Siempre se ha acostumbrado a asociar los
procedimientos contrapuntísticos con una connotación de severidad. De hecho, se
habla de un estilo severo.
Cuando con la revolución musical del Barroco se
plantea de manera consciente la oposición entre un primera y una segunda
práctica ,se piensa en la primera como representante de una severidad y de
un estilo riguroso y sabio, ausentes en la segunda práctica, mucho más
expresiva y representativa.
Todo lo anterior se menciona para llamar la atención
sobre un hecho curioso y en cierto modo paradójico: el empleo de procedimientos
contrapuntísticos y más en concreto, de procedimientos fugados con una
intención humorística, burlona o bien asociados a situaciones de confusión y
equívoco.
Se pueden poner casos que ilustren lo anterior:
acuden a la memoria ejemplos como los procedentes del segundo acto de Los
maestros cantores de Nuremberg de Wagner ( escena de la pelea callejera),
la sinfonía doméstica de Richard Strauss o la fuga de la ciencia de Así
habló Zarathustra del mismo compositor.
Si nos fijamos en estos tres ejemplos y atendiendo a
la trayectoria de sus autores hay un detalle significativo: tanto Wagner como
Richard Strauss pertenecen a una corriente en la cual no se puede hacer
abstracción de los aspectos semánticos ( en este caso literarios ) a la hora de
apreciar sus composiciones.
Franz Liszt |
La corriente de la nueva escuela alemana, que
parte de Liszt intentó construir el discurso musical en estrecha asociación con
contenidos literarios. Dicha asociación favorecía la composición de una música
en la cual era primordial el elemento de narratividad, que favorecía el
empleo de formas más libres y abiertas y a su vez enlazaba la música con un
aspecto extramusical como era el literario, pero que a su vez dotaba a la misma
música de una dimensión semántica que se asociaba a su natural estructuración
sintáctica. Dentro de esta corriente, más en concreto, en el mismo Liszt,
existe un interés por los procedimientos fugados que podemos apreciar tanto en
su labor de transcriptor como en la de compositor. En esta última faceta
podemos ver cómo en sus tres obras de clara ambición constructiva como son las
sinfonías Dante y Fausto y la sonata en si menor no está
ausente el uso de procedimientos fugados. En el caso de la sinfonía Dante y en el de la sonata
en si menor no va dicho empleo asociado a una dimensión humorística. En las
sinfonía, en el movimiento dedicado al purgatorio, se ofrece una fuga con la
indicación de lamentoso .Un poco distinto es el caso de la sinfonía
Fausto, pues en ella se utiliza el fugato en el movimiento dedicado a
Mefistófeles. Aquí el empleo del
procedimiento trae claramente una connotación de desencadenamiento de fuerzas
incontrolables pero a su vez no deja de ofrecer una cara burlona. Aparece el
procedimiento asociado a un carácter descriptivo de la confusión.
Wagner, a pesar de su potente innovación, prestó
atención a los procedimientos de búsqueda de nuevas construcciones realizados
por Liszt. La ambición de Wagner en el terreno del teatro no parece ajustarse a
un procedimiento severo y estricto como el de la fuga. Es sabido cómo en el
segundo acto de Los maestros cantores se recurre a este procedimiento
para describir una pelea callejera. Las sucesivas entradas de voces se asocian
con la confusión y el juego entre ellas se funde con el torbellino generado por
la propia pelea.
Richard Strauss |
En el caso de Richard Strauss también nos
encontramos con un compositor que parte de las innovaciones de Liszt hasta el
punto de recurrir a su propia forma del poema sinfónico. En Richard Strauss su
domino de la orquesta es absoluto. La componente extramusical, ya literaria, ya
autobiográfica, está muy presente en el maestro bávaro. En el caso de la sinfonía
doméstica, nos encontramos con una obra donde predomina un cierto
distanciamiento irónico, en el cual se puede inscribir la fuga que se utiliza
en dicha composición. En Así habló
Zarathustra la fuga se emplea con una connotación curiosamente ambigua. La
referencia a la ciencia parece ajustarse de manera coherente al empleo de la
fuga como ilustración, pero a su vez, la propia sabiduría del
procedimiento sirve para marcar una distancia reverencial hacia la ciencia que
vista desde la dimensión del oyente, produce una sensación de irónico respeto.
