Las
cada vez mayores medidas restrictivas que afectan al consumo de tabaco en
lugares públicos unidas a la mayor fiscalidad con que es tratado este producto
hacen que sea necesario sacar al hábito de fumar de su consideración de placer,
dado que el hedonismo, filosofía que propugna la búsqueda del placer como
finalidad y bien supremo de la vida, difícilmente se compadece con el hecho de
que cuando alguien fuma, más que entregarse a un placer, parece entregarse a un
deber y casi a una misión.
Epicuro
ni fumaba ni sabía lo que eso era, aunque en su forma prudente de entender el
placer, probablemente habría rechazado que fumar fuera placentero pues a la
larga causa dolor.
En
todo caso, el hábito de fumar se ha "kantianizado", pues se parece
más al acto de realizar una acción "por deber" que al disfrute y gozo
relajado de un hábito gustoso.
Sólo
desde un riguroso sentido kantiano del deber puede entenderse que alguien salga
a la intemperie, con lluvia y ventolera, para fumar rodeado de un paisaje desolador
y muchas veces sin tener a nadie con quien hablar. Todo lo anterior nos remite
a esfuerzo, lucha, constancia, fortaleza, cosas todas ellas muy loables pero
que nadie de forma natural asociaría fácilmente con el placer.
Hay
otro aspecto en el que fumar se parece a la forma en que Kant entiende la
ética, pues esa lucha, perseverancia y esfuerzo se realizan por sí mismos, sin
esperar premio ni recompensa. Fumar es hoy por hoy un acto desinteresado, que
hubiera sido aprobado por el viejo filósofo regiomontano sin ninguna duda.
También
es kantiana la idea de una recompensa no buscada pero sí encontrada en los
actos que realizamos "por deber". En lo que a mí respecta, ayer lo pude
comprobar, pues en las ocasiones en las que abandoné el restaurante donde me
encontraba reunido con viejos amigos para entregarme a mi deber, pude librarme
por unos minutos de los gritos que proferían unos malditos que, sentados en la
mesa contigua, parecían empeñados en hacer realidad el tópico de los españoles
gritones. Ladraban los energúmenos con toda su capacidad pulmonar intacta pues
ninguno fumaba. Disputaban acerca de quién es el mejor futbolista del mundo y
en esta refriega sobre las cualidades de los distintos jóvenes millonarios que
merecían el galardón cada cual trataba de imponerse jugando sus bazas, entre
las que por cierto no figuraba el regate seco y eficaz y sí el patadón sin
complejos ni complicaciones. Ganas me dieron de zanjar la disputa con
imparcialidad propinando algún botellazo certero a cada uno de los
participantes en la no muy académica disputa pero considerando las
complicaciones legales que mi acto pudiera acarrearme me abstuve de tan
justiciera acción, no sin desear que alguno de ellos quedara siniestrado en el
fragor de la disputa.
No
deseo que España parezca Suiza pero tampoco veo bien que, pues hemos logrado
unos espacios libres de humos, no hayamos podido conseguir unos espacios libres
de malos humos.
Lo
mejor de todo fue que los amigos, con esfuerzo no sé si kantiano o no pero sí
con mérito, logramos mantener, pese a todo, nuestro espacio de conversación,
más ingeniosa y divertida que la de nuestros vecinos, en un ambiente de
cordialidad, fraternidad y buen humor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario