Parece, por lo que informan los
medios, que el gran patriarca
consiguió atesorar una gran cantidad de dinero y que sus hijos hicieron otro
tanto.
Nada excepcional, por desgracia, dado
el nivel de latrocinio al que se dedicaron muchos de nuestros dirigentes
durante estos años.
Lo que, con todo, no acabo de
entender es cómo la mujer del patriarca, en otro tiempo dama poderosa y
admirada de muchos, es sorprendida un día sí y otro también por los reporteros
que montan guardia ante su vivienda con un carrito de la compra tal como muchas
otras amas de casa hacen a diario.
La mujer, ya anciana y un tanto
consumida, parece que no puede permitirse el lujo de hacerse traer la compra a
su casa, en actitud que no se compadece con las cifras millonarias de su cuenta
corriente.
Ha habido, con certeza, robo y
ocultamiento de fortuna, pero esa imagen de anciana con el carrito de la compra
muestra la fascinación casi fetichista que algunas personas sienten por la
posesión del dinero más que por el uso que de él se pueda hacer.
Tanta extorsión y robo para al final
acabar haciendo la compra en las mismas condiciones en que la pueda hacer yo.
Pasión por el valor de cambio más que
por el valor de uso del dinero.
Mentalidad ascética, que en otros
países contribuyó al fomento de una burguesía y que en el nuestro no ha sido
capaz más que de crear un esperpento.
En el fondo la mentalidad
acaparadora, vaya acompañada o no de robo, muestra un olvido de nuestra
condición mortal y perecedera.
Supongo que la vieja señora, ya de
frágiles huesos, teme que le vaya a faltar algo el día de mañana, día que no
existe a poco que seamos lúcidos.
Mientras tanto, un pueblo culto y
sensato sigue entregado al delirio de un objetivo ni posible ni deseable sin
que quienes no comparten tal delirio sean capaces de dar una respuesta que no
sea o el exabrupto de barra de bar por un lado o la condescendencia vaga por
otro ante lo que no deja de ser un dislate anacrónico pero de consecuencias muy
graves para la convivencia.
El progreso debe ir hacia la
disolución de los estados en un futuro que yo no veré y no hacia la creación de otros nuevos, salvo
que alguien vea como progreso que lo sacudan los Mossos en vez de la Policía
Nacional o la Guardia Civil. Yo, que no estoy por la labor de desear que me
sacuda nadie, confío en que todavía exista algún resto de ese buen sentido que,
aunque poco heroico, es lo mejor que tenemos para facilitar la convivencia.
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