lunes, 15 de diciembre de 2014

VELOCIDAD AL VOLANTE.

Las autoridades de tráfico nos anuncian que, con motivo de la proximidad de las fiestas navideñas, van a organizar un dispositivo especial de vigilancia para evitar que se cometan excesos al volante.
Si los excesos se deben al abuso de bebidas alcohólicas está bien pensada y dispuesta la medida pero si de lo que se trata es de evitar el exceso de velocidad, no me parece que estén tan bien pensadas las medidas de disuasión.
Existe una general y, a mi modo de ver, injustificada animadversión hacia quienes se conducen con excesiva velocidad al volante. Tales personas han de sufrir acusaciones de imprudencia totalmente injustificadas desde cualquier punto de vista racional, porque, ¿ qué es ser imprudente?
Nadie que esté adornado de la virtud de la sensatez negará que llamamos imprudente a aquella persona que permanece más tiempo del estrictamente necesario expuesta a situaciones de peligro.
¿Son las carreteras peligrosas? Sí, ciertamente. Concedido este último punto, ¿ qué será más sensato, permanecer mucho tiempo en la carretera o estar en la misma el tiempo mínimo imprescindible? Cualquier persona con sentido común se decantará por esta última respuesta.
Pues bien, dado que todos concluimos que las carreteras son peligrosas y que, por ende, lo mejor es permanecer el mínimo tiempo en ellas, la forma de poder cumplir con esta última necesidad de una forma más racional y sensata será atravesar las mismas de la manera más rápida posible, esto es, a la mayor velocidad que nuestro vehículo permita.
El conductor que va a velocidad extremadamente rápida no hace más que rendir un homenaje a la virtud de la prudencia que merece el respeto que la carretera, dado su peligro, impone.
Lejos de perseguir a  tal conductor, habría que proponerlo como modelo de virtuoso al volante y no ensalzar, como hacemos habitualmente, al conductor que con su forma de manejar parsimoniosa se empecina en permanecer en un medio hostil y lleno de peligros.

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