Como
todos los años al llegar este importante día de la graduación de los alumnos de
Bachillerato, es habitual dedicar unos momentos a señalar lo que de celebración
tiene tal fecha.
Este
año, por desgracia, me encuentro con serias dificultades a la hora de glosar el
carácter festivo de este día pues, ¿ qué celebramos, la graduación ? En más
casos de los que a nosotros nos gustaría hay alumnos que hoy no han logrado ese
importante objetivo. No es el día ni el momento de reproches ni de críticas.
Tiempo habrá para que todos los que participamos en el proceso educativo,
puesto que todos somos responsables, analicemos con calma las causas que sin
duda tienen que estar detrás de este poco satisfactorio resultado.
Pese
a todo lo comentado, debemos hacer del día de hoy un día de celebración, pues
algunos alumnos sí han conseguido culminar con buen éxito el final de sus
estudios de Bachillerato y aquellos que no lo han logrado tienen la posibilidad
de rectificar y no caer en un pesimismo fatalista que muchas veces no sirve más
que de excusa para no volcarse en el esfuerzo necesario. Nada está escrito ni
para bien ni para mal. Hay que esforzarse para culminar los estudios de
bachillerato y no refugiarse en la excusa de la inutilidad del empeño.
A
la mayor parte de los alumnos que hoy estáis aquí os conozco desde los tiempos
de Segundo de la ESO. Habéis estado aquí seis años ( alguno casi diez ) A
muchos de vosotros os conocí con trece años y hoy estáis cerca de los 18.
Alguno ya va por los 21. Os conocí siendo niños, sufrí en parte vuestra
adolescencia y os despido siendo hombres y mujeres jóvenes.
Cada
uno de vosotros ha mostrado un estilo distinto tanto en la manera de conducirse
como en la manera de estudiar. Algunos han hecho esto último de manera más
sistemática, otros han abordado el estudio de una manera más improvisada. Los
hay que han estado atentos a las explicaciones. Otros no han sido muy
trabajadores pero sí que han destacado por su capacidad de "captar "
los contenidos. Los hay que han "captado" más que contenidos
pantallas de móviles, justo tributo a los avances del progreso. Algunos de
vosotros habéis tenido gran pasión por relacionar las asignaturas con las
artes, como me demuestra el júbilo que más de uno manifestó al saber que de La Colmena de Cela existía versión
cinematográfica, demostrando con ello que no os conformabais con la pasión por
la lectura sino que queríais confrontar sin duda la versión literaria con la
versión de película. Lejos de mí pensar que alguno viera en la película la
posibilidad de ahorrarse la lectura del libro.
Muchos
son los profesores que habéis tenido durante estos años. Como es normal, con
algunos de ellos habréis conseguido establecer un mejor entendimiento que con
otros. Aunque puede que penséis lo contrario, de todos ellos habéis aprendido
algo: de alguno de ellos puede que os haya interesado su materia, de otro su
manera de transmitirla, de algún otro su tesón y entrega.
Tampoco
sería justo que en un día como hoy no tuviéramos tiempo para dedicarlo a
recordar la labor de aquellos maestros
que en los primeros años de la enseñanza primaria sentaron las bases para que
hoy podáis estar aquí.
Del
mismo modo no debemos olvidar en este día a aquellos profesores que en los
distintos cursos os dieron clase y que hoy se encuentran destinados en otros
centros.
Cuando
alguno de nosotros causa baja por diversos motivos aparece ante vosotros un
profesor sustituto que hoy está aquí, al mes siguiente en otro centro y en más
de una ocasión en el paro. La labor de tales profesores es muy meritoria pero
no siempre es reconocida como es debido.
También
conocéis cada año a profesores interinos que en cada curso han de trabajar en
institutos muy distintos y que, pese a la precariedad de su situación laboral
realizan su trabajo con una entrega y profesionalidad admirables.
