"Yo
—dijo don Quijote— no sé si soy bueno, pero sé decir que no soy el malo. Para
prueba de lo cual quiero que sepa vuesa merced, mi señor don Álvaro Tarfe, que
en todos los días de mi vida no he estado en Zaragoza, antes por haberme dicho
que ese don Quijote fantástico se había hallado en las justas desa ciudad no
quise yo entrar en ella, por sacar a las barbas del mundo su mentira, y, así, pasé de claro a Barcelona,
archivo de la cortesía, albergue de los estranjeros, hospital de los pobres,
patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata
de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única; y aunque los sucesos que
en ella me han sucedido no son de mucho gusto, sino de mucha pesadumbre, los
llevo sin ella, solo por haberla visto. Finalmente, señor don Álvaro Tarfe, yo
soy don Quijote de la Mancha, el mismo que dice la fama, y no ese desventurado
que ha querido usurpar mi nombre y honrarse con mis pensamientos. A vuestra merced
suplico, por lo que debe a ser caballero, sea servido de hacer una declaración
ante el alcalde deste lugar de que vuestra merced no me ha visto en todos los
días de su vida hasta agora, y de que yo no soy el don Quijote impreso en la
segunda parte, ni este Sancho Panza mi escudero es aquel que vuestra merced
conoció."
Cervantes,
con una ortografía distinta a la que ahora tenemos fijada (estranjero por
extranjero, por ejemplo ), se burla en este texto de la continuación que del
Quijote hizo Avellaneda, pero de paso dedica a la ciudad de Barcelona unas
palabras preciosas, quizá las más bonitas que un escritor haya dedicado a esa
más que bonita ciudad.
Cervantes
sitúa en la playa de Barcelona la derrota definitiva del caballero a manos del bachiller
Sansón Carrasco, disfrazado de Caballero
de la Blanca Luna con el fin de poder retar a su paisano.
El
ex honorable Jordi Pujol decía no sentir como parte de su cultura la obra de
Cervantes. El Quijote es universal y, como tal, difícilmente podrá ser
entendido por alguien al que lo universal resulte ajeno. El Quijote es también
local, pero desde luego no es nunca localista.
Por eso es universal de buena ley y no esa caricatura de lo universal que se
limita a ser arquetipo pretencioso y sin vida.
El
único lenguaje universal que entiende, a lo que parece, el muy ex honorable
Jordi Pujol es el del dinero y las cuentas bancarias.
En
todo caso, me acojo, como Goytisolo y tantos otros, a la nacionalidad
cervantina.
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