sábado, 16 de mayo de 2015

DISCURSO DE GRADUACIÓN DE BACHILLERATO 2015.

Como todos los años al llegar este importante día de la graduación de los alumnos de Bachillerato, es habitual dedicar unos momentos a señalar lo que de celebración tiene tal fecha.
Este año, por desgracia, me encuentro con serias dificultades a la hora de glosar el carácter festivo de este día pues, ¿ qué celebramos, la graduación ? En más casos de los que a nosotros nos gustaría hay alumnos que hoy no han logrado ese importante objetivo. No es el día ni el momento de reproches ni de críticas. Tiempo habrá para que todos los que participamos en el proceso educativo, puesto que todos somos responsables, analicemos con calma las causas que sin duda tienen que estar detrás de este poco satisfactorio resultado.
Pese a todo lo comentado, debemos hacer del día de hoy un día de celebración, pues algunos alumnos sí han conseguido culminar con buen éxito el final de sus estudios de Bachillerato y aquellos que no lo han logrado tienen la posibilidad de rectificar y no caer en un pesimismo fatalista que muchas veces no sirve más que de excusa para no volcarse en el esfuerzo necesario. Nada está escrito ni para bien ni para mal. Hay que esforzarse para culminar los estudios de bachillerato y no refugiarse en la excusa de la inutilidad del empeño.
A la mayor parte de los alumnos que hoy estáis aquí os conozco desde los tiempos de Segundo de la ESO. Habéis estado aquí seis años ( alguno casi diez ) A muchos de vosotros os conocí con trece años y hoy estáis cerca de los 18. Alguno ya va por los 21. Os conocí siendo niños, sufrí en parte vuestra adolescencia y os despido siendo hombres y mujeres jóvenes.
Cada uno de vosotros ha mostrado un estilo distinto tanto en la manera de conducirse como en la manera de estudiar. Algunos han hecho esto último de manera más sistemática, otros han abordado el estudio de una manera más improvisada. Los hay que han estado atentos a las explicaciones. Otros no han sido muy trabajadores pero sí que han destacado por su capacidad de "captar " los contenidos. Los hay que han "captado" más que contenidos pantallas de móviles, justo tributo a los avances del progreso. Algunos de vosotros habéis tenido gran pasión por relacionar las asignaturas con las artes, como me demuestra el júbilo que más de uno manifestó al saber que de La Colmena de Cela existía versión cinematográfica, demostrando con ello que no os conformabais con la pasión por la lectura sino que queríais confrontar sin duda la versión literaria con la versión de película. Lejos de mí pensar que alguno viera en la película la posibilidad de ahorrarse la lectura del libro.
Muchos son los profesores que habéis tenido durante estos años. Como es normal, con algunos de ellos habréis conseguido establecer un mejor entendimiento que con otros. Aunque puede que penséis lo contrario, de todos ellos habéis aprendido algo: de alguno de ellos puede que os haya interesado su materia, de otro su manera de transmitirla, de algún otro su tesón y entrega.
Tampoco sería justo que en un día como hoy no tuviéramos tiempo para dedicarlo a recordar  la labor de aquellos maestros que en los primeros años de la enseñanza primaria sentaron las bases para que hoy podáis estar aquí.
Del mismo modo no debemos olvidar en este día a aquellos profesores que en los distintos cursos os dieron clase y que hoy se encuentran destinados en otros centros.
Cuando alguno de nosotros causa baja por diversos motivos aparece ante vosotros un profesor sustituto que hoy está aquí, al mes siguiente en otro centro y en más de una ocasión en el paro. La labor de tales profesores es muy meritoria pero no siempre es reconocida como es debido.
También conocéis cada año a profesores interinos que en cada curso han de trabajar en institutos muy distintos y que, pese a la precariedad de su situación laboral realizan su trabajo con una entrega y profesionalidad admirables.