El
azar de los planes de estudio ha propiciado que yo sea uno de los profesores
con los que algún alumno ha coincidido
más tiempo. También puede que sea uno de los que menos os ha enseñado, quién
sabe. Pero con todo, creo no engañarme si afirmo que he cumplido con muchos de
vosotros un importante papel desde el punto de vista de eso que a veces
llamamos "motivación", y no porque yo haya tenido unas especiales
dotes para ilusionar a nadie sino por un hecho simple y conciso: más de un
alumno me habrá observado en mi quehacer y, sin duda, mientras atendía a lo que
yo trataba de explicar habrá pensado para sí mismo: " si este llegó a
profesor, yo no debo tener ningún problema para terminar el Bachillerato".
Aunque sólo fuera por eso, creo que mi labor no habrá resultado del todo
inútil.
Una
constante que ha caracterizado a esta promoción ha sido la de discutir la
utilidad de gran parte de los contenidos explicados. Ha sido frecuente la
pregunta acerca de la necesidad de estudiar cosas a las cuales no os vais a
dedicar. También han sido frecuentes las críticas al enfoque excesivamente
teórico y poco práctico así como al enfoque en exceso memorístico de las
enseñanzas.
Estas
críticas no son nuevas pero es preciso no precipitarse a la hora de juzgar
sobre su pertinencia. Sin duda un sistema educativo no puede perder de vista la
utilidad de lo que se enseña así como la aplicación de los conocimientos, pero
no se puede despreciar sin más eso que, muchas veces de manera incorrecta,
llamamos teoría. La teoría hace
referencia al conocimiento y una enseñanza que sólo tuviera como punto de mira
una aplicación sin una base teórica sería una enseñanza mutilada. El
conocimiento no puede quedar reducido a simple adiestramiento.
Muchas
son las materias que habéis debido estudiar. Por fuerza, gran parte de los
conocimientos adquiridos no los vais a aplicar en vuestro futuro profesional,
pues, por más diversa que sea vuestra trayectoria laboral, nunca lo será tanto
como la diversidad de asignaturas a las que habéis debido hacer frente.
Gran
parte de lo que aprendemos lo olvidamos. Ni siquiera una mente privilegiada
sería capaz de retener el caudal de conocimientos, informaciones y datos que un
estudiante debe aprender a lo largo de su trayectoria. ¿ Para qué aprender,
pues, cosas que tarde o temprano caerán en el olvido?
No
podría dar una respuesta categórica a esta pregunta pero sí una tentativa de
respuesta. Creo que hay una diferencia no de grado, sino radical, entre olvidar
y no saber. No es lo mismo olvidar algo que no haberlo sabido nunca. El hecho
de que seamos conscientes de que algo ya no lo recordamos bien o incluso no lo
recordamos en absoluto es muy distinto al hecho de no haber sabido nunca nada.
El que olvida lleva dentro de sí el poso, a veces tenue, de aquello que alguna
vez supo. El que no supo nunca nada ni siquiera puede tener la posibilidad de
olvidarlo.
El
olvido es necesario, pues es la sombra del interés. Nos interesamos por algunos
campos del saber, y necesariamente, ese interés hace que salga de nuestro foco
de atención gran parte de lo que hemos aprendido para ir especializándonos en
un ámbito. Pero esa sombra del olvido es la que permite que nuestros
conocimientos especializados estén radicados en una base cultural y no seamos
simples especialistas sin interés por aquellos aspectos que escapan a nuestro
mero quehacer profesional.
Muchas
lecciones, muchos datos caerán en el olvido, lo mismo que la mayor parte de los
días de nuestra vida. La mayor parte de ellos no los recordamos. Sólo recordamos
alguno de ellos, por ejemplo, el de hoy. Pero el olvido no supone una
refutación de lo olvidado. Los días olvidados y no recordados son muy distintos
de los días no vividos.
Habrá
personas más volcadas hacia la literatura, o hacia la Historia, o hacia el
mundo de las matemáticas o de la física, pero si esas personas no solo son
buenos estudiantes sino que además son inteligentes, se darán cuenta de que
literatura, historia, matemáticas o física antes que asignaturas son
acercamientos que los seres humanos hacemos para intentar comprender una
realidad que siempre nos asombra por su
insondable misterio.
