viernes, 6 de septiembre de 2013

MI PRIMER INSTITUTO

El día de mi primer claustro en un instituto, hace ya 25 años, llegué antes de la hora, muy nervioso y con la creencia de que iba a asistir a un acontecimiento muy importante.
Empecé a sospechar que algo no marchaba de acuerdo con mi manera de ser cuando me di cuenta de que para anunciar que comenzaba un nuevo curso la directora empleó algo así como tres cuartos de hora. Poco después fijé la vista sobre algunos de mis compañeros y, tras cerciorarme bien y recuperarme de la sorpresa pude comprobar cómo una compañera ya entrada en años estaba haciendo punto. La solemnidad del momento se perdió para siempre.
Pasaron los meses y me percaté de que había que estar preparado y atento pues de lo contrario se corría un serio riego de pasar varios meses pagando una enciclopedia pues los representantes de una planetaria editorial acudían en los recreos a promocionar sus productos. Había gentes que eran capaces de renunciar a su tiempo de descanso con tal de escuchar una charla y bajo la promesa de obtener un regalo, que solía consistir en un paraguas con unos colores que daban el aspecto a todos los profesores asistentes a la charla de ser seguidores despistados del Betis.
Sólo una vez cometí el error de asistir a la charla con la consecuencia de que durante tres largos años estuve pagando una enciclopedia que no es que usara poco, es que no la consulté jamás. Cuando sabía algo no acudía a la enciclopedia y cuando no lo sabía, como ni siquiera sabía que no lo sabía, tampoco.
Ahora en los claustros no se hace punto aunque no falte quien quiera hacer la puñeta. Por lo menos, con la revolución digital, nos hemos librado de las charlas de los vendedores. Ahora vienen los de los sindicatos y venden humo. Es una pena, porque harían falta buenos sindicatos y más ahora, pero así están las cosas.
Cuando me fijaba hace 25 años en mis compañeros más viejos, yo, que entonces tenía bastante ilusión, veía a algunos de ellos un poco tristes y con poco ánimo.
Así estoy yo ahora.
¡Hace falta que la antorcha pase a otras manos!.


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