El azar de los planes de estudio ha propiciado que yo sea uno de los profesores con los que algún  alumno ha coincidido más tiempo. También puede que sea uno de los que menos os ha enseñado, quién sabe. Pero con todo, creo no engañarme si afirmo que he cumplido con muchos de vosotros un importante papel desde el punto de vista de eso que a veces llamamos "motivación", y no porque yo haya tenido unas especiales dotes para ilusionar a nadie sino por un hecho simple y conciso: más de un alumno me habrá observado en mi quehacer y, sin duda, mientras atendía a lo que yo trataba de explicar habrá pensado para sí mismo: " si este llegó a profesor, yo no debo tener ningún problema para terminar el Bachillerato". Aunque sólo fuera por eso, creo que mi labor no habrá resultado del todo inútil.
Una constante que ha caracterizado a esta promoción ha sido la de discutir la utilidad de gran parte de los contenidos explicados. Ha sido frecuente la pregunta acerca de la necesidad de estudiar cosas a las cuales no os vais a dedicar. También han sido frecuentes las críticas al enfoque excesivamente teórico y poco práctico así como al enfoque en exceso memorístico de las enseñanzas.
Estas críticas no son nuevas pero es preciso no precipitarse a la hora de juzgar sobre su pertinencia. Sin duda un sistema educativo no puede perder de vista la utilidad de lo que se enseña así como la aplicación de los conocimientos, pero no se puede despreciar sin más eso que, muchas veces de manera incorrecta, llamamos teoría. La teoría hace referencia al conocimiento y una enseñanza que sólo tuviera como punto de mira una aplicación sin una base teórica sería una enseñanza mutilada. El conocimiento no puede quedar reducido a simple adiestramiento.
Muchas son las materias que habéis debido estudiar. Por fuerza, gran parte de los conocimientos adquiridos no los vais a aplicar en vuestro futuro profesional, pues, por más diversa que sea vuestra trayectoria laboral, nunca lo será tanto como la diversidad de asignaturas a las que habéis debido hacer frente.
Gran parte de lo que aprendemos lo olvidamos. Ni siquiera una mente privilegiada sería capaz de retener el caudal de conocimientos, informaciones y datos que un estudiante debe aprender a lo largo de su trayectoria. ¿ Para qué aprender, pues, cosas que tarde o temprano caerán en el olvido?
No podría dar una respuesta categórica a esta pregunta pero sí una tentativa de respuesta. Creo que hay una diferencia no de grado, sino radical, entre olvidar y no saber. No es lo mismo olvidar algo que no haberlo sabido nunca. El hecho de que seamos conscientes de que algo ya no lo recordamos bien o incluso no lo recordamos en absoluto es muy distinto al hecho de no haber sabido nunca nada. El que olvida lleva dentro de sí el poso, a veces tenue, de aquello que alguna vez supo. El que no supo nunca nada ni siquiera puede tener la posibilidad de olvidarlo.
El olvido es necesario, pues es la sombra del interés. Nos interesamos por algunos campos del saber, y necesariamente, ese interés hace que salga de nuestro foco de atención gran parte de lo que hemos aprendido para ir especializándonos en un ámbito. Pero esa sombra del olvido es la que permite que nuestros conocimientos especializados estén radicados en una base cultural y no seamos simples especialistas sin interés por aquellos aspectos que escapan a nuestro mero quehacer profesional.
Muchas lecciones, muchos datos caerán en el olvido, lo mismo que la mayor parte de los días de nuestra vida. La mayor parte de ellos no los recordamos. Sólo recordamos alguno de ellos, por ejemplo, el de hoy. Pero el olvido no supone una refutación de lo olvidado. Los días olvidados y no recordados son muy distintos de los días no vividos.
Habrá personas más volcadas hacia la literatura, o hacia la Historia, o hacia el mundo de las matemáticas o de la física, pero si esas personas no solo son buenos estudiantes sino que además son inteligentes, se darán cuenta de que literatura, historia, matemáticas o física antes que asignaturas son acercamientos que los seres humanos hacemos para intentar comprender una realidad que siempre  nos asombra por su insondable misterio.
