viernes, 1 de mayo de 2015

VOLUNTARIADO OBLIGATORIO.

Hace pocos días, escuchando un programa de radio mientras me encontraba al volante de mi vehículo, me llamó la atención el entusiasmo que uno de los participantes mostraba a la hora de defender la importancia de fomentar las actividades del voluntariado, especialmente entre los jóvenes.
Tras ponderar con todas sus fuerzas las virtudes que para los jóvenes reportan las actividades del voluntariado, el entusiasta defensor del mismo no dudó en afirmar que el voluntariado debiera ser algo obligatorio. Nadie en el programa, ni el presentador ni los otros participantes, sintió la necesidad de hacerle notar a quien así hablaba que acababa de decir una estulticia. Se podría, con educación y diplomacia, haberle hecho ver que lo que proponía era intrínsecamente absurdo, que proponer un voluntariado obligatorio era un caso clásico y típico de contradicción. Nada. Nadie se sintió afectado por tamaño ataque a la lógica.
Probablemente el defensor del voluntariado obligatorio no reparó en lo absurdo de su propuesta porque se fijó más en la nobleza de las actividades desplegadas por los voluntarios que en la manera en que dichas actividades se realizan. No se percató, arrastrado por su entusiasmo, de que un acto voluntario no puede ser obligatorio por definición.
Cierto es que se han dado casos en la historia de voluntarios obligatorios, como ocurrió en la Guerra Civil española con los voluntarios fascistas italianos que apoyaron al bando nacional, la mayoría de los cuales acudieron al conflicto de manera obligatoria. Nuestro entusiasta defensor del voluntariado no estaba pensando en este ejemplo con toda seguridad.
En mi experiencia personal yo también he participado en alguna ocasión en actividades voluntariamente obligatorias o obligatoriamente voluntarias. Recuerdo que en los años en que, por razones de estudios, debía solicitar cada año prórroga para incorporarme al Servicio Militar, figuraba entre los trámites el abono de una pequeña aportación monetaria de carácter voluntario para atender a huérfanos de militares. La aportación era voluntaria pero si el solicitante, en este caso yo, no la aportaba, corría el riesgo de que no le fuera tramitada la prórroga, teniendo por consiguiente que interrumpir sus estudios.
El defensor del voluntariado obligatorio no ignoraba que su propuesta era contradictoria. Simplemente no había prestado atención a la semántica dejándose llevar por su vehemente convencimiento. Ocasiones hay en que nos inclinamos más al énfasis que al significado, destrozando la semántica en aras de la convicción.
Nuestro radiofónico participante actuaba movido por nobles sentimientos. También han incurrido en el mismo defecto personas no guiadas por intenciones tan sanas. En 1976, tras el golpe de estado que instauró en Argentina la criminal dictadura militar que durante siete años dominó al país, Jorge Rafael Videla, presidente de la junta militar y de la República, no dudó en afirmar que el objetivo del movimiento militar, denominado Proceso de Reorganización Nacional, no era otro que el de imprimir a la República Argentina un giro de 360 grados. El énfasis, una vez más, atropelló al significado, pues literalmente, un giro de 360 grados hace que estemos en la misma situación que al principio, y para eso no hace falta proceso ni movimiento alguno.
Las instituciones locales tampoco han sido ajenas a ese sacrificio del significado en el altar del gesto. Hace años se solía convocar un día sin coches, en el que se invitaba a los conductores a dejar sus vehículos aparcados y a desplazarse en transporte colectivo por la ciudad. Como quiera que la convocatoria no tuviera éxito, las autoridades resolvieron el asunto con eficacia suma, prohibiendo el acceso a ciertas calles de los vehículos privados, para a continuación manifestar sin el menor rubor que la convocatoria había constituido un éxito. Ciertamente tales convocatorias eran seguidas con el entusiasmo propio de toda persona que no quiere ser multada.
El ejemplo históricamente más relevante de contradicción en la expresión es el de Iglesia Católica Romana. Como es de sobra sabido, " católico " significa "universal". Añadir a la palabra "Universal" la palabra "Romano" es tanto como emparentar universal con local. No sé si fue Chesterton quien dijo que Católico Romano era como decir universal particularizado.
Las palabras tienen significado. Si no respetamos la semántica, movidos por ideales, no lograremos que dichos ideales se abran paso con más eficacia, pues los apoyaremos en la confusión. Nunca la convicción debe rebasar a la claridad. La convicción que una persona tenga, si no quiere que quede reducida a su fuero interno, si quiere que sea compartida, deberá ser argumentada. Un argumento debe tener coherencia ( sintaxis ), pero la coherencia no debe nunca imponerse sobre el significado ( semántica ).
Las cosas significan lo que significan. Un voluntariado obligatorio será posible el día en que un círculo pueda ser cuadrado.


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