presencia los socialistas, dirigidos por Felipe González.
En la nueva etapa se pensó que para que el parlamento tuviera eficacia era conveniente reforzar el control que los partidos políticos ejercían sobre los diputados. El jefe de grupo parlamentario adquirió una importancia fundamental y los aspectos de funcionamiento de la cámara quedaban en manos de la junta de portavoces. Con ello se quiso fortalecer un sistema que se creía débil pero pronto se pudo apreciar que la riqueza del debate se resentía. Diputado había que podía pasar toda una legislatura sin haber intervenido jamás en un pleno. La fuerte disciplina de voto provocaba que se pudiera anticipar el resultado de una votación sin atender al debate y de hecho el propio debate quedó convertido en una representación. El principio de que el parlamentario no estaba ligado por mandato imperativo quedó en desuso en la práctica ante el principio de la disciplina de voto, por más que la prohibición del mandato imperativo fuera un principio constitucional.
Ya no fue necesaria la habilidad en el uso de la palabra. Bastaba con leer cuartillas. Lo más sorprendente es que las respuestas también estaban escritas, lo que mostraba que realmente nadie escuchaba las propuestas que otro diputado tuviera que ofrecer.
El principal mérito para adquirir y conservar acta de diputado venía dado por la actitud sumisa que cada parlamentario tuviera hacia su grupo, con lo que se cerraba el campo de la actividad parlamentaria a cualquier persona que tuviera reales inquietudes e ideas propias.
El sistema electoral con listas cerradas y bloqueadas facilitaba que el parlamento fuera ocupado por personalidades ambiciosas pero mediocres.
Hubo pese a todo buenos parlamentarios como Santiago Carrillo, Herrero de Miñón y Carlos Solchaga.
La situación no ha hecho más que empeorar desde esos años al añadirse a los problemas de funcionamiento de la cámara una crisis económica ante la cual la política no ha encontrado respuesta. El fatalismo de que no se puede hacer nada desde la política para solucionar el grave problema económico no ha hecho más que aumentar el desinterés del público por las actividades de unas instituciones que ve como impotentes e incluso como superfluas.
La única solución es que la política ocupe el lugar que ha abandonado en manos de poderes contramayoritarios como los mercados. Si se puede lograr eso, será entonces el momento de volver a plantear un funcionamiento del parlamento que favorezca que hacia él se dirijan los más capaces y no los más sumisos.


miércoles, 1 de mayo de 2013

LOS CIEN AÑOS DE ATAÚLFO ARGENTA




En este año de 2013 coinciden importantes aniversarios en el campo de la música: bicentenario del nacimiento de Wagner y Verdi y primer centenario del polémico estreno en París de La Consagración de la Primavera de Igor Stravinsky.
Sin tener la trascendencia e importancia de las anteriores conmemoraciones, el primer centenario del nacimiento de Ataúlfo Argenta viene a añadirse a dichas celebraciones de manera bastante significativa en España.
Ataúlfo Argenta, nacido en la localidad cántabra de Castro Urdiales, ha quedado fijado durante muchos años en la imaginación popular con una fama que desborda de forma amplia el ámbito de los aficionados a la música.
Su formación inicial, con Alberdi, fue como pianista y en esta faceta sus dotes no eran escasas. No obstante, su fama y prestigio vinieron dados por su labor como director de orquesta, el más famoso que España ha dado hasta el momento.
Ataúlfo Argenta vivió de cerca las convulsiones de la historia de España en la primera mitad del siglo XX. Participó como soldado en la guerra civil enrolado en el bando nacional. También le tocaron de cerca los acontecimientos de la segunda guerra mundial pues estaba en Alemania cuando este país pudo conocer de cerca las consecuencias de los bombardeos masivos realizados por los aliados, hacia el final de la guerra.
Tras la guerra civil española se formó la Orquesta Nacional de España, encargándose de la dirección de la misma Bartolomé Pérez Casas. Ataúlfo Argenta obtuvo por oposición la plaza de piano y timbres de dicha orquesta. Dejando a un lado su faceta de pianista Ataúlfo se interesó siempre por la dirección y tuvo ocasión de adquirir una formación más intuitiva y práctica que académica en dicha disciplina a través de su dirección de conjuntos instrumentales, en especial de la Orquesta de Cámara de Madrid. En la Orquesta Nacional pronto se convirtió en principal colaborador de Pérez Casas hasta que finalmente se hizo con la titularidad del conjunto.

