En
primer lugar quiero agradecer la oportunidad de poder dirigirme una vez más a
los alumnos que al concluir el segundo curso de Bachillerato culminan un ciclo
de la enseñanza tan importante y que tantos recuerdos deja siempre en quienes
lo hemos vivido. Tampoco quiero en esta ocasión olvidarme de los alumnos que el
año pasado culminaron su estancia con nosotros y que tan triste despedida
tuvieron cuando algo infinitamente pequeño causó un daño infinitamente grande y
frustró planes, ilusiones y, por desgracia, truncó vidas. Siempre me acompañará
la pena de no haber podido despedir a aquella promoción como se debía y ellos
merecían.
En
esta ocasión el agradecimiento tiene para mí un carácter especial dado que,
como es sabido, desde enero ya no pertenezco al Cuerpo de Profesores en el que
durante más de 32 años he intentado prestar un servicio a la sociedad y a las
distintas promociones de alumnos que a mi cargo han estado.
Hoy
hablo desde mi nueva condición como jubilado, y me ilusiona que pueda tener
esta inesperada oportunidad que me rescata por un momento de mis pasivos
quehaceres.
Hoy
despedimos en teoría al Bachillerato, es decir, a los cursos de 2019 a 2021, y
sé que más de un alumno no cursó la ESO con nosotros. Con todo, me resultaría
un tanto artificial limitarme a estos dos años, pues a muchos de vosotros os
conocí desde niños, allá por septiembre de 2015, a unos por tener con vosotros
clase directa, a otros por las guardias. Muchos recuerdos me vienen a la
memoria de aquellos años. Todavía recuerdo a alguno de vosotros admirado ante
un alumno repetidor llamado como yo, Gabriel, grande de cuerpo y ante el que
escuchabais sus historias, en cuanto sonaba el timbre y concluía la clase, como
si de un viejo lobo de mar se tratara. Recuerdo vuestra actitud participativa
pero atropellada a la hora de intervenir, y ¿cómo no?, vuestra habilidad para conseguir
desviarme de la lección que pretendía desarrollar y al final lograr que
termináramos hablando de todo. También recuerdo cómo más de un alumno tuvo
oportunidad de lucir sus artísticas cualidades, caso por ejemplo del que yo
llamaba "niño cantor".
Pasaron
los años, fuisteis madurando, o por lo menos eso quiero creer. Terminada la
etapa de la ESO os encontré a la mayoría en primero de Bachillerato. Eran
cursos numerosos pero el ambiente era grato hasta que llegó el fatídico día 10
de marzo de 2020 y cuando pensábamos que en quince días nos volveríamos a ver,
todo se fue al traste. Todos tuvimos que improvisar una nueva manera de
trabajar. Llegó un confinamiento que ni en nuestras peores pesadillas podríamos
haber imaginado. Algunos lo sobrellevaron mejor, otros peor, para mí fue
desolador.
Todos
hicimos un esfuerzo grande para poder llevar el curso a buen puerto aunque
fuera en esas penosas condiciones.
De
repente nos vimos invadidos por un alud de correos con trabajos que
prescribíamos para poder mantener, en la
medida de lo posible, el pulso del curso. A esto hay que añadir informes de
todo tipo que debíamos enviar a la inspección educativa. Yo procuraba dar un margen
amplio de tiempo para la entrega de los trabajos con el fin de que no se me
acumulara en un solo día la labor de corrección pero siempre recibía la mayor
parte de los trabajos el último día fijado. En un primer momento ello me
producía enfado pero también comprendía que es una ley casi universal en el
estudiante la de postergar para la última hora la realización de tareas y que
todas las generaciones de estudiantes han solido hacer lo mismo. Por último me
daba cuenta de que en realidad no tenía derecho a enfadarme porque yo también
actuaba así en mi época de estudiante.
En
aquellos tristes días tampoco dejaron de producirse situaciones cómicas y
divertidas: en una ocasión, cuando me disponía a revisar un trabajo de una
alumna sobre mi materia, filosofía, empecé a ver que en tal trabajo se me
hablaba de la reproducción de las plantas, tema apasionante donde los haya. Sin
duda la alumna había equivocado al profesor destinatario del trabajo. Recuerdo
que le respondí que si bien yo había aprendido bastante acerca de la
reproducción de las plantas, con todo me daba la sensación de que había enviado
erróneamente el trabajo.
