La bondad no tiene por qué ser
debilidad.
Parece
en principio una afirmación severa, representativa de una moral estricta y sin
concesiones al sentimentalismo.
Lo
peor de la afirmación está en lo no afirmado pero supuesto: quien la pronuncia
da por sentado que él mismo está dotado de bondad y de fortaleza. Se cuela de
rondón en la aseveración el supuesto de que lo que la gente llama bondad no sea
otra cosa que debilidad y junto con este supuesto el de que la propia fuerza es
garantía de bondad.
Lo
que se está diciendo, bajo la apariencia de una afirmación no del todo
categórica es que la debilidad es mala y la fortaleza es buena.
Me
recuerda esta manera de ver las cosas a la de aquellos viejos futbolistas en la
demarcación de defensas centrales que, no dudando en ir a por la tibia y el
peroné del adversario solían justificarse diciendo que ellos no practicaban un
juego violento sino "viril". O peor aún, cuando decían que el fútbol
no es un deporte de señoritas.
Ciertamente
puede darse el caso de que muchas personas confundan bondad con debilidad, pero
ello no da garantía de que quien se sienta fuerte sea por necesidad bueno.
El
estilo "sin complejos" que muchos han cultivado durante estos años
entra en el marco de esta manera de ver las cosas, que se ha convertido por un
lado en lugar común y por otro en justificación de cualquier atropello.
En
el mismo orden de cosas se encuentra la habitual confusión entre sinceridad y
grosería, y en su aspecto especular, la confusión de la cortesía y buenas
maneras con la hipocresía.
Quien
sólo vea debilidad en los comportamientos de los otros puede que no sea capaz
de aceptar o no quiera reconocer que no siempre la ausencia de fuerza es
debilidad y que puede también existir en algunas personas la generosidad.
Tampoco
se dan cuenta de que hay una gran fuerza en la generosidad que ellos insultan
llamándola debilidad. Sólo la generosidad permite acceder al perdón, y sólo una
persona verdaderamente fuerte es capaz de concederlo.
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