lunes, 2 de noviembre de 2015

LA ANCIANA VA A LA COMPRA.

Parece, por lo que informan los medios, que el gran patriarca consiguió atesorar una gran cantidad de dinero y que sus hijos hicieron otro tanto.



Nada excepcional, por desgracia, dado el nivel de latrocinio al que se dedicaron muchos de nuestros dirigentes durante estos años.
Lo que, con todo, no acabo de entender es cómo la mujer del patriarca, en otro tiempo dama poderosa y admirada de muchos, es sorprendida un día sí y otro también por los reporteros que montan guardia ante su vivienda con un carrito de la compra tal como muchas otras amas de casa hacen a diario.
La mujer, ya anciana y un tanto consumida, parece que no puede permitirse el lujo de hacerse traer la compra a su casa, en actitud que no se compadece con las cifras millonarias de su cuenta corriente.
Ha habido, con certeza, robo y ocultamiento de fortuna, pero esa imagen de anciana con el carrito de la compra muestra la fascinación casi fetichista que algunas personas sienten por la posesión del dinero más que por el uso que de él se pueda hacer.
Tanta extorsión y robo para al final acabar haciendo la compra en las mismas condiciones en que la pueda hacer yo.
Pasión por el valor de cambio más que por el valor de uso del dinero.
Mentalidad ascética, que en otros países contribuyó al fomento de una burguesía y que en el nuestro no ha sido capaz más que de crear un esperpento.
En el fondo la mentalidad acaparadora, vaya acompañada o no de robo, muestra un olvido de nuestra condición mortal y perecedera.
Supongo que la vieja señora, ya de frágiles huesos, teme que le vaya a faltar algo el día de mañana, día que no existe a poco que seamos lúcidos.
Mientras tanto, un pueblo culto y sensato sigue entregado al delirio de un objetivo ni posible ni deseable sin que quienes no comparten tal delirio sean capaces de dar una respuesta que no sea o el exabrupto de barra de bar por un lado o la condescendencia vaga por otro ante lo que no deja de ser un dislate anacrónico pero de consecuencias muy graves para la convivencia.

El progreso debe ir hacia la disolución de los estados en un futuro que yo no veré  y no hacia la creación de otros nuevos, salvo que alguien vea como progreso que lo sacudan los Mossos en vez de la Policía Nacional o la Guardia Civil. Yo, que no estoy por la labor de desear que me sacuda nadie, confío en que todavía exista algún resto de ese buen sentido que, aunque poco heroico, es lo mejor que tenemos para facilitar la convivencia.

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