Las
autoridades de tráfico nos anuncian que, con motivo de la proximidad de las
fiestas navideñas, van a organizar un dispositivo especial de vigilancia para
evitar que se cometan excesos al volante.
Si
los excesos se deben al abuso de bebidas alcohólicas está bien pensada y
dispuesta la medida pero si de lo que se trata es de evitar el exceso de
velocidad, no me parece que estén tan bien pensadas las medidas de disuasión.
Existe
una general y, a mi modo de ver, injustificada animadversión hacia quienes se conducen
con excesiva velocidad al volante. Tales personas han de sufrir acusaciones de
imprudencia totalmente injustificadas desde cualquier punto de vista racional,
porque, ¿ qué es ser imprudente?
Nadie
que esté adornado de la virtud de la sensatez negará que llamamos imprudente a
aquella persona que permanece más tiempo del estrictamente necesario expuesta a
situaciones de peligro.
¿Son
las carreteras peligrosas? Sí, ciertamente. Concedido este último punto, ¿ qué
será más sensato, permanecer mucho tiempo en la carretera o estar en la misma
el tiempo mínimo imprescindible? Cualquier persona con sentido común se
decantará por esta última respuesta.
Pues
bien, dado que todos concluimos que las carreteras son peligrosas y que, por
ende, lo mejor es permanecer el mínimo tiempo en ellas, la forma de poder
cumplir con esta última necesidad de una forma más racional y sensata será
atravesar las mismas de la manera más rápida posible, esto es, a la mayor
velocidad que nuestro vehículo permita.
El
conductor que va a velocidad extremadamente rápida no hace más que rendir un
homenaje a la virtud de la prudencia que merece el respeto que la carretera,
dado su peligro, impone.
Lejos
de perseguir a tal conductor, habría que
proponerlo como modelo de virtuoso al volante y no ensalzar, como hacemos
habitualmente, al conductor que con su forma de manejar parsimoniosa se
empecina en permanecer en un medio hostil y lleno de peligros.
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