domingo, 18 de diciembre de 2016

PLACER Y DEBER.

Las cada vez mayores medidas restrictivas que afectan al consumo de tabaco en lugares públicos unidas a la mayor fiscalidad con que es tratado este producto hacen que sea necesario sacar al hábito de fumar de su consideración de placer, dado que el hedonismo, filosofía que propugna la búsqueda del placer como finalidad y bien supremo de la vida, difícilmente se compadece con el hecho de que cuando alguien fuma, más que entregarse a un placer, parece entregarse a un deber y casi a una misión.
Epicuro ni fumaba ni sabía lo que eso era, aunque en su forma prudente de entender el placer, probablemente habría rechazado que fumar fuera placentero pues a la larga causa dolor.
En todo caso, el hábito de fumar se ha "kantianizado", pues se parece más al acto de realizar una acción "por deber" que al disfrute y gozo relajado de un hábito gustoso.

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Sólo desde un riguroso sentido kantiano del deber puede entenderse que alguien salga a la intemperie, con lluvia y ventolera, para fumar rodeado de un paisaje desolador y muchas veces sin tener a nadie con quien hablar. Todo lo anterior nos remite a esfuerzo, lucha, constancia, fortaleza, cosas todas ellas muy loables pero que nadie de forma natural asociaría fácilmente con el placer.
Hay otro aspecto en el que fumar se parece a la forma en que Kant entiende la ética, pues esa lucha, perseverancia y esfuerzo se realizan por sí mismos, sin esperar premio ni recompensa. Fumar es hoy por hoy un acto desinteresado, que hubiera sido aprobado por el viejo filósofo regiomontano sin ninguna duda.
También es kantiana la idea de una recompensa no buscada pero sí encontrada en los actos que realizamos "por deber". En lo que a mí respecta, ayer lo pude comprobar, pues en las ocasiones en las que abandoné el restaurante donde me encontraba reunido con viejos amigos para entregarme a mi deber, pude librarme por unos minutos de los gritos que proferían unos malditos que, sentados en la mesa contigua, parecían empeñados en hacer realidad el tópico de los españoles gritones. Ladraban los energúmenos con toda su capacidad pulmonar intacta pues ninguno fumaba. Disputaban acerca de quién es el mejor futbolista del mundo y en esta refriega sobre las cualidades de los distintos jóvenes millonarios que merecían el galardón cada cual trataba de imponerse jugando sus bazas, entre las que por cierto no figuraba el regate seco y eficaz y sí el patadón sin complejos ni complicaciones. Ganas me dieron de zanjar la disputa con imparcialidad propinando algún botellazo certero a cada uno de los participantes en la no muy académica disputa pero considerando las complicaciones legales que mi acto pudiera acarrearme me abstuve de tan justiciera acción, no sin desear que alguno de ellos quedara siniestrado en el fragor de la disputa.
No deseo que España parezca Suiza pero tampoco veo bien que, pues hemos logrado unos espacios libres de humos, no hayamos podido conseguir unos espacios libres de malos humos.
Lo mejor de todo fue que los amigos, con esfuerzo no sé si kantiano o no pero sí con mérito, logramos mantener, pese a todo, nuestro espacio de conversación, más ingeniosa y divertida que la de nuestros vecinos, en un ambiente de cordialidad, fraternidad y buen humor.


martes, 6 de diciembre de 2016

LA MESA DE LA CONSTITUCIÓN.

Hoy, 6 de diciembre, aniversario de la Constitución, se cumplen también 38 años desde que por primera vez ejerciera el derecho al voto.



Una reforma legal del gobierno de Adolfo Suárez propició que la mayoría de edad dispuesta en la Constitución a los 18 años (hasta entonces era a los 21) se aplicara con efectos inmediatos antes de su aprobación, de tal manera que quienes teníamos ya los 18 pudimos votar. Poco agradecido yo a aquella concesión voté No a la Constitución por motivos opuestos a los que la extrema derecha de la época esgrimía. Aquellos grupos defendían el No para ser fieles a Franco y su sistema. En mi caso voté NO por no estar de acuerdo con la forma monárquica del Estado que la Constitución consagraba. En aquella época se me escapaban muchas complejidades de las que hoy soy consciente.
También se cumplen hoy 38 años desde que me regalaran la mesa de trabajo y estudio que desde entonces he usado. Era un regalo de mi abuela materna, mujer relativamente joven y con poca suerte en la vida, que moriría justo al año siguiente con apenas diez años más que los que yo ahora tengo. La mesa la encargamos en una tienda de muebles que estaba cerca de la casa de mis padres, tras votar en el colegio electoral.
Con el paso de los años la mesa se ha estropeado, no mucho, es verdad, pero sí lo suficiente como para que a veces piense en la necesidad de sustituirla por otra. Con todo, cambiar de mueble no es una decisión fácil. Puede que una mesa más moderna me parezca mejor y a la postre no me de las prestaciones que hasta ahora, mal que bien, me ha dado mi vieja mesa. Algún día tendré que cambiar de mesa pues los muebles no son eternos, pero sólo lo haré cuando llegue a la conclusión de que mi mesa es ya más un estorbo que una ayuda. De momento me sirve, aunque no sea muy bonita y no me provoque un éxtasis de entusiasmo.
Intentaré aprovecharla lo más que pueda hasta el momento en que sea oportuno cambiarla. No me precipitaré a hacerlo pero tampoco esperaré a que se caiga de puro vieja.
La mesa, como todo mueble, es un instrumento. Como tal, ni le rindo culto ni me inclino ante ella. Sólo la uso.
Si algún día decido que ya es hora de comprar otra mesa, consultaré a personas que estén más al tanto de las novedades sobre este tipo de muebles, dado que mis gustos, como es normal, han tendido a quedar anquilosados.

