domingo, 4 de diciembre de 2016

IMPUESTOS MORALES.

Los impuestos indirectos comparten con las multas el hecho de no actuar sobre las rentas de los contribuyentes o de los infractores.
La misma será la multa por exceso de velocidad, ya seas millonario o estés a dos velas. Lo mismo ocurre con los impuestos especiales, como los que afectan al alcohol, el tabaco o las bebidas azucaradas.
Los impuestos directos, como el de la renta, deberían en principio ser progresivos y estar en función de la capacidad económica de los afectados pero todo el mundo sabe que no es así y que existen colectivos y sociedades con gran capacidad para eludirlos. El impuesto sobre la renta, gran idea de las sociedades avanzadas, tiende a convertirse en un impuesto sobre las rentas de trabajo. Los que con más justicia cumplen son los asalariados, bien controlados por Hacienda a través de las nóminas.
La última pirueta para hacer pasar como más justos a algunos impuestos indirectos es la "moralización" de los mismos, es decir, la conversión de algunos de ellos en impuestos sobre los vicios o impuestos sobre el pecado. Dado que fumar mata , beber coca cola engorda y emborracharse no es muy elegante, que paguen estos viciosos el déficit de ingresos del estado.
Hay excepciones: emborracharse con cerveza parece que no está mal, aunque dicen que la cerveza engorda, y emborracharse con vino parece que es hacer patria.
La medida del gobierno es inteligente: todo el mundo habla de los vicios y nadie habla de redistribución de la renta.

El éxito de la "moralización" de la política y la economía está asegurado.

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