martes, 6 de diciembre de 2016

LA MESA DE LA CONSTITUCIÓN.

Hoy, 6 de diciembre, aniversario de la Constitución, se cumplen también 38 años desde que por primera vez ejerciera el derecho al voto.



Una reforma legal del gobierno de Adolfo Suárez propició que la mayoría de edad dispuesta en la Constitución a los 18 años (hasta entonces era a los 21) se aplicara con efectos inmediatos antes de su aprobación, de tal manera que quienes teníamos ya los 18 pudimos votar. Poco agradecido yo a aquella concesión voté No a la Constitución por motivos opuestos a los que la extrema derecha de la época esgrimía. Aquellos grupos defendían el No para ser fieles a Franco y su sistema. En mi caso voté NO por no estar de acuerdo con la forma monárquica del Estado que la Constitución consagraba. En aquella época se me escapaban muchas complejidades de las que hoy soy consciente.
También se cumplen hoy 38 años desde que me regalaran la mesa de trabajo y estudio que desde entonces he usado. Era un regalo de mi abuela materna, mujer relativamente joven y con poca suerte en la vida, que moriría justo al año siguiente con apenas diez años más que los que yo ahora tengo. La mesa la encargamos en una tienda de muebles que estaba cerca de la casa de mis padres, tras votar en el colegio electoral.
Con el paso de los años la mesa se ha estropeado, no mucho, es verdad, pero sí lo suficiente como para que a veces piense en la necesidad de sustituirla por otra. Con todo, cambiar de mueble no es una decisión fácil. Puede que una mesa más moderna me parezca mejor y a la postre no me de las prestaciones que hasta ahora, mal que bien, me ha dado mi vieja mesa. Algún día tendré que cambiar de mesa pues los muebles no son eternos, pero sólo lo haré cuando llegue a la conclusión de que mi mesa es ya más un estorbo que una ayuda. De momento me sirve, aunque no sea muy bonita y no me provoque un éxtasis de entusiasmo.
Intentaré aprovecharla lo más que pueda hasta el momento en que sea oportuno cambiarla. No me precipitaré a hacerlo pero tampoco esperaré a que se caiga de puro vieja.
La mesa, como todo mueble, es un instrumento. Como tal, ni le rindo culto ni me inclino ante ella. Sólo la uso.
Si algún día decido que ya es hora de comprar otra mesa, consultaré a personas que estén más al tanto de las novedades sobre este tipo de muebles, dado que mis gustos, como es normal, han tendido a quedar anquilosados.

Pediré consejo, pero decidiré yo.

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