Lleváis ya muchos años en el Centro. En él habéis conocido gentes, habéis hecho  amigos, a veces habéis encontrado a alguna persona a la que habéis considerado algo más que un amigo o una amiga.
También habéis atravesado momentos de dificultad, de desánimo. Puede que alguno de vosotros vea el Centro como una institución de la que desea escapar, salir. Puede que en ocasiones sintáis una sensación de resentimiento o incluso de hartazgo. Con todo, esa impresión es pasajera. Cuando pase el tiempo y volváis de vez en cuando la vista atrás, os daréis cuenta de que los años del instituto son los mejores años del estudiante, pues en ellos la ilusión a veces un poco irreverente de las personas todavía muy jóvenes no está aún contaminada por el frío cálculo que la presión del mundo laboral impone.
Estamos en 2015, y aficionados como somos a las efemérides, se cumplen este año aniversarios redondos de algunos acontecimientos. Voy a referirme a tres de ellos: uno importante para la historia de Europa, otro importante para la historia de España y un tercero, absolutamente insignificante y sin trascendencia pero importante para mí.
Celebramos este año los 70 desde que en Europa cesó el ruido de las armas dando fin a la Segunda Guerra Mundial. La derrota del régimen satánico de Hitler está en la base de la moderna Unión Europea, una Europa que, con avances y tropiezos, constituye el marco donde vosotros habréis de labraros vuestro trabajo.
También este año se cumplirán cuarenta desde que en España falleció quien entonces detentaba la Jefatura del Estado. Muchas cosas han cambiado desde aquellos tiempos. Un nuevo sistema democrático se estableció y hoy día asistimos a novedades y nuevas exigencias. Ante los nuevos problemas hay muchas posturas: algunos quieren un barco nuevo, otros piensan que de lo que se trata más bien es de calafatear el viejo. Yo me siento perplejo, como la mayoría, pero con todo creo que no os debéis sentir indiferentes ante los acontecimientos y debéis intentar formaros una opinión, si no definitiva, por lo menos razonada.
El acontecimiento insignificante pero importante en lo personal es que en estas fechas se cumplen diez años desde que me adjudicaron destino en el instituto Al Satt. Siempre fui hombre de pocos institutos. En este en el que desde hace ya diez años imparto clase me gustaría concluir mi carrera, si es que, una vez más, lo azaroso de los sucesivos cambios de planes de estudio no trastoca dichos deseos.
Todo cambio es difícil, y así como a mí me resultó trabajoso adaptarme a un nuevo centro, a muchos de vosotros os va a costar adaptaros a vuestros nuevos estudios. Vais a dar el paso de un marco todavía escolar en muchos órdenes a un marco ya claramente académico. En gran medida vais a gozar de una mayor libertad, pero por ello mismo vais a tener que ejercer una mayor responsabilidad.
Algunos os vais a decantar por un estudio más orientado hacia el mundo laboral y profesional. Otros vais a ingresar en el mundo universitario.
No va a ser fácil el camino que ahora emprendéis pero tenéis juventud, fuerza y espero que tengáis ánimo para afrontar las dificultades que, sin duda, se os presentarán.
Para terminar, quiero manifestaros en nombre de todos los profesores y en el mío propio el deseo de que a partir de ahora, en que el camino de muchos de vosotros se separa del nuestro, os vaya de la manera más feliz posible en cuanto ello es factible en esta vida.
Y, por último, de una manera más personal, debo manifestaros que soy consciente de que en más de una ocasión mis actuaciones y juicios fueron equivocados, como es propio de la humana condición. Espero, como los estudiantes que no han sido muy diligentes, que no seáis muy severos conmigo.
Aquí está vuestra casa. Venid alguna vez a ella pues siempre tendréis las puertas abiertas.





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