Pediré consejo, pero decidiré yo.

domingo, 4 de diciembre de 2016

IMPUESTOS MORALES.

Los impuestos indirectos comparten con las multas el hecho de no actuar sobre las rentas de los contribuyentes o de los infractores.
La misma será la multa por exceso de velocidad, ya seas millonario o estés a dos velas. Lo mismo ocurre con los impuestos especiales, como los que afectan al alcohol, el tabaco o las bebidas azucaradas.
Los impuestos directos, como el de la renta, deberían en principio ser progresivos y estar en función de la capacidad económica de los afectados pero todo el mundo sabe que no es así y que existen colectivos y sociedades con gran capacidad para eludirlos. El impuesto sobre la renta, gran idea de las sociedades avanzadas, tiende a convertirse en un impuesto sobre las rentas de trabajo. Los que con más justicia cumplen son los asalariados, bien controlados por Hacienda a través de las nóminas.
La última pirueta para hacer pasar como más justos a algunos impuestos indirectos es la "moralización" de los mismos, es decir, la conversión de algunos de ellos en impuestos sobre los vicios o impuestos sobre el pecado. Dado que fumar mata , beber coca cola engorda y emborracharse no es muy elegante, que paguen estos viciosos el déficit de ingresos del estado.
Hay excepciones: emborracharse con cerveza parece que no está mal, aunque dicen que la cerveza engorda, y emborracharse con vino parece que es hacer patria.
La medida del gobierno es inteligente: todo el mundo habla de los vicios y nadie habla de redistribución de la renta.

El éxito de la "moralización" de la política y la economía está asegurado.

jueves, 1 de diciembre de 2016

EL RETO DEL MANIQUÍ.

La moda que últimamente está causando furor es la del "reto del maniquí". Consiste en grabar a un grupo que permanece inmóvil, como si de un conjunto escultórico se tratara.
No sé si se trata de un homenaje que el cine rinde a la fotografía, como si la cinemática se pusiera al servicio de la estática.
El fenómeno no deja de tener su interés, pues la eficacia del cine radica en la ilusión de movimiento generada por la rápida sucesión de imágenes estáticas. La suma de momentos estáticos nos  hace creer en el espectáculo de un continuo de movimiento cuando el único hecho real es una sucesión de imágenes fijas, separadas, discretas.
En el "reto del maniquí" también se juega con una ilusión, pues la rápida sucesión de imágenes en las que los protagonistas permanecen en la misma posición nos hace creer en la permanencia de la misma imagen cuando en realidad también hay en este caso una sucesión de imágenes discretas.
No sé lo que la moda presente dará de sí. En todo caso, poco me puede impresionar pues siempre tuve la habilidad de poder permanecer muchos minutos inmóvil, sin apenas pestañear.
Antes de que se pusiera de moda esta práctica, yo era capaz de ejecutarla con eficacia.

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Hace años, siendo yo bastante jovencito, fui a visitar el Museo de cera de Madrid. Había allí representadas en cera figuras destacadas de la época y artistas conocidos por sus méritos, aunque ya no fueran populares para la mayoría del público. Recuerdo cómo al llegar a una estancia en la que en ese momento no había nadie me llamó la atención la figura en cera del gran cellista Casals. Allí estaba nuestro hombre, con su cello, la partitura, un batín y una pipa en sus labios, postura habitual del genial artista cuando practicaba en su casa. Como no había público, decidí hacer de tal, me coloqué frente al artista como si fuera parte del grupo de cera, representando a un embelesado oyente, a la espera de que alguien más entrara en la estancia. Por fin, apareció una chica que se puso a observar tanto al cellista como a mí, creyéndome parte del grupo. En ese justo momento decidí girarme de forma brusca. La chica dio un grito de horror y salió huyendo despavorida.

Poco me puede impresionar la moda del reto, como se comprenderá.