En
este año de 2013 coinciden importantes aniversarios en el campo de la música:
bicentenario del nacimiento de Wagner y Verdi y primer centenario del polémico
estreno en París de La Consagración de la Primavera de Igor Stravinsky.
Sin
tener la trascendencia e importancia de las anteriores conmemoraciones, el
primer centenario del nacimiento de Ataúlfo Argenta viene a añadirse a dichas
celebraciones de manera bastante significativa en España.
Ataúlfo
Argenta, nacido en la localidad cántabra de Castro Urdiales, ha quedado fijado
durante muchos años en la imaginación popular con una fama que desborda de forma amplia el ámbito de los aficionados a la música.
Su
formación inicial, con Alberdi, fue como pianista y en esta faceta sus dotes no
eran escasas. No obstante, su fama y prestigio vinieron dados por su labor como
director de orquesta, el más famoso que España ha dado hasta el momento.
Ataúlfo
Argenta vivió de cerca las convulsiones de la historia de España en la primera
mitad del siglo XX. Participó como soldado en la guerra civil enrolado en el
bando nacional. También le tocaron de cerca los acontecimientos de la segunda
guerra mundial pues estaba en Alemania cuando este país pudo conocer de cerca
las consecuencias de los bombardeos masivos realizados por los aliados, hacia
el final de la guerra.
Tras
la guerra civil española se formó la Orquesta Nacional de España, encargándose
de la dirección de la misma Bartolomé Pérez Casas. Ataúlfo Argenta obtuvo por
oposición la plaza de piano y timbres de dicha orquesta. Dejando a un lado su
faceta de pianista Ataúlfo se interesó siempre por la dirección y tuvo ocasión
de adquirir una formación más intuitiva y práctica que académica en dicha disciplina
a través de su dirección de conjuntos instrumentales, en especial de la
Orquesta de Cámara de Madrid. En la Orquesta Nacional pronto se convirtió en
principal colaborador de Pérez Casas hasta que finalmente se hizo con la
titularidad del conjunto.
Bartolomé Pérez Casas, primer director de la Orquesta Nacional de España |
Argenta,
tanto por su modo de actuar como por su aspecto físico ( muy alto y delgado )
imponía una natural autoridad a aquellos conjuntos que dirigía.
La
orientación básica del repertorio de Argenta estaba enfocada hacia la tradición
centroeuropea representada por Beethoven, Schubert, Schumann, Mendelssohn,
Richard Strauss y sobre todo Brahms. De hecho fue Argenta uno de los directores
que más contribuyó a hacer popular la música de Brahms, creando una tradición
de interpretación de la misma que durante bastante tiempo constituyó una de las
señas de identidad de la orquesta.
También
Argenta presentó en sus programas la cuarta sinfonía de Mahler, obra que en los
años cincuenta constituía novedad y rareza en los ambientes musicales
madrileños.
Argenta
también tuvo gran predicamento en el repertorio español, especialmente con
Falla, Turina, Rodrigo y Guridi.
La
dirección de Argenta fue muy apreciada en Europa y directores como Ansermet
sintieron hacia él bastante aprecio.
También
Argenta ayudó al lanzamiento de carreras como las de Narciso Yepes, Pilar Lorengar
y Teresa Berganza.
La
temprana y desgraciada muerte de Argenta en 1958 rompió la progresión de un
artista que sin duda prometía alcanzar muy altas cotas.
De él nos han quedado unas pocas grabaciones de su repertorio sinfónico y por el contrario, un gran número de grabaciones de zarzuelas, lo que ha hecho que la opinión poco avisada asocie a este director con un género que afrontó con naturalidad pero del que no era un especialista nato.
De él nos han quedado unas pocas grabaciones de su repertorio sinfónico y por el contrario, un gran número de grabaciones de zarzuelas, lo que ha hecho que la opinión poco avisada asocie a este director con un género que afrontó con naturalidad pero del que no era un especialista nato.
Es
imposible hablar de lo que hubiera llegado a ser Argenta de no fallecer tan
pronto, pero todos los que lo conocieron coinciden en que tenía un talento
innato para la dirección.
Sus
giras con la orquesta nacional fueron exitosas y también fue apreciado como
director invitado, poniéndose al frente de conjuntos como la Orquesta de la
Sociedad de Conciertos del Conservatorio de París, la orquesta de la Suisse
Romande, la Sinfónica de Viena y la Sinfónica de Londres.
También
colaboró con frecuencia con el Orfeón Donostiarra en las grandes obras
sinfónico-corales.
Argenta
es uno de los pilares del desarrollo del Festival de Música de Santander. En
esta ciudad quedó como un hito su dirección de las nueve sinfonías de Beethoven
en la plaza Porticada.
Argenta
se hizo director dirigiendo orquestas. Hoy sería difícil la repetición de un
fenómeno similar. Sus actuaciones en el Teatro Monumental contribuyeron a la
formación de un público de conciertos que constituyó la base de la afición
madrileña durante muchos años.
Argenta
representa a un tipo de director identificado con una orquesta, con su orquesta, que cada vez se da menos.
Quizá el último gran ejemplo haya sido el de Karajan con la Orquesta
Filarmónica de Berlín. Hoy día lo que predomina es la asunción de una
titularidad por un número limitado de años, a la vez que esa titularidad no
conlleva que se dirijan muchos programas, predominando la figura del director
invitado.
No
fue Argenta opuesto a la difusión de nuevas tendencias musicales aunque la
época que le tocó vivir y la sociedad en la que ejerció su arte no eran las más
adecuadas para desarrollar ese aspecto.
Argenta
ha disfrutado del privilegio con el que la sociedad compensa a veces a aquellos
que desaparecen muy pronto: su imagen ha permanecido joven. Pasan los años y lo
seguimos viendo como el joven que promete mayores frutos por más que las leyes
de probabilidad nos digan que aunque no hubiera fallecido de forma accidentada
ya no estaría entre nosotros hoy día.
Curiosamente
esa imagen casual se corresponde con el testimonio de las grabaciones que de él
nos han quedado, pues en ellas se aprecia una dirección enérgica, impetuosa
pero bien pensada.
Es
fácil hoy día acceder a las grabaciones que han quedado de Ataúlfo Argenta. En
el repertorio sinfónico se han recuperado obras que estaban en los archivos de
diversas instituciones. En el terreno de la zarzuela han sido frecuentes las
reediciones. El caso de la grabación de la cuarta sinfonía de Mahler, que he
podido escuchar, es distinto pues los archivos permanecen en manos privadas y
de momento no es posible acceder a los mismos.
Cualquier
excusa, y un aniversario no deja de serlo, es buena para volver a acercarse al
arte de un hombre que sin duda marcó toda una época de la interpretación
musical en España.
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