Bartolomé Pérez Casas, primer director de la Orquesta Nacional de España
Argenta, tanto por su modo de actuar como por su aspecto físico ( muy alto y delgado ) imponía una natural autoridad a aquellos conjuntos que dirigía.
La orientación básica del repertorio de Argenta estaba enfocada hacia la tradición centroeuropea representada por Beethoven, Schubert, Schumann, Mendelssohn, Richard Strauss y sobre todo Brahms. De hecho fue Argenta uno de los directores que más contribuyó a hacer popular la música de Brahms, creando una tradición de interpretación de la misma que durante bastante tiempo constituyó una de las señas de identidad de la orquesta.
También Argenta presentó en sus programas la cuarta sinfonía de Mahler, obra que en los años cincuenta constituía novedad y rareza en los ambientes musicales madrileños.
Argenta también tuvo gran predicamento en el repertorio español, especialmente con Falla, Turina, Rodrigo y Guridi.
La dirección de Argenta fue muy apreciada en Europa y directores como Ansermet sintieron hacia él bastante aprecio.
También Argenta ayudó al lanzamiento de carreras como las de Narciso Yepes, Pilar Lorengar y Teresa Berganza.
La temprana y desgraciada muerte de Argenta en 1958 rompió la progresión de un artista que sin duda prometía alcanzar muy altas cotas.
De él nos han quedado unas pocas grabaciones de su repertorio sinfónico y por el contrario, un gran número de grabaciones de zarzuelas, lo que ha hecho que la opinión poco avisada asocie a este director con un género que afrontó con naturalidad pero del que no era un especialista nato.



Es imposible hablar de lo que hubiera llegado a ser Argenta de no fallecer tan pronto, pero todos los que lo conocieron coinciden en que tenía un talento innato para la dirección.
Sus giras con la orquesta nacional fueron exitosas y también fue apreciado como director invitado, poniéndose al frente de conjuntos como la Orquesta de la Sociedad de Conciertos del Conservatorio de París, la orquesta de la Suisse Romande, la Sinfónica de Viena y la Sinfónica de Londres.
También colaboró con frecuencia con el Orfeón Donostiarra en las grandes obras sinfónico-corales.
Argenta es uno de los pilares del desarrollo del Festival de Música de Santander. En esta ciudad quedó como un hito su dirección de las nueve sinfonías de Beethoven en la plaza Porticada.
Argenta se hizo director dirigiendo orquestas. Hoy sería difícil la repetición de un fenómeno similar. Sus actuaciones en el Teatro Monumental contribuyeron a la formación de un público de conciertos que constituyó la base de la afición madrileña durante muchos años.


Argenta representa a un tipo de director identificado con una orquesta, con su orquesta, que cada vez se da menos. Quizá el último gran ejemplo haya sido el de Karajan con la Orquesta Filarmónica de Berlín. Hoy día lo que predomina es la asunción de una titularidad por un número limitado de años, a la vez que esa titularidad no conlleva que se dirijan muchos programas, predominando la figura del director invitado.
No fue Argenta opuesto a la difusión de nuevas tendencias musicales aunque la época que le tocó vivir y la sociedad en la que ejerció su arte no eran las más adecuadas para desarrollar ese aspecto.
Argenta ha disfrutado del privilegio con el que la sociedad compensa a veces a aquellos que desaparecen muy pronto: su imagen ha permanecido joven. Pasan los años y lo seguimos viendo como el joven que promete mayores frutos por más que las leyes de probabilidad nos digan que aunque no hubiera fallecido de forma accidentada ya no estaría entre nosotros hoy día.
Curiosamente esa imagen casual se corresponde con el testimonio de las grabaciones que de él nos han quedado, pues en ellas se aprecia una dirección enérgica, impetuosa pero bien pensada.


Es fácil hoy día acceder a las grabaciones que han quedado de Ataúlfo Argenta. En el repertorio sinfónico se han recuperado obras que estaban en los archivos de diversas instituciones. En el terreno de la zarzuela han sido frecuentes las reediciones. El caso de la grabación de la cuarta sinfonía de Mahler, que he podido escuchar, es distinto pues los archivos permanecen en manos privadas y de momento no es posible acceder a los mismos.
Cualquier excusa, y un aniversario no deja de serlo, es buena para volver a acercarse al arte de un hombre que sin duda marcó toda una época de la interpretación musical en España.