En
otra ocasión recibí un correo de la profesora Carmen de matemáticas en la que
me refería que aunque yo iba bien en matemáticas, con todo debía esforzarme
más. Le respondí que estaba dispuesto a mejorar en matemáticas todo lo
necesario pero que tenía la impresión de que me había confundido con otro
Gabriel, como efectivamente así fue. Por no faltar a este cúmulo de confusiones
yo también aporté mi contribución, pues quise explorar por mi cuenta cómo se
creaba una sala telemática y, efectivamente, la creé, pero de forma inopinada
me vi de repente en la pantalla de mi ordenador ante una señora que no había
visto en mi vida y que me preguntaba que quién era yo. Salí como pude de una
sala que pensaba que había creado pero al parecer no fue así sino que supongo
que lo que ocurrió es que me sumé a alguna reunión ya existente.
Cuando
a finales de junio vine para firmar las actas de fin de curso, estábamos nada
más que los profesores y el personal de secretaría. Recuerdo que una vez
cumplido el trámite legal subí al aula donde había dado mi última clase el día
10 de marzo y estuve allí un par de minutos solo, tenía necesidad de volver a
un lugar del que fui arrancado de manera abrupta.
En
septiembre nos pudimos reencontrar, eso sí, con las nuevas medidas y esas
incómodas mascarillas que dificultan la expresión, si bien hay que reconocer
que, al ocultarnos el rostro, a algunos como a mí nos favorecen en extremo.
Hay
que admitir que habéis tenido muy mala suerte. Vuestros años de Bachillerato
han estado marcados por unos largos meses de ausencia y luego por un sistema
semipresencial alternativo que ha hecho muy difícil la labor tanto de alumnos
como de profesores.
Tanto
vosotros como vuestros profesores os habéis tenido que adaptar a un sistema que
tiene su lugar como herramienta auxiliar pero que nunca puede sustituir a una
clase presencial. No se puede transmitir una clase pues una clase no es una conferencia,
tampoco ciertamente un discurso. En una clase hay momentos de atención, de
distensión, de broma, de tensión a veces. Esa dinámica vista a través de una
pantalla puede dar una impresión engañosa.
La
enseñanza necesita el contacto humano. Las situaciones de emergencia han de ser
tratadas con medidas de emergencia pero es de desear que más pronto que tarde
se pueda recuperar la normalidad.
Los
seres humanos no estamos preparados para valorar la normalidad, las cosas que
damos por supuesto. Nos quejamos a veces por motivos insignificantes y sólo
cuando ocurre algo excepcional, como desde hace año y medio nos ha acontecido a
todos, nos damos cuenta de lo importante que es lo cotidiano, lo que nos parece
habitual. La rutina tiene poco prestigio pero cuando se pierde nos damos cuenta
de su importancia.
A lo
largo de estos años habéis tenido que cursar muchas materias. Como no puede ser
de otro modo, algunas os han resultado más interesantes que otras pero todas
son importantes. Es cierto que muchas de las cosas aprendidas se olvidan pero
nuestra mente pese a ello se enriquece. No es lo mismo olvidar que no haber
sabido nunca algo. Lo importante es estar siempre abierto a aprender nuevas
cosas, mantener la curiosidad y el asombro, que es la base del conocimiento.
No
pensemos nunca que lo sabemos todo. Yo sigo considerándome un estudiante, no un
maestro. Hablando con Pablo este año le comenté que me gustaría, ya liberado de
mis obligaciones laborales, poder asistir a esas imaginativas excursiones a
Madrid cuando las circunstancias lo permitan y se puedan reanudar las
actividades extraescolares, para de ese modo poder aprender lo mucho que de un
hombre sabio como Pablo se puede aprender. El día que pensemos que nada tenemos
ya que aprender habrá muerto en nuestro espíritu algo muy importante.
El
paso de la escuela al instituto supuso un cambio. El paso del instituto a otro
tipo de estudios también supondrá un cambio y como tal puede que os resulte
difícil. En la escuela el maestro estaba muy pendiente. En el instituto el
profesor también lo está, pero de otro modo. En los estudios superiores vais a
gozar de más libertad pero la libertad es un aprendizaje difícil. A más de uno
le cuesta trabajar con libertad pues la libertad va unida a la autonomía y la
autonomía exige madurez. Es de desear que estéis al nivel de esa madurez que
implica pasar del nivel simplemente escolar al nivel ya académico. Si ello es
así, nuestra labor como profesores habrá tenido un fruto positivo.
También
vais a ser mayores de edad si es que no lo sois ya. Vais a ser ciudadanos que
no debéis desentenderos de los asuntos públicos que a todos nos afectan. Todas
las sociedades están en proceso de cambio y siempre los cambios, en costumbres,
modo de organización política, social, producen inquietud. Jamás hemos tenido
más oportunidades para estar informados pero es cierto que a veces no sabemos
distinguir lo importante de lo llamativo. Hay mucho ruido en nuestro tiempo,
demasiado grito y poca argumentación. Estamos en un régimen de opinión pública
y es bueno opinar, pero las opiniones hay que trabajarlas con el estudio y la
formación. Se suele decir que tenemos derecho a opinar de todo y no es así.