De siempre se planteó una importante cuestión en el
ámbito de la música litúrgica , que consistía en la relación entre las voces y
el significado de las palabras. La música litúrgica era una música funcional,
aspecto este último que queda oscurecido por una aproximación meramente
estética a ese tipo de música. Dentro de dicha funcionalidad era muy importante
que el oyente pudiera ser capaz de entender las palabras que no sólo se
cantaban sino que se proclamaban. La excesiva complicación de la textura
contrapuntística llevó a la necesidad de pensar si dicha complicación no podría
llevar al oyente a no concentrarse en el significado de la palabra y a fijarse
exclusivamente en la dimensión placentera y de delectación que para el oído
suponía dicha música. Con siglos de distancia y con un tipo de composición muy
diferente reaparecía una observación que desde San Agustín era clásica en el
ámbito de la música de iglesia.
La complejidad del tejido contrapuntístico llevó a
que las palabras no se sucedieran según su propio ámbito sintáctico desde el
punto de recepción del oyente sino que lo hicieran bajo el imperio de la
aparición de las distintas voces. Ello conllevaba que en muchas ocasiones se
produjeran repeticiones, simultaneidades y retrasos en el orden de sucesión de
la palabra que desde el aspecto semántico y sintáctico eran problemáticas pero
que desde el ámbito meramente musical tenían perfecto sentido. El procedimiento
contrapuntístico aparecía pues ligado a una situación que desde el punto de
vista de la significatividad aparecía como confusa.
Pues bien, es ese aspecto de confusión el que puede
no haber escapado al alcance de los compositores que recurrieron a los
procedimientos contrapuntísticos siglos después.
El procedimiento homofónico favorece un tipo de
discurso en el cual el significado resulta claro. La verticalidad de la marcha
de las voces favorece la horizontalidad en el plano de la narración por cuanto
la voz principal sirve de soporte para unas palabras que se pueden suceder de
manera que se evite la ambigüedad. Por el contrario, la horizontalidad de la
escritura basada en la independencia de voces favorece la ambigüedad por cuanto
con la independencia de cada voz se favorece la independencia de las palabras
en cada una de las voces. La ambigüedad a su vez es un firme soporte para el
discurso humorístico.
Esta confusión se puede mostrar en el empleo directo
de palabras ( tal sería el caso de Wagner en Los Maestros Cantores ) o sugerir
con un empleo meramente instrumental ( tal el caso de Richard Strauss en la
Sinfonía Doméstica ). En todo caso, en ambos compositores, el recurso a un
procedimiento tradicionalmente considerado sabio y severo está al servicio de
una situación a la par cómica y confusa. La entrada de las voces sirve también
de procedimiento de acumulación que sustituye a un típico climax logrado
simplemente por recursos dinámicos.
Una obra tradicionalmente asociada a intenciones
humorísticas como es la octava sinfonía
de Beethoven presenta en el desarrollo de su primer movimiento una breve pero
clara muestra de despliegue contrapuntístico. A su vez, en esta obra tal fase
muestra un dramatismo tradicionalmente poco observado.
La ambigüedad es consustancial al humor, y en el
caso de la música, la independencia de voces es una matriz de ambigüedad.
El humor, que sin ambigüedad se queda como sin aire,
se acomoda en ocasiones mejor con un procedimiento como la fuga, que resulta
estricto en cuanto a la entrada y posterior sucesión del entramado de voces,
pero que favorece una mayor equivocidad en cuanto al significado de unas
palabras que en su obediencia a la rectitud del procedimiento musical resultan
curiosamente desobedientes a la ortodoxia narrativa y temporal del discurso
semántico.
Si ya ha sido notada con bastante frecuencia la
fructífera relación que el mejor humor guarda con la seriedad, la forma musical
de la fuga, forma sabia y estricta por antonomasia, puede ser uno de los más
eficaces recursos de que dispone el lenguaje musical para plasmar situaciones
equívocas, confusas o simplemente humorísticas.
Dado que la seriedad es buen vehículo para la
transmisión del humor, el procedimiento contrapuntístico de la fuga puede ser
una de sus más logradas plasmaciones.
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