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Paradójicamente, para estudiar la supresión de las juntas superfluas entre las
treinta que existían, en 1643 se creó una junta suplementaria para la reforma
de las juntas".
He
leído esto en un reciente libro llamado Felipe
IV y la España de su tiempo, escrito
por Alain Hugon.
Al leer tales líneas me acordé de cómo hace
unos años, en un país europeo, se decidió el gobierno a abordar el problema de
la excesiva burocracia y como primera medida no dudó en crear el Ministerio de lucha contra la Burocracia, supongo que con la
correspondiente dotación de personal para solventar con decisión y eficacia tan
agudo problema.
La
mentalidad que subyace tras esta manera de hacer frente a los problemas es la
misma que la de cualquier fabricante de quitamanchas. Todo el mundo se ha
manchado alguna vez mientras comía en algún restaurante para celebrar vete a
saber qué acontecimiento familiar. Tras el primer enfado, pronto aparece
solícito un camarero ofreciendo un quitamanchas. Una vez aplicado desaparece la
mancha, quedando en su lugar la del quitamanchas.
El
quitamanchas, o creacercos, ha cumplido su misión.
Hace
años escuché al poeta Panero desde el hospital donde estaba ingresado quejarse
de que las enfermeras le daban todas las noches la pastilla para ayudarle a
dormir, para lo cual sistemáticamente lo despertaban cuando se encontraba en
profundo sueño.
¿Que
había treinta juntas ? Creamos otra para su supresión: el resultado será de 31
juntas.
¿
Que hay mucha burocracia ? El nuevo ministerio para la supresión de la misma se
encargará de acrecentarla.
¿
Que tenemos una mancha ? El quitamanchas la hará desaparecer y nos creará un
cerco, que siempre es peor, pues no sólo es una nueva mancha sino además un
chivato visible de que hemos tenido otra, es decir, una acusación de torpeza.
A
veces pienso que las soluciones son las que crean los problemas.
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