Para opinar hay que saber y hay que formarse.
Ahora
iniciáis un nuevo camino. Los cambios de etapa siempre son difíciles y más en
vosotros que en algunos casos puede que hayáis convivido con vuestros
compañeros muchos años, algunos desde la primera infancia. Ahora vuestras
trayectorias os irán distanciando y aunque puede que mantengáis las amistades
aquí hechas, la exigencia de vuestros estudios hará que sea más difícil
mantener el contacto.
Es
difícil marcharse de los sitios. Cuando estamos en ellos muchas veces el
hartazgo normal que todo quehacer puede generar hace que sintamos deseos de
marcharnos pero cuando por fin lo hacemos nos damos cuenta de lo mucho bueno
que también dejamos atrás. Al principio puede que alguno de vosotros realice
visitas al centro, al igual que yo lo hago a veces. Poco a poco vuestras
visitas se irán espaciando y un día dejaréis de venir, como también lo haré yo
sin duda. El edificio permanecerá pero las caras cada vez serán más
desconocidas hasta que llegue el momento en que tanto vosotros como yo no
tengamos ya a quién visitar o saludar. Sin embargo ello no querrá decir que el
instituto haya desaparecido definitivamente de nuestras vidas, pues el
instituto no es simplemente el edificio, son también las experiencias y
vivencias en él acaecidas y ellas es de esperar que sí permanezcan en nuestros
corazones como algo grato.
Las
despedidas tienen esa mezcla de alegría y tristeza difícil de describir pero
son necesarias.
Hoy
muchos de vosotros termináis vuestra estancia en el centro. Yo también la
terminé en diciembre después de más de quince años.
A lo
largo de este período habrá muchos aspectos del centro que no os hayan gustado
o no os hayan resultado satisfactorios. También habrá más de una crítica que
podéis formular a nuestras actuaciones. Cometemos errores, como humanos que
somos. Todos tenemos defectos. Los míos os habrán resultado evidentes: un temperamento
excesivo en ocasiones., pero si hablo por mí, por lo menos me habréis de
reconocer que en mí los enfados eran intensos pero nunca duraderos.
Ahora
yo ya he dejado mi labor. Es necesario que otros hombres, otras mujeres, con
nuevos métodos, nuevas energías, tomen el relevo y aporten nueva fuerza para un
trabajo que la necesita y mucha.
¿Es
preciso? sí, preciso es.
Tampoco
me quiero olvidar en un día como hoy de aquellos alumnos que, por diversos
motivos, no han logrado superar el curso. Es natural que un tal hecho cause
desánimo pero desde aquí animo a que se sobrepongan a esta situación para que puedan
lograr en otro momento lo que todavía no han conseguido.
Me
gustaría que se pueda decir de vosotros que sois en el buen sentido de la
palabra buenos. Aprovechando las palabras que nuestro compañero Pedro nos
dirigió a Alfredo y a mí el día de nuestra despedida, el pasado 22 de
diciembre, me gustaría incidir en el hecho de que la bondad y la inteligencia
van unidas. Jamás un verso como este famoso alejandrino de Machado " soy
en el buen sentido de la palabra bueno" ha sido peor interpretado, quizá
confundiendo su intención con la bonhomía del autor. Machado, buen conocedor de
la filosofía de Kant, quería hacer hincapié no en una idea de la bondad como
falta de agudeza, sino justamente en lo contrario. La bondad sólo la puede
tener quien a su vez podría tener la capacidad de no ser bueno. La inteligencia
es la que nos permite comprensión. A veces confundimos inteligencia con astucia,
que sí se puede dar en la maldad.
Estos
seis años no se parecen a ningunos otros de la vida. Todas las etapas de la
vida son difíciles pero en pocas los cambios son tan trascendentales. La lucha
por la conquista de la identidad cada uno la lleva de distinta manera. En
algunos casos puede que vuestros padres hayan podido sentir cómo iba
desapareciendo el niño que creían conocer para en su lugar toparse con una
persona que en ocasiones se les tornaba extraña. Ahora dais otro paso, el de la
adolescencia a la primera juventud, también con sus problemas de inquietud
acerca del futuro, del difícil horizonte laboral.
Ya
para terminar, quiero desearos lo mismo que a todas las promociones que os han
precedido: éxito en vuestra vida de estudio y laboral y felicidad, en la medida
en que la felicidad es posible en esta vida. Muchas veces no se consigue la
felicidad porque también existe la suerte y la fortuna, que no siempre están en
nuestras manos y, por tanto, si alguien no fuera feliz, que nadie pueda al
menos decir que esa felicidad no la mereció aunque no la consiguiera.
Os
mando a todos un abrazo.
¡Larga
vida a la promoción 2015- 2021!
¡Hasta
siempre!.
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