Lleváis
ya muchos años en el Centro. En él habéis conocido gentes, habéis hecho amigos, a veces habéis encontrado a alguna
persona a la que habéis considerado algo más que un amigo o una amiga.
También
habéis atravesado momentos de dificultad, de desánimo. Puede que alguno de
vosotros vea el Centro como una institución de la que desea escapar, salir.
Puede que en ocasiones sintáis una sensación de resentimiento o incluso de
hartazgo. Con todo, esa impresión es pasajera. Cuando pase el tiempo y volváis
de vez en cuando la vista atrás, os daréis cuenta de que los años del instituto
son los mejores años del estudiante, pues en ellos la ilusión a veces un poco
irreverente de las personas todavía muy jóvenes no está aún contaminada por el
frío cálculo que la presión del mundo laboral impone.
Estamos
en 2015, y aficionados como somos a las efemérides, se cumplen este año
aniversarios redondos de algunos acontecimientos. Voy a referirme a tres de
ellos: uno importante para la historia de Europa, otro importante para la
historia de España y un tercero, absolutamente insignificante y sin
trascendencia pero importante para mí.
Celebramos
este año los 70 desde que en Europa cesó el ruido de las armas dando fin a la
Segunda Guerra Mundial. La derrota del régimen satánico de Hitler está en la
base de la moderna Unión Europea, una Europa que, con avances y tropiezos,
constituye el marco donde vosotros habréis de labraros vuestro trabajo.
También
este año se cumplirán cuarenta desde que en España falleció quien entonces
detentaba la Jefatura del Estado. Muchas cosas han cambiado desde aquellos
tiempos. Un nuevo sistema democrático se estableció y hoy día asistimos a novedades
y nuevas exigencias. Ante los nuevos problemas hay muchas posturas: algunos
quieren un barco nuevo, otros piensan que de lo que se trata más bien es de
calafatear el viejo. Yo me siento perplejo, como la mayoría, pero con todo creo
que no os debéis sentir indiferentes ante los acontecimientos y debéis intentar
formaros una opinión, si no definitiva, por lo menos razonada.
El
acontecimiento insignificante pero importante en lo personal es que en estas
fechas se cumplen diez años desde que me adjudicaron destino en el instituto Al
Satt. Siempre fui hombre de pocos institutos. En este en el que desde hace ya
diez años imparto clase me gustaría concluir mi carrera, si es que, una vez
más, lo azaroso de los sucesivos cambios de planes de estudio no trastoca
dichos deseos.
Todo
cambio es difícil, y así como a mí me resultó trabajoso adaptarme a un nuevo
centro, a muchos de vosotros os va a costar adaptaros a vuestros nuevos
estudios. Vais a dar el paso de un marco todavía escolar en muchos órdenes a un marco ya claramente académico. En gran medida vais a gozar
de una mayor libertad, pero por ello mismo vais a tener que ejercer una mayor
responsabilidad.
Algunos
os vais a decantar por un estudio más orientado hacia el mundo laboral y
profesional. Otros vais a ingresar en el mundo universitario.
No
va a ser fácil el camino que ahora emprendéis pero tenéis juventud, fuerza y
espero que tengáis ánimo para afrontar las dificultades que, sin duda, se os
presentarán.
Para
terminar, quiero manifestaros en nombre de todos los profesores y en el mío
propio el deseo de que a partir de ahora, en que el camino de muchos de
vosotros se separa del nuestro, os vaya de la manera más feliz posible en
cuanto ello es factible en esta vida.
Y,
por último, de una manera más personal, debo manifestaros que soy consciente de
que en más de una ocasión mis actuaciones y juicios fueron equivocados, como es
propio de la humana condición. Espero, como los estudiantes que no han sido muy
diligentes, que no seáis muy severos conmigo.
Aquí
está vuestra casa. Venid alguna vez a ella pues siempre tendréis las puertas
abiertas.